La irracionalidad de la dinastía Kirchner contra el 82% móvil

Después de oír atentamente cada uno de sus discursos hablando de la justicia social, le preguntamos ¿a qué Justicia Social se refiere Sra. Presidenta?

Además de negar el 82% móvil, hacer uso indiscriminado de los fondos de la ANSeS, aceptar las privaciones a la que se ve sometida la clase pasiva, a las carencias del PAMI, con sus precarias prestaciones y sus dificultades en las tramitaciones, sumada a la inseguridad de los mas desprotegidos, mientras todos los días los que matan y roban siguen estando libres.

No nos mal interprete cuando nos llama “clase pasiva”, somos pasivos porque estamos privados en lo laboral, porque no nos cubrimos el rostro ni amenazamos con palos, pero intensamente muy activos cuando se trata de defender los derechos que nos asisten, reflejados en el Art. 14 bis de nuestra Constitución Nacional, que dice textualmente “jubilaciones y pensiones móviles” que Ud., juro aceptar y respetar y tanto Ud. como su consorte, a pesar de ello, no se cansan de vociferar las 15 dádivas que otorgaron, creyendo que cumplieron con el mandato vigente a través de ese mamarracho numérico jurídico llamado ley de Movilidad.

Los jubilados forman una gran parte de la sociedad, que le guste o no, porque es muy fácil hablar del crecimiento económico, pero nunca señala a la inflación en alza que es el factor principal que deteriora progresivamente la calidad de vida de nuestros mayores, marginándolos y sumergiéndolos en la indigencia con $ 30,00 diarios.

Para los jubilados no hay justicia social, ni siquiera derechos humanos, ya que permite y asiente la falta de cumplimiento por parte de la ANSeS ante la OEA al compromiso asumido de abonar dentro de los 120 días las sentencias firmes y no apelar.

¿Los dineros mal distribuidos, no afectan el superavit fiscal? o simplemente seguirán rapiñando de las cajas de la seguridad social, para después rasgarse las vestiduras y decir que no están en condiciones de abonar el 82% móvil.

Jubilar es sinónimo de alborozarse, de lanzar voces de júbilo, de alguien que se siente dichoso, pleno, casi feliz y no la de soportar este calvario al que están sometidos nuestros mayores, por el antojo y el capricho, una condición que no tiene nada que ver ni con el origen etimológico de la palabra, ni con la realidad, ni tampoco con la envanecida arenga popular de su gobierno.

Omar Martínez

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