Escondida en Netflix está esta joya coproducida con India que se llama Los trabajadores del ferrocarril: la historia no contada de la masacre de Bhopal. Es una miniserie de 2023, de cuatro capítulos, que nos adentra en la masacre desde la perspectiva de los principales afectados.
A principios de diciembre de 1986 una fuga de gas tóxico - 40 toneladas de isocianato de metilo - de una fábrica de agrotóxicos o pesticidas produjo la muerte de 25.000 personas en la India, alcanzando a medio millón de afectadas. Es difícil exagerar la magnitud del desastre y la serie no intenta suavizar lo que pasó. Al contrario, te mete en la piel de los protagonistas y elige contarlo desde ahí: el director de la estación de tren, un joven que arranca ese mismo día a trabajar, un ladrón, el director general de ferrocarriles. Cada uno de los cuales se va a enfrentando a la encrucijada de ser egoísta o altruista, de optar por su propio beneficio personal o por el beneficio colectivo aún a costa del perjuicio propio.
Actualmente hay varias producciones sobre contaminación, por ejemplo la lucha de las madres del pueblo de Corby de Gran Bretaña en Ciudad Tóxica o la película Dark Waters de 2019 que se tradujo como El precio de la verdad. Pero en estos casos se elige contar la pelea judicial. En cambio en la masacre de Bhopal, al día de hoy no hay justicia, entonces la historia se centra en la propia catástrofe y en las acciones heroicas de los trabajadores mientras está transcurriendo la catástrofe. Es un homenaje a los héroes anónimos. Pero también una denuncia clarísima.
Todas estas producciones dejan muy claro quiénes son los responsables: grandes empresas como Union Carbide (hoy en día Dow Chemical), que no tienen ningún reparo en arriesgar vidas humanas para maximizar sus ganancias. Y esto no es un caso aislado.
En Argentina, por ejemplo, no es difícil encontrar incidentes similares. En 2000, en Bahía Blanca, hubo dos escapes de gas cloro en tres días de la empresa Solvay Indupa del Polo Petroquímico. Afortunadamente el viento soplaba hacia el sur lo que permitió que la nube tóxica vaya al mar, el viento sopla para ese lado solo durante 4 días al año. En San Nicolás, la planta de Atanor que produce agrotóxicos como atrazina, glifosato y 2,4D, ha sufrido varias explosiones documentadas, en marzo de 2024 una nube tóxica llegó a los barrios cercanos.
Pero, ¿qué pasa cuando el desastre no es tan espectacular? ¿Qué pasa cuando el veneno no se ve?
La fumigación masiva con agrotóxicos, por ejemplo, no genera una catástrofe visible como la de Bhopal, pero sí nos expone de forma crónica a pequeñas cantidades de veneno. No matan en el acto, pero nos enferman de a poco: contaminan el agua, el aire, los suelos, incrementan las tasas de cáncer y otras enfermedades graves.
Esto lo denunció ya en 1962 Rachel Carson, en La primavera silenciosa, y hoy lo confirman decenas de estudios, como uno reciente de la Facultad de Medicina de Rosario que vincula mayores tasas de cáncer en gente de 15 a 44 años para los pueblos fumigados.
El agronegocio en nuestro país que se extiende fuertemente con la sojización de los 90 tiene la complicidad estatal que habilita los agrotóxicos a nivel nacional y deja que cada municipio decida sobre su regulación. En los hechos estamos cada vez más envenenados, el río Paraná rompió el récord sudamericanode agrotóxicos. Y Milei y Sturzenegger vienen de quitarle impuestos a estos venenos, pero más allá de ellos hay un consenso de todo el régimen político que garantiza el modelo.
Cuando los desastres no son tan evidentes, no siempre es fácil identificar a los responsables. Y creo que una pregunta clave nos puede ayudar a entender: ¿quiénes se benefician de todo esto?
Las firmas transnacionales que a veces se menciona como el ABCD porque son ADM, Bunge, Cargill, Dreyful genera contaminación y enfermedades, y también está detrás del aumento de la desigualdad. Firmas transnacionales que operan para llevarse la riqueza natural y están cada vez más concentradas.
Y mientras tanto, a los hospitales que atienden las enfermedades de este sistema los vacían y atacan, como pasa hoy con el Garrahan, que viene de una importantísima jornada de lucha.
Creo que estas historias reales con su solidaridad y el heroísmo nos invitan a mirar los actos heroicos de todos los días, no esperar a la catástrofe para reaccionar, sino potenciar las luchas que tenemos hoy. (LID) Por Lihuen Eugenia Antonelli
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