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Vacunarse es un privilegio en un país que ya produjo el equivalente a 60 millones de dosis

“Si no pueden sostener un paciente, déjenlo morir”.

25 de mayo de 2021

La frase resume el “código de ética” que ya se empieza a aplicar en las instituciones de salud colapsadas. La doctora Luciana Ortiz del Hospital Heller de Neuquén, que fue parte de los trabajadores auto-convocados de salud, denunció el desborde sanitario: ante la escasez de camas de terapia intensiva, hay pacientes compartiendo respiradores e internados en los pasillos de la guardia. La doctora resumió la gravedad del clima que se vive en los hospitales: "Fuimos anunciando lo que iba a pasar, esto se venía y no teníamos como afrontarlo. Mientras los muertos no sean tus muertos no vas a entender qué está pasando".

Hoy, nos enteramos que Lara Arreguiz murió por Covid-19 luego de una internación demorada. Lara era paciente de riesgo por diabetes, y el estar vacunada le hubiera salvado la vida.

Las nuevas vacunas que llegaron este lunes y que alcanzan las 14 millones, llegan tarde y no son suficientes. Hoy argentina es el país donde más contagios y muertes se producen actualmente en términos relativos, superando a India, Brasil y EE. UU, con más población pero muchos menos casos.

Los portuarios y marítimos, docentes, choferes de colectivos auto-convocados, trabajadores de frigorífico y trabajadoras de comedores populares se manifestaron la semana pasada por la misma razón: exigen dejar de ser tratados como cuerpos descartables y ser vacunados. Todos perdieron a compañeros y compañeras de trabajo luego de contagiarse Covid: Ezequiel Coronel, Manuel Quiquinte (trabajadores del puerto), Mauricio Fernández “la liebre” (trabajador del frigorífico Rioplatense), Teodora Olloa (cocinera en el barrio San Martín en la villa 31 de Retiro) y Lourdes Huarachi (militante del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) en la villa 20 de Lugano), son algunos de los nombres de quienes ya no están. Y la pregunta necesaria, aunque dolorosa es: esas muertes ¿eran evitables?

Las cifras del Covid que van en aumento no son números: son personas con nombre y apellido que han dejado este mundo porque el sistema funciona mejor que nunca, y ese es el gran problema: las patentes de las vacunas generan nuevos multi-millonarios mientras las vacunas escasean en el mundo entero, el desempleo se multiplica, y la pobreza se profundiza. Las farmacéuticas nunca estuvieron tan contentas, los capitalistas están felices porque a pesar de todo, los estados se empecinan en buscar la normalidad para los negocios, incluso cuando –lo dicen todos los analistas- el mundo se hunde en una crisis de la que nadie sabe si algún día saldrá –si todo sigue igual-.

¿Todo la culpa la tiene el Covid-19?

Cada vez que en Argentina se habla de la pandemia se repite que la escasez de vacunas es un problema mundial en el que los países ricos pueden vacunar a su población y los pobres no. Y eso es así. El Director general de la Organización Mundial de la Salud admitió que los países ricos tienen el 15 % de la población mundial, pero concentran el 45 % de las vacunas del mundo. Los países con “bajos y medios ingresos” tienen casi la mitad de la población mundial y han recibido solo el 17 % de las vacunas del mundo.

Clarisa Giaccaglia, especialista argentina en Relaciones Internacionales, explicó al Washington Post, que la estructura oligopólica de los laboratorios que producen vacunas, garantiza que los países del norte concentren “más del 90% de la producción mundial y el 97% de las actividades de investigación y desarrollo”. El monopolio del mercado farmacéutico, al eliminar la competencia, permite “fijar los precios por encima de lo normal del mercado” y así, un enriquecimiento exponencial: el negocio de las vacunas permitió que hoy contemos 9 nuevos mil millonarios en el mundo, según informó la ONG Oxfam.

Como afirma Giaccaglia, las patentes bloquean el desarrollo de las industrias farmacéuticas en “países emergentes”. La desigualdad se explica por el sistema de patentes, por eso el Director de la OMS también resaltó la importancia de “compartir la tecnología, el know-how y la propiedad intelectual” para aumentar la producción de vacunas. Hace exactamente un año, la profesora de bioética Gabriela Arguedas Ramírez de Costa Rica propuso en Post Opinión, crear “un acervo de tecnologías, datos e información de todo tipo” que pudiera estar “al servicio de todos los países”. La necesidad de una respuesta global y excepcional a una pandemia mundial, ya es conocida por todos, pero hasta ahora ganan los acuerdos entre los laboratorios privados y los estados individuales.

Mientras tanto, la brecha entre países ricos y pobres aumenta cada vez más. Priorizar los intereses comerciales de los laboratorios que monopolizan las vacunas, no es una cuestión meramente “económica”: cada vacuna que no se produce o que se exporta, es una muerte evitable. En un año el conocimiento científico permitió desarrollar varias vacunas contra el Covid. Un desarrollo de ese tipo en tiempo récord, era impensado tiempo atrás. En lo que no hemos avanzado ni un poco es en responder a esta pandemia como la urgencia lo requiere: poniendo todos los recursos a disposición para enfrentar al Covid. El problema tal vez es ese. Los Estados y los laboratorios nos convencen de que el enemigo es “invisible” y se llama Covid, cuando hoy tenemos enemigos muchos más concretos: todos aquellos que priorizan los intereses comerciales y empresariales por sobre la vida de las personas.

¿Esenciales?

Antes de que se cumplan las 24 horas del paro portuario, los funcionarios de los ministerios de Salud y Transporte propusieron, según medios sindicales, establecer prioridades en el proceso de vacunación del sector, que aún no tiene fecha. Entre las prioridades que se fijaron, estuvieron las de “garantizar a priori la navegabilidad en los ríos y canales; es decir al personal que, por ejemplo, conduce dragas. También le dieron prioridad al sector de la pesca y al gasífero. ¿Qué significa “dar prioridad”? Se trata de elegir a quienes vacunar y a quienes no.

Hoy ser “esencial” conlleva un riesgo, estar obligado a trabajar en medio de una pandemia sin estar vacunados. Se empieza a replicar una frase: somos considerados esenciales, pero nos tratan como descartables. ¿qué es lo “esencial” del trabajo si la vida del trabajador o trabajadora se arriesga? ¿por qué tenemos que elegir entre trabajadores –vidas- prioritarios y trabajadores que no lo son? Y el problema nos lleva nuevamente a la escasez de vacunas. Argentina, con las cifras más graves del Covid a nivel mundial, produjo el equivalente a 60 millones de dosis, y solo vacunó con las dos dosis contra el coronavirus menos del 5 % del total de la población. ¿cómo se explica esto?

Hoy, dice Agostina Mileo en Cenital, podemos señalar responsabilidades claras porque “la concentración del capital nos permite identificar a los beneficiarios y hacedores de la desigualdad”. Es que no toda la culpa la tiene el Covid. La desigualdad actual se explica por los negociados secretos que se realizan entre los laboratorios privados, el Gobierno Argentino, y las empresas farmacéuticas que monopolizan las patentes (como AstraZeneca).

Economía vs salud: el Estado y los laboratorios ya eligieron

Dicen que soy esencial.
Yo tengo que trabajar con las vacas, todos los días. El gobierno no te deja anotar para vacunarte. Los que trabajamos somos esenciales para trabajar, pero no para vacunarnos. Si te queres anotar, no te dejan, a no ser que tengas algún problema…

Pensar que podría haber vacunas de sobra…
Sí. Si usaran las que hacen acá en Garín…
Las palabras son de un trabajador de un frigorífico. ¿Qué pasa en Garín? El laboratorio mAbxience (Grupo Insud) de Hugo Sigman, que está ubicado en Garín, Provincia de Buenos Aires, ya produjo el equivalente a 60 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca, pero fueron a parar a México, en manos del empresario farmacéutico Carlos Slim. Mientras tanto, este lunes ingresaron al país tan solo 843.600 dosis de la vacuna AstraZeneca (cuyo principio activo se fabrica en Garín) cuando el contrato celebrado el año pasado entre el gobierno argentino y la empresa farmacéutica, contemplaba 22,4 millones de dosis de esta vacuna.

Las vacunas contra el Covid, que hoy salvan vidas, continúan alimentando un negocio multi- millonario.

Mientras se prioricen los intereses privados de los laboratorios, vacunarse seguirá siendo un privilegio: declarar de utilidad púbica el laboratorio mAbxience ubicado en Garín, es una medida urgente si lo que se busca es poner en el centro las necesidades sanitarias de la población. Pero para esto es necesario que se escuche con fuerza la voz de quienes empiezan a exigir la vacunación de los esenciales. Ya vimos con los y las trabajadoras de salud de Neuquén, que fue la unidad y la persistencia en la lucha lo único que logró conmover las decisiones del gobierno. Por eso es urgente que los sindicatos coordinen estos reclamos para que se escuche con más fuerza que “somos esenciales, no descartables”. (LID) Por
Luján Calderaro

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