“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y como la recuerda para contarla”. Gabriel García Márquez.
Con estas palabras García Márquez inicia sus memorias y me parecen un reflejo bastante cercano para reflexionar sobre la actividad periodística que vale la pena recordar, tuvo al probablemente mas importante escritor latinoamericano vivo, como un apasionado cultor.
Debo confesar que no abrevo en las fuentes del periodismo neutro, que pretende del periodista una abstracción de la realidad, como si esta pudiera vivirse sin emociones, como si el como de García Márquez pudiera evaporarse en las mansedumbres desprovistas de la impronta personal.
Es por ello que el periodista no puede recurrir a los lugares comunes que diluyen las responsabilidades, tornando las autocríticas en mediocres monedas de cambio evasivas de la honestidad intelectual.
Es cierto que el periodismo se nutre de la sociedad en que vivimos y como tal un reflejo de la misma, pero la cantidad y diversidad de destinatarios, amplifica las responsabilidades, mas aùn, en un esquema donde el avance del poder político y económico sobre los medios, tiende a desvirtuar la esencia de la profesión y arrincona a sus actores, donde las ideas ceden proporcionalmente al aumento de los niveles de supervivencia.
La propiedad de los medios y el destino de las pautas políticas, operaron un fenomenal avance al punto de colocar la actividad, en un estado de sospecha permanente y la falta de legislación ha sido un mecanismo extremadamente irracional, pero funcional a esta lógica que parece empeñarse en derribar las reservas morales y condenar al ostracismo a quienes se niegan a claudicar o aceptar impasibles, un moderno corrimiento de límites, donde el carácter social de esta actividad, trasunta sin pudores hacía el beneficio siempre especifico del interés individual.
Un esfuerzo para nada desmesurado nos permite comprobar que tanto en el orden local, provincial o nacional, la propiedad de los medios ha tenido un indisimulado traspaso hacia los políticos o ha claudicado a èstos, en su carácter de arrendatarios, convirtiendo al dinero público en la ecuación visible que perfecciona la rentabilidad del negocio.
Memoria de mis Putas TristesPero también los periodistas en un porcentaje, por cierto alarmante, han cedido a esta lógica y por ello no extraña verlos comprometidos y mimetizado en los procesos políticos, al punto de aceptarse como un engranaje mas del sistema, y en ocasiones jugarse todo en una elección, donde tarde o temprano las derrotas o los cambios los asemejan, a aquellas antiguas lloronas como viudas desconsoladas del poder en ofertas de nuevas nupcias.
El periodismo no es inocente del declive moral del país, sus cercanías y paralelismo con la política, muchas veces devienen en un espejo insoportable y obviamente que no me refiero a la licitud del pensamiento distinto, que no debe llevarnos a ver en el diferente una contracara moral y muchos menos, a la histeria de creer que las ideas que no se expresen como uno las concibe, necesariamente deben estar imbuidas de algún interés que las demoniza, en una actitud maniquea que traza una línea que torna insoportable la convivencia.
En este contexto, no ha sido casual la estigmatización mediática de las ideologías, su degradación en aras de posicionar un nuevo orden, donde se anteponen las personas a las ideas en una pretendida disociación que desemboca en un híbrido que consagra la sacralización del fin, con prescindencia absoluta de los medios.
Esto solo puede explicarse en el determinismo hacía el pensamiento único, que avasalla los pilares de la prensa, que deben naturalmente direccionarse hacia la diversidad; permitiendo la expresión de las minorías, desafío inclaudicable del periodismo como contribución a la tolerancia, donde los sueños sociales, inician el transito de las utopías a la realidad, porque como dice el inoxidable catalán “LA VIDA SIN UTOPIAS ES SOLO UN ENSAYO PARA LA MUERTE”.
Gabriel Garcia MarquezGarcìa Marquez en su libro “memorìas de mis putas tristes”, expresa que “EL SEXO ES EL CONSUELO QUE EL HOMBRE TIENE CUANDO NO LE ALCANZA EL AMOR” y siguiendo esta línea vale la pena evocarlo para decir que: “EL PERIODISMO ES EL CONSUELO QUE LA SOCIEDAD TIENE CUANDO NO LE ALCANZA LA DEMOCRACIA”.
Sin una comprensión cabal del valor de esta responsabilidad, la profesión transita caminos sin destino, laberintos sin horizontes, propio de la falta de pasión, elemento indispensable en una actividad necesitada de una vocación insaciable, capaz de disputarle los fueros al amor, sentimiento éste, que como bien dice Serrat, nunca es literatura (y mucho menos periodismo), si no se lo escribe en la piel.
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