El 25 de Septiembre de 1.975 caía acribillado el Secretario General de la CGT José Ignacio Rucci. Durante muchas noches había logrado burlar a sus sicarios, hasta que un grupo operativo de “Montoneros”, al mando de Julio Iván Roqué y Horacio Antonio Arrué Cabral, lo sorprendió en una de las calles de Buenos Aires. La decisión había obtenido la aprobación unánime de la cúpula de esta organización y tenía por objetivo forzar a Perón a negociar con ellos en desmedro de la antigua dirigencia
del justicialismo que tenía al gremialista como uno de sus emblemas. Otra de las aberradas estrategias de Firmenich que sólo contribuyó a acelerar la creación de la ultraderechista “Triple A” que activó la represalia a balazos e inició el extermino que luego agotarían los militares a partir del 24 de Marzo de 1.976.
Las reacciones frente al crimen fueron violentas en Salta. Al día siguiente la CGT convocó a una misa en la Iglesia San Francisco y una marcha en silencio como despedida. Los ánimos se caldearon cuando los manifestantes observaron que ningún funcionario estuvo en el oficio religioso, que el gobierno no había decretado los rituales del duelo y la bandera no estaba a media asta en la sede de Mitre 23. Dos semanas antes, había adherido al duelo por la trágica muerte de Salvador Allende, mientras que el deceso de Rucci no provocó en el mandatario idénticos gestos. Actuó con torpeza ante un asesinato que tocaba a uno de los íntimos del líder del Movimiento.
Encabezados por Horacio Bravo Herrera, Febo Mazzaglia y sindicalistas ortodoxos como Miguel Angel Ramos y Raúl López, se decidieron a tomar el edificio gubernamental. Luego de colocar una bandera con un crespón negro y una corona de flores en el balcón del Salón Blanco, acusaron a Ragone y su gabinete de “comunistas” y les exigieron la renuncia. En respuesta, los adherentes al médico avanzaron desde los barrios hacia el centro apenas escucharon la noticia por la radio, a la vez que el director del penal de Villa Las Rosas –Eduardo José Porcel- se resolvió a defender al gobierno local por las armas y hasta vistió algunos presos con uniformes penitenciarios y los cargó en un camión dirigiéndose a la plaza.
A los sediciosos les faltó adhesión popular y se desconcertaron ante la poca preocupación que advirtieron en Ragone, que se mantuvo en su despacho. El diputado nacional Ricardo Munir Falú habilitó una negociación que culminó con el abandono pacifico de las instalaciones. En la puerta, los quejosos fueron agredidos por los defensores del oficialismo, a la vez que otro sector intentó copar la sede de la CGT. Esta maniobra también fue abortada gracias a la gestiones del Jefe de Policía Antonio Rubén Fortuny.
Los sindicalistas no se conformaron con el fracaso. A las horas golpearon las puertas de la guarnición militar y le pidieron al Teniente Coronel Martín Vivanco que se hiciera cargo del gobierno. Luciano Benjamín Menéndez estuvo en la provincia durante las horas que se prolongó el conflicto.
La “Marcha del Silencio” fue el primer episodio de desestabilización que sufrió Ragone durante su mandato y configuró el preludio de la intervención federal que se dispondría el 23 de Noviembre de 1.974. Dos y años y medio después los militares se decidieron a desaparecerlo cuando se había decidido a participar de las internas justicialistas que debían realizarse diez días antes del golpe militar. Sabían que muchos de sus detractores no se molestarían.
Foto de Portada: Miguel Ragone
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