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Consumo de agua: más alarma por imágenes estilo Ghibli que por la megaminería en Mendoza

Mientras escribía esta nota, me enteré de la excelente noticia de la libertad de Mauricio Cornejo y Federico Soria, dos defensores del agua detenidos en Mendoza por enfrentarse a la minera San Jorge de la multinacional Solway Holding. Gracias a la importante movilización del martes, convocada de manera urgente, se cae la escandalosa causa contra los activistas. Mauricio estuvo detenido 23 días y a Federico, un referente muy reconocido, lo habían detenido el 25 de marzo.

7 de abril

Pero esto no fue noticia en medios como Clarín, La Nación o Infobae, lo que sí fue noticia fue el consumo de agua a raíz de la tendencia en redes sociales de transformar imaǵenes al estilo Ghibli con inteligencia artificial. Los medios se hicieron eco de estudios sobre el uso de agua por parte de las IAs y difundieron la idea de que cada imagen generada equivalía al consumo de una cantidad específica de litros de agua. Poco y nada se señaló sobre el robo de datos por cada imagen subida por los usuarios y el uso reaccionario que pueden tener las IAs, además del enorme gasto de energía y agua que implican globalmente.

De todos estos aspectos, en este artículo me voy a centrar en los problemas y arbitrariedades que tiene una concepción individualizante del consumo de IAs y qué motivaciones se encuentran detrás de este discurso por parte de los medios hegemónicos y de instituciones como la ONU ligadas al capitalismo verde.

La estimación de que “por cada imagen se consume determinada cantidad de agua” surge de un cálculo ilusorio y abstracto para individualizar el consumo, pero en la realidad el proceso ocurre más allá de las consultas individuales a la IA. Lo cierto es que el agua utilizada en los centros de datos no se consume específicamente por cada imagen generada, sino por la necesidad constante de refrigerar los servidores que sostienen toda la infraestructura digital. El agua se evapora o se emplea en sistemas de enfriamiento de manera continua, sin relación directa con la cantidad de imágenes creadas o las consultas realizadas en internet.

Para entender mejor cuál es el problema de presentar así el cálculo, pensemos por ejemplo una habitación que se mantiene calefaccionada todos los días a toda hora. A esa habitación entran personas. Para cada persona se quiere medir el costo de energía según el tiempo que estuvo en esa habitación. Entonces se divide el consumo de gas por hora y según el tiempo y la cantidad de personas se determina cuánto gas consumió cada individuo por estar dentro de la habitación. Sin embargo, más allá de lo que diga este cálculo “individual”, lo cierto es que la habitación se calefaccionaba con o sin personas adentro.

Este tipo de medición individualizante recuerda también a la forma en que se presenta la llamada huella de carbono, es decir el impacto que cada cual tiene en el ambiente según su estilo de vida. Se traslada la responsabilidad del desastre ambiental a los consumidores, en vez de discutir quiénes se benefician con esta destrucción, quiénes lucran a partir de la contaminación y la extracción desmedida de los bienes comunes naturales.

Lo cierto es que el impacto ambiental está determinado en gran medida por la producción y circulación de bienes y servicios. En otras palabras, se instala la idea de que el problema ecológico es un conjunto de decisiones personales, que es tu responsabilidad individual bajar el impacto ambiental, para desplazar la mirada sobre las estructuras económicas que generan la crisis ambiental. En el análisis, este enfoque es reduccionista; en términos políticos, es una estrategia deliberada para eximir de responsabilidad a las grandes empresas de tecnología, a la matriz extractivista y al conjunto del sistema capitalista.

Los pequeños gestos individuales como el reciclaje y el consumo responsable son importantes para tomar consciencia, pero no alcanzan para enfrentar la crisis ambiental. La lucha es colectiva, cuestionando estructuralmente a las grandes empresas y la matriz extractivista. No es casualidad que los mismos medios que se indignan por la supuesta cantidad de agua usada en una imagen son los que callan frente al consumo desmesurado de agua de las multinacionales mineras, cuyo impacto es real, documentado y devastador. Mucho menos escándalo se vio respecto a la detención de los activistas en Mendoza por defender el agua contra la megaminería. ¿Por qué no hubo una gran campaña mediática sobre eso?

Hablando sobre el tema con el trabajador de la fábrica recuperada Madygrad, Agustín Bustos, él me señaló otro problema estratégico muy importante alrededor de vernos solo como consumidores, cuyo único poder parece ser nuestra capacidad de compra: se invisibiliza el rol que tiene la clase trabajadora como sujeto productor. Si pensamos el modo de producción como el núcleo del problema, una solución de raíz sólo puede venir a partir de su transformación. Transformar la producción implica poner en el centro la planificación, en función de las necesidades sociales (y no de la ganancia privada), y la eficiencia energética en equilibrio con el ambiente. Para esto no hace falta tampoco rechazar en sí mismo la tecnología, aunque cuestionar sus usos es parte necesaria de la discusión. Los lugares de trabajo donde se concentra la tecnología poseen un inmenso poder tanto para paralizar la sociedad como para reconstruirla sobre nuevas bases, pero para esto hay que disputar el control de esta tecnología.

La verdadera transformación está en subvertir las relaciones sociales de producción, que sea la clase trabajadora, la clase que produce todo, la que cuente en su poder con los medios de producción y dirija esta producción. En esta perspectiva, es clave impulsar una estrategia revolucionaria en los lugares de trabajo y de estudio, en las fábricas y en las universidades, que vaya ganando fuerzas, participando de las luchas en curso y discutiendo un programa ecológico y social de salida a la crisis socioambiental. (LID) Por Lihuen Eugenia Antonelli

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Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz

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