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Jubilados: el futuro de la clase obrera como descarte capitalista

Los jubilados de hoy son los docentes de la carpa blanca. Y son los arruinados por la desocupación y las privatizaciones de los 90 cuando tuvieron que agarrar trabajos precarizados y changas. Son también los que fueron despedidos en la crisis del 2001, donde les licuaron sus pesos con la brutal devaluación luego. Y después nunca volvieron a trabajar hasta que llegaron a la edad de jubilarse. O directamente vivieron de planes sociales sin poder salir de la pobreza.

21 de junio de 2019

Hace años que se la pasan viendo cómo cada cosa que fueron perdiendo, no la recuperaron bajo ningún gobierno. Conocen en carne propia, algo que sólo dice la izquierda en estos tiempos, que lo que se pierde en cada crisis donde los gobiernos hacen pagar a los trabajadores, no se recupera.

Esa “década ganada” que algunos coreaban, no existió para gran parte de los trabajadores, y que luego de haber pasado todas, llegan a una jubilación literalmente de miseria. Para los jubilados el ajuste de hoy para “repuntar mañana”, no existe.

Noticias de ayer… Extra extra…

Ahora los haberes mínimos son por debajo de la línea de pobreza, sino peor: la jubilación mínima en junio se “elevó” a $ 11.528,44, por debajo de la línea de indigencia que se calculó de $ 12.086,78 en el mes de mayo.

Este dato en números “fríos” es una realidad desesperante para millones de jubilados a los que no les alcanza para sobrevivir. No hace mucho fue la jubilada que intentó suicidarse en las vías del subte porque ya no llegaba ni a comprar los remedios. Hoy en día la única forma de mantenerse a flote es con el sostén de familiares o seguir trabajando.

Del otro lado, durante el Gobierno de Macri la fuga de capitales trepó a U$ S68.000 millones, y el Banco Central en mayo pagó a los bancos $ 64.100 millones en intereses por las Letras de Liquidez (Leliq). Así se aproximó a $ 239.600 millones en el año, casi igualando el presupuesto de las asignaciones familiares y la Asignación Universal por Hijo para 2019.

La reforma jubilatoria la hicieron pasar en diciembre del 2017 gracias a la represión de Pato Bullrich en las calles alrededor del Congreso. Pero también gracias a la mano de Pichetto y compañía que siendo “oposición” al macrismo votaron a favor del nuevo cálculo de movilidad, por entonces defendido como que iba a superar la inflación y ahora desmentido por la propia realidad.

Pero no fue de un día para el otro que ser jubilado en Argentina significa un destino en la pobreza. Para los trabajadores, claro, no para jueces que se retiran cobrando jubilaciones de privilegio. Sistemáticamente los distintos gobiernos se negaron a reconocer el 82% móvil, y dieron lugar a esa vieja costumbre de saquear a los jubilados.

La política de los gobiernos kirchneristas anteriores a Macri fue contraponer la incorporación al sistema previsional con el aumento de haberes, afirmando que para hacer lo primero no era posible cumplir con el reclamo histórico de que los haberes percibidos alcancen el 82 % móvil del salario medio. Hacia fines de 2015 la mayoría se encontraba percibiendo la mínima, muy lejos del 82 % móvil y de la posibilidad de alcanzar el valor de la canasta de bienes y servicios básicos del jubilado.

Todo eso sin contar que con la precarización laboral y trabajo en negro que se mantuvo e incrementó ahora, esos trabajadores no contarán con los aportes previsionales.

Un desprecio que hiela la sangre

El descarte de la vida humana es la lógica sobre la cual funciona el capitalismo. Si no enferma laburando en los campos contaminados, o rompe en las máquinas de la línea de producción, y es posible llegar a una jubilación, esos años, que ahora incluso podrían ser de mejor calidad por el avance de la ciencia, son todo lo contrario.

La extensión del promedio de vida genera un “gasto” innecesario bajo esta lógica, por eso es un problema mundial para la clase dominante y la primera orden del día en los planes de ajuste que implementan los gobiernos frente a crisis económicas. En Brasil hace unos días se realizó una fuerte huelga general contra esta reforma de Bolsonaro.

La ilusión de pensar un capitalismo más humano, que no sea la barbarie que se llamó “neoliberalismo”, puede quedar para la literatura fantástica, pero no es compatible con un gobierno que acepte las condiciones del FMI para pagar la deuda, ni con un sistema que sigue privilegiando que un puñado tenga todo. Ya desde ahora anuncian la necesidad de una nueva reforma jubilatoria.

El infinito desprecio a lo que vivimos los trabajadores es el común denominador de gobiernos y patronales, donde cuidan perfectamente sus ganancias y nuestras vidas no valen más que sus necesidades de exprimirnos hasta la última gota.
Por Larisa Pérez (LID)

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