El archivo no perdona. En medio del debate sobre el destino de YPF , tras el fallo de la jueza de Nueva York Loretta Preska, el kirchnerismo busca posar como defensor de la petrolera estatal apelando a un discurso “soberanista” y antiprivatizador. ¿Pero los Kirchner siempre pensaron y, sobre todo, hicieron lo mismo? No.
La privatización de YPF , producida en diferentes tramos de la década de 1990, fue un proceso complejo que involucró a los más diversos actores de la política tradicional argentina. Fue durante el gobierno peronista de Carlos Menem, apoyado por gobernadores de su partido como el santacruceño Néstor Kirchner y de otros partidos como la UCR.
Como se sabe, esa privatización fue parte de un entramado mucho más amplio de extranjerización de todo tipo de recursos hidrocarburíferos, bienes naturales comunes y empresas estratégicas de la economía nacional. En el caso de la petrolera, se trató de la entrega de la empresa argentina a Repsol , compañía estatal española mucho más chica que la propia YPF .
Aquel tortuoso y antinacional proceso privatizador de Menem fue acompañado con entusiasmo por los Kirchner. Tanto que en 1994, sobre el final del primer mandato del riojano, el propio Néstor Kirchner elogió y homenajeó al recibir al Presidente en El Calafate. Allí, junto a la entonces diputada provincial Cristina Fernández, el gobernador hizo un discurso con aspiraciones épicas.
“Le decimos, al son de nuestro cariño y nuestro afecto, por el honor de su visita, muchísimas gracias por haber venido a El Calafate”, arrancó aquella tarde de diciembre Kirchner. Agregó que, “acompañando el proceso de transformación y cambio que la República Argentina debe llevar adelante (...) debemos reconocer que pocas veces o, casi diría con toda seguridad, que desde el paso de aquel gran general hubo un presidente que haya escuchado tanto a la Patagonia sur y a Santa Cruz en particular”. Y remató: “Hoy, con las conquistas obtenidas (...) ¡muchas gracias! ¡fuerza!”... Pero, ¿a qué “conquistas” se refería?
La liquidación de YPF
Corría septiembre de 1992. La Cámara de Diputados debatía el proyecto de ley que daría inicio al proceso de entrega a manos privadas de la petrolera que desde su creación, en 1922, siempre había sido del Estado argentino. Como en toda presentación de un proyecto para ser votado en el recinto, hay un legislador o legisladora que oficia de “miembro informante”. En esa oportunidad el encargado de hacerlo por el peronismo fue Oscar Parrilli, actual senador de Unión por la Patria e histórico servidor de Néstor y Cristina.
“No venimos a esta sesión arrepentidos de lo que fuimos, no sentimos vergüenza de lo que somos y tampoco venimos a pedir disculpas por lo que estamos haciendo”, dijo Parrilli en el inicio de su alocución. Según la versión taquigráfica de la sesión, el diputado por Santa Cruz afirmó que la privatización de YPF serviría para “oxigenar a nuestro gobierno” y “representar una bocanada de aire puro que fortalecerá al presidente Menem”. Poco después, otro diputado tomaría sus palabras como disparador para su propia defensa de la privatización. Era el gorila Álvaro Alzogaray, líder del liberalismo vernáculo y uno de los promotores de los golpes de Estado de los años 50, 60 y 70.
Aún faltaban varios años para que “el kirchnerismo” existiera como tal se lo conoce hoy, con su verborragia “nacional y popular” y su aparente condena a lo sucedido durante la década menemista. Pero su aporte fue crucial para dar comienzo al largo proceso de vaciamiento de YPF , que incluyó una “compensación” al Estado santacruceño vía regalías multimillonarias.
A su vez en 2008, durante la presidencia de CFK, el kirchnerismo promovió el ingreso a la compañía de la corporación financiera comandada por la familia Eskenazi, que a partir de la adquisición del 25 % de las acciones se transformó en socio de Repsol . La llegada del Grupo Petersen se produjo a través de un “acuerdo” mediante el cual los Eskenazi no pagaron un peso para hacerse de las acciones, con la promesa formal de hacerlo cuando cobraran en el futuro las utilidades correspondieentes.
En 2012, tras dos décadas de expoliación de la petrolera y ante la necesidad de recursos (económicos e hidrocarburíferos) el gobierno de Cristina Kirchner y su ministro de economía Axel Kicillof tomó la decisión de expropiar el 51 % de las acciones de YPF . Para ello, contradiciendo sus promesas iniciales de no darles ni un peso a los españoles, “indemnizó” a la vaciadora Repsol con más de U$S 5.000 millones.
Pero esa expropiación no significó un control estatal efectivo sobre la producción petrolera, ya que la mayoría del negocio siguió en manos privadas y extranjeras. Mientras tanto, los Eskenazi primero y el buitre Grupo Burford Capital después, litigaron en Nueva York contra la Argentina para obtener su parte del botín. Es el juicio sobre el que acaba de sentenciar la jueza Preska.
Pero eso no es todo. En 2013, mientras los voceros kirchneristas se desbocaban hablando de soberanía y antineoliberalismo, el mismo gobierno promovía un acuerdo de cláusulas secretas con la petrolera estadounidense Chevron para la explotación de hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta. Todo con el ecocriminal método del fracking. Así, la “nacionalización” de YPF estuvo muy lejos de frenar el saqueo de los bienes naturales comunes del país.
¿Por qué el kirchnerismo siempre intentó ocultar la parte de su historia en la que fue una pieza política clave para la privatización y el vaciamiento de YPF ? Sacá tus propias conclusiones. (LID) Por Daniel Satur
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