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La muerte como naufragio y la Justicia como error

Decía Baltasar Gracián que "la muerte, para los jóvenes es naufragio y para los viejos es llegar a puerto". Los viejos han colgado la última luna de su existencia en el cielo del esfuerzo, de la construcción, de la idea, tengan las calidades que tuvieren. Morir joven, en cambio, es una cruel desatención de la vida. La más dolorosa.

21 de agosto de 2009| Nelson Francisco Muloni |

Frente al apresuramiento del destino por el guadañazo temprano, no hay consuelos. No hay formas. No hay cabida en el apenas límite de la piel que nos sostiene. Es el final inesperado. Desgarrador. El que nadie imaginó en la aurora de la vida. Eso es lo que pasó en Cromañón con un centenar de chicos incinerados, volatilizados, ahogados por la tempranera afección de la muerte.

La Justicia es la primera herramienta de equilibrio social. Las sociedades sin justicia o con una justicia amañada, pérfida y tardía, van perdiendo noción de solidaridad. Pierden, justamente, el equilibrio hasta que el desquicio es la norma. Y las sociedades, entonces, enferman. Irremediablemente y sin fiebre. Directamente al Averno.

Ha pasado en la Argentina con las explosiones en la AMIA y en la Embajada de Israel. Sucede con este extraño rito en el que una banda musical extrema una provocación innecesaria días antes del fallo por Cromañón y sus seguidores festejan, sin el pudor del silencio ante la muerte. La muerte de jóvenes como ellos que naufragaron. Para siempre.

Alguien, creo que Mauricio Abadi, uno de los grandes psicoanalistas argentinos, hablaba de la muerte y de la oquedad en el alma. Decía que la constante tras la muerte, era el duelo, primero, y luego la resurrección. Pero, ante la muerte que amanece en un joven, ¿es la misma secuencia humana?

Ver a un padre frente al cadáver de un hijo, es estremecedor. Increíble. Un pecado, se diría, de la propia Naturaleza. Si, además, la Justicia es innoble por su accionar escabroso, lleno de meandros chicaneros y abogadiles, es inservible y tan peligrosa como el propio incendio en Cromañón o las bombas en la AMIA y en la Embajada.

Pero estas tres circunstancias, históricas ya, se contrastan con la cotidianeidad de los jóvenes muertos en las prisiones policiales o apaleados por sus coetáneos mientras crecen los organismos de nombres que buscan eufemizar (con perdón por el neologismo) las indignidades sociales. Son expresiones del mismo desbarajuste que ha permitido Cromañón y los estallidos sin justicia.

No cuestiono fallos ni libertades. Hablo sobre conductas. Sobre injusticias. Sobre finales. ¿De qué modo se puede entender la celebración de los que no fueron condenados, por encima de los cadáveres de los que murieron? ¿Cuánto ganó River? ¿Cuánto Boca? ¿Cómo es que otros lloran, definitivamente, mientras algunos se regocijan idolatrando totems levantados sobre el camposanto?

Parece un infortunio. Pero es una inmoralidad. La misma inmoralidad en la que se queman (o asfixian, qué más da), adolescentes presos en Orán. O en Santiago del Estero, con el tiempo de la espera hacia el cadalso que no imaginaron nunca. O quizás lo olfatearon en el aire de la tardanza judicial. Que no es tardanza, sino perversión.

Perversión que nos acribilla el corazón por el infortunio de mantener jueces corruptos y legisladores insanos. A los que hemos venido tolerando...

Jueces y legisladores que buscan bajar la inimputabilidad de los menores como si eso, como por arte de magia, diera solución a la inseguridad o detuviera el alto índice de criminalidad. "Si es joven, es delincuente" pareciera ser el lema. Como si los adultos y el Estado no tuvieran ninguna responsabilidad. Como en Cromañón. Apenas cuatro años después. Un disparate.

Cromañón es un disparador de sensaciones. Y lo será hacia adelante. Hacia el desquicio final. Un adolescente se colgará cerca del puente Vélez Sarsfield, en la ciudad de Salta, o en la tranquila Maimará, en Jujuy. El "paco" inundará los mercados y ferias y el puño policial reventará algunos hígados jóvenes.

Habrá, entonces, que dar lecciones: Naufragios para los jóvenes y esterilidad en los Tribunales que aún se mantienen. Por error.

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Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz

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