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Lealtades divididas

El gobernador pregonó en los últimos días que el viaje a Estados Unidos tenía una importancia inusitada. El objetivo era nada menos que negociar el recupero de los bonos que durante la era romerista comprometieron el 80% de las reservas hidrocarburíferas de la provincia por U$S 234 millones y durante 14 años. En el discurso del 1º de Abril, cuando se reunió la Asamblea Legislativa para iniciar el período de sesiones, anticipó esta gestión financiera y la comparó con la
cancelación de la deuda con el FMI que se dispuso durante el mandato presidencial de Néstor Carlos Kirchner. Para ambos, en los dos casos la soberanía nacional está en juego.

17 de mayo de 2008| copenoa |

Las cifras involucradas en la operación recién han comenzado aparecer. Casi se está tornando una costumbre que los funcionarios de Urtubey den respuestas ante micrófonos benévolos luego de que en las cámaras legislativas se aprueban pedidos de informes por la falta de coordinación entre las iniciativas del Poder Ejecutivo y su consecución en la Legislatura. Carlos Parodi ha ventilado que a la fecha ya se han
pagado aproximadamente U$S 250 millones entre amortización de capital e intereses y que restarían pagar otros U$S 160 millones para el rescate definitivo, que originariamente estuvo previsto para el 2.015.

Mientras para el oficialismo se trata de una operación sin precedentes que permitirá redirigir la venta de recursos gasíferos hacia mercados internacionales de mejores precios, otros sectores han mostrado preocupación por el retroceso en la calificación que para las empresas internacionales tenía Salta con anterioridad a los anuncios (del “investment grade” al ’credit watch” dicen). Muchas dudas se
ciernen sobre la secuencia a transitar pues no se ha informado si se pactaron sanciones por el rescate anticipado o si pagaremos comisiones a favor de estudios y entidades financieras intermediarias. El Ministro de Finanzas y Obras Públicas deberá dar explicaciones detalladas el jueves venidero ante el Senado Provincial.

Al margen del respaldo mediático conveniente, la estadía del mandatario en el país del norte no ha pasado de una serie de entrevistas con estudios jurídicos que dirigen la negociación por indicaciones casi íntimas del gobernador, visitas a las consultoras que instalaron la sospecha del “default” de los mentados bonos y algunos pretendidos inversores en turismo. Los resultados de la gira se verán en los próximos tiempos aunque la seriedad que debiera caracterizar a toda incursión en el
exterior se ha visto empañada por una conducta casi infantil.

De manera inexplicable, las imágenes televisivas de la tarde del 14 de Mayo mostraron a Urtubey compartiendo el palco durante el acto de asunción de Néstor Kirchner como presidente del Partido Justicialista. Para ello ordenó interrumpir su agenda, improvisó un vuelo a Buenos Aires para regresar a EEUU al día siguiente. No son pocos los que especularon con que el dinero del Estado financió semejante
capricho, aunque el gobernador se encargó de neutralizar las versiones asegurando que el dinero salió de su bolsillo. De ser cierto, en esta pequeña aventura habría gastado más de lo que percibe como sueldo por trabajar en beneficio de los salteños durante 30 días.

El gesto, que en el subconsciente colectivo se ubica junto a las generosas propinas y las cotizadas carteras de la Presidenta, no tan sólo sitúa al mandatario en el reducido sector de los propensos al gasto impúdico sino, también, ha devaluado la importancia de su objetivo. Está claro que ha sacrificado los altos compromisos gubernamentales –si realmente fueron importantes- para presenciar un acto partidario
en el que ni siquiera tenía un lugar protagónico. Es difícil imaginar que la
concentración del poder presidencial les imponga a los gobernadores semejantes gestos de lealtad. Mucho menos luce razonable que la más alta autoridad provincial pueda resquebrajar el protocolo y la agenda para compartir una ceremonia acotada a la liturgia oficialista.

Tal vez sean otras las razones que gobiernen estos espasmos individuales. El viaje nunca pudo presentarse como una cuestión de urgencia -cuando todavía quedan más de siete años para ejecutar el recupero de los bonos- pero permitió al gobernador evadir la renovada crisis del agro. Mientras Scioli, Schiaretti y Binner transitaron
por el diálogo alternativo con los productores, el ascendente chaqueño Capitanich confrontó en debates televisivos y el tucumano Alperovich criticó a quienes no se verticalizaron con la presidenta, que insiste en combatir al único sector que ha demostrado que puede desestabilizarla. Un gris Urtubey prefirió quedar bien con todos y buscó la excusa para salir del trebejo en donde pugnan piezas tan contrastantes como el ébano y el marfil.

Tras ciento veinte días de mímica los ciudadanos han comenzado a exigir
correspondencia entre el discurso y los hechos. Coherencia en las gravitantes decisiones de Estado como en los mínimos gestos del que porta la más alta investidura provincial. El salteño no logra comprender que quien criticó recientemente a Romero y su inefable séquito haya mantenido en el gobierno al 80% de sus funcionarios. Tampoco asimila que quien en la campaña prometió no residir en Finca Las Costas habite esta residencia a partir de su jura como gobernador. Tal vez
les repugne que quien prometió erradicar el despilfarro haya gastado $20.000 para escuchar la marcha peronista con bombos y mística pagos.

Cuando regrese, el gobernador deberá enfrentarse al mayor de los desafíos. Desde ahora deberá optar entre reivindicar el federalismo y rediscutir la coparticipación o declinar los intereses locales para entregarlos a la caja extorsiva del matrimonio santacruceño. Entre investigar la corrupción de la gestión saliente o continuar aceptando la presencia de Fernando Yarade y Alfredo Petrón en cada acto protocolar.
Entre socavar la organicidad de los partidos de oposición mediante la infiltración o invitarlos a que contribuyan al mejoramiento democrático.

Está claro que el diseño de políticas transformadoras configura todavía materia pendiente y que el cambio no ha de gestarse solo con propaganda y sobreactuación contrapuestas a un híbrido hermetismo. En el gobierno proliferan ideas aisladas que se diluyen por la ausencia de un proyecto global. Los ministerios lucen como compartimientos estancos y faltan espacios concretos de participación para que
agentes externos oxigenen una cúpula signada por el personalismo. En cada acto del gobernador un Estado concentrado apuesta girones de confianza y cada yerro tiene repercusiones negativas imprevisibles.

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