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Para qué escribe Macri: un libro sobre gradualismo, shock y lucha de clases

La obsesión existe desde hace mucho. Podría llamarse, quizás, cómo ajustar y no morir en el intento.

27 de octubre de 2022

Ya en 2015 contaba Hernán Iglesias Illa, el asesor de Macri que plasmó en su libro Cambiamos el diario de la campaña electoral hacia la presidencia, que el problema lo tenía en mente, por ejemplo, Jaime Durán Barba. En aquel trabajo se narra aquella escena en la que el asesor ecuatoriano le dice a su equipo que “si llegamos al Gobierno y tomamos medidas antipopulares, nos vamos a tener que ir nadando a Montevideo”. Era una respuesta a quienes, dentro del búnker amarillo, no tenían en cuenta las restricciones de la realidad. O las relaciones de fuerzas, podríamos llamarle también.

Tiempo después, la narrativa política y periodística le puso nombre a este debate: shock o gradualismo. El tema atravesó toda la presidencia de Macri. Incluso el principio del fin del primer tiempo cambiemita estuvo asociado a este problema, cuando el reformismo permanente quiso poner el pie en el acelerador pero encontró sus límites en aquella plaza de diciembre de 2017, donde las calles le dijeron no a aquel paquete de ataques antipopulares. La reforma previsional no fue entonces el comienzo sino el final de un intento de ir pasando del gradualismo al shock.

Mucha agua ha pasado bajo el puente desde entonces, pero hoy la historia se repite. Si es como tragedia o como farsa, aún está por verse. Pero lo cierto es que Juntos por el Cambio está ante la posibilidad cierta de volver al poder en 2023 y el debate se reactualiza.

En este marco, hace pocos días salió a la venta el nuevo libro de Mauricio Macri, Para qué. Aprendizajes sobre liderazgo y poder para ganar el segundo tiempo, de Editorial Planeta.

Sus 261 páginas pueden ser abordadas desde distintos ángulos. Como un libro de management plagado de sentidos comunes y un tono de manual de autoayuda y superación personal; como una autopublicidad de un ex Jefe de Gobierno, presidente de club y sobre todo de la Nación que busca ubicarse desde más arriba que sus pares anclado en su experiencia; o como una plataforma de Gobierno cuyos lineamientos se entrecruzan y actúan sobre las internas que atraviesan hoy a la oposición de derecha.

En esta nota, elegiremos abordarlo como un libro sobre la lucha de clases. Aun desde el estilo de superficialidad comunicativa que patentó el duranbarbismo en su fundación de esta derecha moderna, el trabajo se propone sentar posición ante algunos de los problemas estratégicos que están inscriptos en la larga crisis de la Argentina, parándose desde el balance de la experiencia fallida del período de gobierno 2015-2019.

Su punto de partida, en este terreno, es la casi certeza de que su espacio volverá al Gobierno: “Tras el fracaso rotundo del populismo existen enormes posibilidades de que la próxima administración recaiga sobre Juntos por el Cambio. Si esto sucede, nuestra responsabilidad será mayúscula, aún más exigente que la que tuvimos a partir de diciembre de 2015”.

Dado ese punto, se plantea el problema principal: “O somos el cambio, o no somos nada”. Y desde allí se plantea una proclama de guerra CEO para el hipotético próximo gobierno de los ricos.

El diagnóstico de un fracaso y la promesa del segundo tiempo
Hace unos años, el multimillonario estadounidense Warren Buffet patentó una famosa definición: “Claro que hay lucha de clases. Pero es mi clase, la de los ricos, la que ha empezado esta lucha. Y vamos ganando”.

En un sentido, Mauricio Macri escribe su libro para hacer un razonamiento distinto. Desde su punto de vista, “Juntos por el Cambio debe volver al poder con el objetivo de construir un capitalismo verdadero en la Argentina”. Por ahora, ve que esa batalla se viene perdiendo contra el populismo, término que utiliza para referirse al kirchnerismo como blanco fácil, pero que engloba en realidad a todo aquello que se interponga en su proyecto de país, sean partidos políticos, leyes, sindicatos o movimientos sociales. Sin embargo, no hay que darse por vencidos: “Apenas ha transcurrido el primer tiempo del cambio. El partido continúa”.

Dicho de otro modo: a pesar de la gran transferencia de recursos desde los trabajadores hacia los empresarios durante los últimos dos gobiernos, aún hay que remover obstáculos para moldear el país según el proyecto de los CEO. En algo tiene razón: la profundización de la crisis y la convivencia pactada con el FMI achican los márgenes de acción hacia los próximos años. Los planes de mayores ajustes fiscales, reformas estructurales y avances extractivistas preanuncian mayores choques de la lucha de clases. El fabuloso ciclo de endeudamiento que financió el gradualismo en 2015-2029, hoy no es una posibilidad que esté en el horizonte para suavizar ese camino.

En la visión del ex presidente del PRO, su Gobierno estuvo condicionado para desenvolver su proyecto, ya que “una parte de la sociedad parecía apoyar los cambios, pero era insuficiente. Muchos querían simplemente que se fueran Cristina y su gobierno, pero tenían miedo de los efectos que pudieran traer los cambios sobre sus vidas. Carecimos del tiempo necesario para profundizar el debate acerca de cuál era el modelo económico necesario para que la Argentina se desarrollara. A poco de llegar al Gobierno, tuvimos que enfrentar la realidad. No había ni mandato de la sociedad ni votos en el Congreso, ni un consenso firme en nuestra coalición para encarar las reformas profundas que requiere nuestro país. Nuestra debilidad tuvo un nombre: gradualismo”.

Ahora la batalla está planteada nuevamente y por eso Macri escribe su Para qué: “Los argentinos que creemos en la libertad, la República y el progreso necesitamos reforzar nuestro relato más que nunca. Se trata ni más ni menos de poder contar nuestro para qué, el para qué de lo que hacemos, el para qué de nuestra voluntad de ser Gobierno”.

Pero no es solo batalla cultural, sino también lucha de clases, y eso es un problema internacional. Bajo el concepto de “revolución de las expectativas”, Macri cuenta una charla que tuvo con el presidente de Francia Emmanuel Macron tras el final del mandato del dirigente del PRO. Allí conversaron sobre la preocupación mutua por las revueltas populares en distintos lugares del mundo, desde los Chalecos Amarillos en aquel país europeo, el hartazgo en Chile contra el régimen heredado de la dictadura de Pinochet, las movilizaciones en Colombia contra la reforma tributaria o en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd. Por supuesto, ellos lo decían con otras palabras. Pero su preocupación era que “en este mundo de realidades cada vez más complejas, la sociedad parece decidida a decirle a sus líderes, una y otra vez, “¡queremos más!” (...) Se trata, sin dudas, del mayor desafío al poder surgido en los últimos años. De cómo podamos enfrentar y resolver estos nuevos desafíos dependerá el destino del orden democrático”.

En la visión de Macri, en el segundo tiempo habrá mejores condiciones para encarar su plan de reformas: “El próximo gobierno será más fuerte y su fortaleza requerirá que las reformas estructurales se sancionen en las primeras horas. La pobreza y el desempleo no pueden esperar. Debemos tener la valentía de terminar de inmediato con legislaciones obsoletas en materia laboral, sindical, previsional y fiscal. Es otro de mis aprendizajes en la presidencia. Lo que no se hace de entrada es muy probable que no se pueda hacer nunca. La reducción drástica del gasto público deberá estar entre las medidas iniciales”.

¿De dónde saldrá esa fortaleza? Si hablamos de batalla cultural, Macri agradece la emergencia de referentes de derecha como Javier Milei: “El resurgimiento del ideario liberal ha sido una verdadera bocanada de aire fresco frente al monopolio del relato populista. Temas de enorme importancia en la agenda del cambio como la reducción drástica del déficit fiscal, el control por parte del Estado del orden público, el costo de la energía que consumimos o la importancia de una educación pública de calidad han dejado de estar monopolizados por unos pocos. Los argentinos hemos terminado con los tabúes, con lo que no conviene decir, con la corrección política y con el miedo”. Al mismo tiempo, este elogio, y de conjunto su plan de shock, son una forma de intentar cubrir el flanco derecho, para que Juntos por el Cambio no pierda caudal electoral por esa vía.

También señala cambios sociales: “La primera diferencia está en la sociedad. Los argentinos de hoy no somos los mismos de 2015. La gente no acepta más ser pisoteada o ninguneada por el poder. Cada vez que vio amenazada su libertad se movilizó a lo largo de todo el país. Ante las restricciones absurdas impuestas durante la pandemia, ante las amenazas de expropiaciones, ante los casos de inseguridad extrema, ante el cierre arbitrario de las escuelas, la sociedad demostró que está muy por delante de la mayoría de la dirigencia política”.

Internas de la oposición de derecha, crisis orgánica y humo macrista
Otra clave de lectura del libro es, por supuesto, la de la interna de la oposición de derecha. Aunque Macri no aluda de manera explícita a la misma, salta a la vista su intento de ubicarse de forma paternalista como líder indiscutido del espacio, que apadrina a otros dirigentes y los aconseja, cuando en realidad es todo un poco más complejo. Del fracaso de su Gobierno no solo emergió un radicalismo con intenciones de rediscutir su rol dentro de la alianza y subirse el precio, sino también una disputa abierta en el PRO por resolver quién será el próximo candidato o candidata a la presidencia.

Mientras Macri juega con una ambigüedad respecto de una posible candidatura suya, que el libro no resuelve sino que deja abierta, desde el punto de vista del contenido político está en desarrollo la disputa entre halcones y palomas. El Para qué de Macri inclina la cancha a favor de los primeros. No solo por sus cálidos elogios hacia Patricia Bullrich (que van acompañados de un entusiasta aliento a la represión a la protesta social indispensable para su plan económico), sino también por el contraste entre los mismos y el trato más frío y menos entusiasta a la hora de referirse a Horacio Rodríguez Larreta.

La idea del shock, a la que nos hemos referido, va asociada en el libro también al cuestionamiento de la excesiva búsqueda de consensos, algo que, de forma elíptica pero inequívoca, cuestiona la idea larretista de que para gobernar hacen falta “acuerdos de un 70 %”: “En varias ocasiones durante mi gobierno intenté lograr acuerdos: con parte de la oposición, con sindicalistas, con gobernadores de otro signo político. En general, nunca cumplieron con su parte. La búsqueda de consenso a cualquier precio puede ser una trampa en el ejercicio del poder. El precio del acuerdo puede significar la continuidad de lo mismo y la renuncia al cambio. Hay que estar siempre atentos”.

También los elogios a Javier Milei y el intento de apropiarse del cuestionamiento a la casta típico del dirigente liberfacho van en este sentido. No solo busca correr la agenda hacia la derecha y cubrir un flanco de Juntos por el Cambio para no perder votos por ese lado, sino también ubicarse por fuera del cuestionamiento a “la política” que crece en nuestro país tras años de fracasos de los sucesivos gobiernos.

Y en este último punto aparecen las mayores inconsistencias del libro (y eso que son muchas). El libro acierta, si se quiere, en diagnosticar que Juntos por el Cambio goza de buenas chances de ganar las elecciones de 2023. Aunque aún no está dicho, y un año en un país como Argentina puede ser mucho tiempo, sí es cierto e incontestable que el peronismo le ha abierto el paso a la derecha. Al haber incumplido todas sus promesas, aplicado planes de ajuste, ejercido la represión contra la protesta social y legitimado la deuda ilegal que contrajo Macri con el FMI, el Frente de Todos ha perdido gran parte de su influencia política y electoral y hasta le permite levantar cabeza al ex presidente del PRO después de su desastroso Gobierno.

Sin embargo, Macri debería saber que una cosa es ganar las elecciones y otra gobernar. Allí están los ejemplos de un mundo convulsionado para recordarlo. Está fresca aún la renuncia de la ahora ex primera ministra británica, Liz Truss, después de tan solo 45 días en el poder, quien tuvo que dejar el cargo tras no poder aplicar sus planes económicos de “shock”. Situaciones análogas ocurren en distintos lugares del globo.

Por más que Macri quiera ubicarse por fuera de los cuestionamientos al régimen, su batalla cultural, lejos de estar ganada, hay que inscribirla dentro de los elementos de crisis orgánica que existen en Argentina y de la creciente separación de franjas de la sociedad respecto de los partidos y coaliciones con los cuales gobernaron las clases dominantes en Argentina después de 2001.

El fracaso del Gobierno de Cambiemos, y la idea de que gobernó para los ricos, aún está muy fresca en la memoria colectiva de millones. Los “consensos negativos” con los cuales se ganan elecciones a veces (unos contra el "populismo", otros "contra la derecha"), pueden juntar votos pero no necesariamente sirven plenamente para construir relaciones de fuerzas acordes a los planes de gobierno que se proponen. Junto con la batalla de ideas, la cuestión se decidirá, sí, en la lucha de clases, y de ninguna manera deberían subestimar el enorme descontento no solo político, sino también social, que está al límite de su tolerancia. Advertencia válida para cualquier variante peronista, cambiemita o libertaria que llegue al poder en 2023 y continúe los planes del FMI.

Y respecto de esto último, también valen las lecciones del primer tiempo. El malmenorismo alentado por el peronismo, y la complicidad que tuvieron durante el macrismo no solo las cúpulas sindicales sino también los referentes del hoy Frente de Todos que le votaron las leyes a Macri (como Sergio Massa, entre tantos otros), solo han servido para que avancen la derecha y empeoren las condiciones de vida. De lo que se trata para quienes nos paramos desde la vereda de enfrente al ajuste, es de tomar el destino en nuestras manos, hoy para luchar contra los planes que aplica el peronismo y deterioran las condiciones de vida, pero también para construir con la izquierda otra alternativa política y otra salida a la crisis. (LID) Por Fernando Scolnik

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