Desconocer obcecadamente la realidad e importancia del campo a través de la historia, de nuestro tiempo y aún del futuro, ignorar que lo que es malo para el campo es malo para el país, es desconocer la naturaleza de la sociedad en que vivimos, que es la misma de siempre y la misma que habrá de continuar hasta la consumación de los siglos, no obstante su continua mutación de formas, metodologías y modernizaciones.
Nadie piense que el campo es un elemento estático y retrogrado de la sociedad; muy al contrario, es un germen originario de la sociedad como comunidad política y el único modo de vida que ha existido durante muchos siglos, el fermento básico que como siempre lo transforma y vivifica todo en el crecimiento progresivo de la humanidad.
Cierto es que el campo había perdido importancia relativa para la percepción común del conjunto de la sociedad en la medida que se han multiplicado los modos de vida surgiendo otros grupos sociales al calor de las nuevas técnicas, los nuevos avances de la civilización y nuevas circunstancias climáticas y globalizantes.
Pero también es cierto que el campo –a pesar de la penitencia 2008/09- proseguirá evolucionando como hasta ahora y expandiéndose más aún en la medida y velocidad que no lo han hecho o podido hacer ningún otro de los sectores sociales; también seguirá siendo innegable que la vida rural es el más noble y connatural modo de vida de acuerdo a las oportunidades y posibilidades del conjunto y realidad social actual.
Tipifican al campo múltiples y diversos factores. En el aspecto económico se caracteriza por fabricar vida, vida celular y microbiana de las tierras; vida vegetal de los cultivos, vida animal de los ganados y finalmente vida humana de sus cultivadores´, vidas que se sostienen unas a otras.
El trabajo en el campo es bien distinto de cualquier otro. Lo intuyó Juan XXIII en la Mater et Magistra al referirse a la participación equitativa que el agricultor debe tener en el sostenimiento de la sociedad, esto es, en el reparto de los impuestos porque “los rendimientos del sector agrícola se forman mas lentamente y con más riesgos que en los otros sectores de la economía.
Por su parte, el vinculo trabajo-propiedad es mas notable en el sector denominado
primario´ que en cualquier otro. El hombre es de tal condición -observaba León XIII, en la Rerum Novarum-, que el pensamiento de cultivar una tierra que le pertenezca aumenta su ardor y aplicación. De ahí que jamás conoceremos un auténtico agricultor que no ame la tierra que cultive y que no quiera ser propietario de la misma.
Así entonces lucen razonables los recurrentes reclamos de la Federación Agraria Argentina respecto a la propiedad y los usos de la tierra, a los arrendamientos, regulaciones y un régimen jurídico que debe ser adecuado, apropiado y aggiornado conforme las nuevas realidades con especial garantía de seguridad sanitaria, alimentaria, educacional, habitacional y social del peón rural.
Respecto a los aspectos sociales, la vigencia de emprendimientos familiares no impide la conformación de explotaciones tan amplias como deban ser, en virtud del principio de autonomía de la voluntad, constituyendo empresas asociadas, asociativismos e integraciones cooperativas pero, si se opone a Vg. procesos sojeros sin campesinos y/o contra los campesinos.
Políticamente el campo no es apto ni admite masificación, proletariado ni plusvalías. El hombre de campo es esencialmente libre, si bien se le quiere esclavizar y manipular con absurdos fiscales y económicos en donde el pretendido imperio de ex -abruptos políticos´ y consumistas pretenden –intermediarios parasitarios mediante- sofocar, explotar y postergar al campo y a los actores centrales de la relación de consumo:
productor-consumidor´ con `peajes escandalosos´.
El campo, su fundamento filosófico, sociológico, jurídico, económico, ético e histórico es evidente, notorio, reconocido de hecho, incluso, por quienes lo combaten, infructuosamente.
De tal manera, la implementación de un apropiado programa agrario federal integral será sólo reconocer finalmente que lo que es bueno para el campo es bueno para todo el país.
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