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El vacunagate, la crisis del Gobierno y la lucha de clases

El Gobierno ha sido afectado en su legitimidad y fuerzas morales para gestionar una gran crisis. Cuando baje la espuma del Vacunagate, ese será quizás uno de los resultados más significativos de lo que ha sucedido en estos días.

25 de febrero de 2021

La profundidad y el alcance de este golpe se verán con mayor claridad en las próximas semanas. Sin embargo, y más allá de las políticas de control de daños que se implementan por estas horas (la primera de las cuales fue eyectar a Ginés), lo cierto es que de mínima ya es un hecho que el escándalo pega en un núcleo central de la política del oficialismo: ha quedado disminuida su autoridad para pedirle esfuerzos a la población en el marco de una crisis muy profunda. De poco sirve excusarse en la pandemia o la herencia macrista como explicación de los males, si millones empiezan a percibir que los amigos del poder tienen privilegios mientras otros se exponen al virus, mueren, enferman o caen en la pobreza.

El combo de crisis económica, social y desilusión política, potencialmente, puede ser disruptivo. No en lo inmediato, quizás, porque sería equivocado confundir los ritmos, sino como parte de una serie acumulativa de hechos que en su conjunto va configurando el devenir de una experiencia con el peronismo en el poder.

Sobre promesas e ilusiones, el Frente de Todos construyó en su momento un capital político que le permitió primero ganar las elecciones y después transitar un oscuro 2020 con la promesa de que había luz al final del túnel. Ahora, al filo de la cornisa entre querer parecer un gobierno amigo del pueblo o ser visto como una casta de los políticos de siempre, el oficialismo juega con fuego sobre el trasfondo de una situación social que no deja mucho margen para provocar a los abuelos que esperan su vacuna, a sus hijos y nietos que les hacen el aguante, al personal de salud que se juega la vida, a los que se quedaron sin trabajo, o a las personas de riesgo que piden desde hace meses algo que les cambie la vida.

Párrafo aparte merece en este cuadro la derecha opositora política y mediática alineada alrededor de Juntos por el Cambio, que con hipocresía pretende levantar cabeza con estos hechos, a meses de las elecciones legislativas. Al estar implicada también en casos de vacunas VIP y ser parte de la misma casta, su accionar, aunque se beneficien en lo inmediato, tiene un horizonte muy corto.

Es que lejos de ser rasgos característicos de un Gobierno en particular, los beneficios de la casta política, los empresarios, burócratas sindicales y amigos del poder en general son estructurales al sistema capitalista. No es casual que el “error” de Ginés González García se repita en provincias y municipios de distintos colores políticos, y en diferentes países de América Latina y el mundo. Capitalismo y privilegios van de la mano, mientras miles mueren esperando una vacuna que nunca les llegó. En este sistema, un Duhalde o un Scioli valen más que un jubilado.

Antes de continuar, anotemos lo siguiente para completar la escena: el silencio de Cristina Kirchner sobre el escándalo, busca despegar su figura y su imagen de esta crisis de su Gobierno. Más estratégicamente, intenta preservarse como elemento de recambio y contención frente al desarrollo de una situación de destino incierto.

Un nuevo momento para la lucha de clases
En el devenir del proceso real de los últimos años, el Frente de Todos representa el estadio de la ilusión de millones de mejorar sus condiciones de vida después de los años macristas.

Sin embargo, el contexto histórico configuró al Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner como un peronismo de la escasez, que lejos de dar empleo, mejorar salarios y jubilaciones, administra la crisis y la herencia macrista sin proponerse alterar ninguno de sus pilares. El profundo y sentido homenaje del presidente y de todo el régimen político al difunto Carlos Menem, exime de mayores explicaciones sobre el “respeto” que le tienen a todo lo que sea neoliberal, siendo intocables sus hitos como las privatizaciones o la flexibilización laboral. Haber legitimado la estafa de la deuda macrista o delineado un presupuesto de ajuste 2021 a pedido del FMI, complementan el cuadro.

Desacompasados, los tiempos de la conciencia política y del desarrollo de la crisis no siempre van a la par. Aun así, el crédito que millones le dieron al Gobierno a pesar del aumento de la pobreza y el deterioro del salario, transita un camino fluido en el que cada vez son más los sectores que comienzan a no esperar tanto desde arriba sino que empiezan a tomar el destino en sus propias manos.

El Vacunagate, combinado con padeceres como una inflación que no deja de golpear, posiblemente, no hará más que profundizar este sano camino, que durante 2020 tuvo sus adelantados en los vecinos y vecinas de Guernica y todos aquellos que protagonizaron tomas por tierra y vivienda, en los pibes y pibas precarios que salieron a organizarse, en los trabajadores de Latam que intentaron resistir los despidos o en los aceiteros que dieron una gran pelea por el salario, entre tantos otros.

Por estas horas, los jovenes del call center Hey Latam en Rosario, los obreros de Ternium-Siderar, los miles de docentes que marcharon en Tucumán y los que se organizan en todo el país, los trabajadores de la salud que están en la primera línea, los precarizados de Edesur, los ferroviarios del Roca, los algodoneros, los trabajadores de las apps y muchísimos más, abren una nueva página para este 2021.

La izquierda, a la par que plantea un programa de fondo de salida a la crisis, se la juega con ellos y ellas en cada pelea, para ganar y para ponerse de pie, pero también para tener más fuerza para coordinar las luchas, denunciar a los burócratas de las vacunas VIP y recuperar los sindicatos, comisiones internas y cuerpos de delegados para la lucha.

Este 8 de marzo, con las mujeres al frente, muchos de estos conflictos ganarán las calles, uniendo sus banderas con el pedido de Justicia para Úrsula y todas las víctimas de femicidios, y para gritar bien fuerte que el Estado es responsable. (LID) Por Fernando Scolnik

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