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Tres empanadas.El mito de que la flexibilización laboral crea empleo

La "flexibilización laboral", una propaganda de las patronales que supo ser el caballito de batalla en los años ´90, volvió en los últimos días con mayor efervescencia en los debates de campaña.

4 de octubre de 2021

Ni desde la experiencia histórica reciente ni desde el plano teórico se sostiene este postulado. En este artículo hacemos un repaso por algunos de los argumentos que refutan este mito.

Pero esto no significa que el desempleo no tiene solución. Por el contrario, hay otra propuesta para resolver el desempleo mejorando las condiciones laborales, una propuesta que no gusta al poder dominante porque afecta sus intereses.

¿Qué quiere decir “flexibilización laboral”?

La mayor parte de la propaganda mediática presenta a la flexibilización como cambios necesarios en las condiciones de trabajo que beneficiarían tanto a los empleadores como a los empleados. Lejos de ello, significa un recorte de derechos laborales para beneficio de los primeros, como se explica muy bien en este video.

“Flexible” quiere decir, abaratamiento para el empresario del costo de despedir para contratar trabajadores más baratos. Por ejemplo, la eliminación de la indemnización y su reemplazo de un seguro para el empleador que denominan Fondo de Cese Laboral.

Quiere decir modificar las reglas laborales todo el tiempo: turnos rotativos, francos móviles, polivalencia, y otros tantos conceptos que se fueron introduciendo en los convenios laborales desde los años ´90 con el aval de las burocracias sindicales como en el SMATA en el sector automotriz o en Vaca Muerta para el sector petrolero.

Pero ni desde la experiencia histórica ni en la teoría se sostiene este mito. Veamos.

1- Experiencia histórica: no hay ni una evidencia de que haya creado empleo
Presentamos dos ejemplos, el primero a nivel de ensayo global, el segundo a nivel de sector productivo.

El ejemplo más gráfico en la Argentina es el experimento de la flexibilización que llevó adelante el gobierno peronista con Menem durante los años ´90. Los resultados fueron contundentes:

La desocupación pasó de ser el 6,3 % en 1990 a ubicarse en el 13,8 % en 1999.
La subocupación se movió en el mismo sentido.

El porcentaje de personas bajo la línea de la pobreza, luego de bajar en 1991 al 21,5%, creció hasta el 26,7 % en 1999.

La década también concluyó con mayores niveles de desigualdad en el ingreso.
El otro ejemplo es el de UOCRA: Se trata del convenio "estrella" que ponen de ejemplo al referirse a la quita de la indemnización por despido. No sólo el convenio “flexible” no generó más empleo que otros sectores ni mayor registración laboral (en el sector es uno de los índices más elevados), sino que en las crisis se generó más desempleo porque se podría despedir más fácil:

El periodista Alejandro Bercovich expuso en su columna en Bae Negocios dos casos testigo de lo que pasó en plena pandemia:

En el gas hay empresas que tienen a empleados bajo convenio del sector y otros con UOCRA. “En Cosugas SA, solo durante la pandemia fueron cesanteados 200 operarios bajo convenio de la UOCRA y ninguno de los amparados por el convenio del STIGAS.” Y agregó que “en Exgadet SA fue 55 a cero.”

Es también lo que ocurrió con trabajadores tercerizados de la empresa EMA, en que realizaban tareas para EDESUR bajo el convenio de UOCRA y fueron despedidos por reclamar el pase a planta.

Hay una definición que es fundamental y que redobla el fundamento de por qué los trabajadores, mujeres y varones, formales e informales, desocupados y ocupados, nativos y extranjeros, deben luchar unidos: si les quitan derechos a los trabajadores formales cae la capacidad de defensa de los ingresos del conjunto de la clase trabajadora.

No por nada, los trabajadores no registrados perdieron casi 14 puntos de poder adquisitivo en los últimos dos años, más del doble de lo que perdieron los registrados (-5,9%).

2- Desde el plano teórico: argumentos falsos

“El sistema es tan rígido que los deja afuera”, dijo Cynthia Hotton, candidata antiderechos de las mujeres, liberal en lo económico y derechista, intentando responderle al diputado del Frente de Izquierda, Nicolás del Caño cuando cuestionó la reforma laboral.

Hotton resume así un postulado histórico de la escuela dominante en economía, la neoclásica (pero que también toman mucho llamados “heterodoxos”) y el liberalismo, de que el problema para resolver la desocupación es la rigidez del mercado laboral, que los salarios “no ajustan a la baja”.

Aunque parezca increíble, lo que están planteando es que para que crezca el empleo los salarios deben bajar aún más. Vale recordar que en el último reporte del Indec, el 40 % de los asalariados percibía menos de $ 35.000 por mes en el segundo trimestre y el 80% cobraba menos de $68.000, es decir, apenas alcanzando la línea de Pobreza.

Dicha teoría plantea que para que haya equilibrio “el salario debe ser igual a la productividad marginal del trabajo”. ¿Qué significa? Que el salario del último trabajador contratado (o a la ultima hora laboral) será igual al valor que generó. Sostienen entonces que si se les paga al obrero más que la productividad el empresario iría a pérdida y va a optar por no contratarlos.

Se trata de un argumento totalmente falso: primero, porque al hablar de productividad "marginal" (se refiere a la última hora de trabajo) y no productividad media ocultan los verdaderos rendimientos del trabajo. Cabe recordar que la teoría neoclásica se apoya en la idea absurda de que no sólo el trabajo genera valor, también lo hacen las máquinas y el "capital", las que también entonces son remuneradas de acuerdo a su "productividad".

Segundo, porque es una teoría ya refutada por el marxismo: jamás se le paga al obrero por el valor generado, sino que siempre el salario va por debajo: en su jornada laboral el trabajador genera más valor del equivalente a aquellos bienes que necesita él y su familia para vivir.

Evidencia de ello es que a pesar de los aumentos en la productividad, los salarios no sólo no crecieron sino que el poder adquisitivo está un 30% por debajo del valor de 1974, de acuerdo a investigaciones del especialista Juan Graña, del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo, como explicó en esta entrevista.

Es que históricamente, las ganancias de la productividad son apropiadas por los empresarios en forma de rentabilidad. Estos aprovechan los mayores ritmos y rendimientos laborales para producir más en menos tiempo y para contratar menos trabajadores, no más.

Una salida posible y necesaria al desempleo: reparto de las horas de trabajo
Como planteaba Nicolás del Caño en el debate televisivo, "quieren hacer creer que para que los más precarizados estén mejor o para que tengan empleo quienes están desocupados, hay que quitar derechos a los que ya los tienen". Esos derechos son conquistas que obtuvieron con su lucha.

Pablo Anino, economista de La Izquierda Diario, publicó este domingo una nota llamada “Derechos laborales en peligro: las palabras y los hechos”, no deja lugar a dudas del ataque que significa en contra de las condiciones laborales.

Allí plantea que sí hay una salida posible al desempleo, pero es justamente lo contrario a lo que proponen los empresarios y sus representantes políticos: la reducción de la jornada laboral a 6 horas y el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados.

Si se aplicase en las grandes empresas se generarían 900 mil puestos de trabajo. Es decir, solo con eso la mitad de los desocupados pasarían a tener un empleo. Debe agregarse también la generación de empleo en el resto de los establecimientos y el estado con el reparto de horas de trabajo, y en la impulsada por un plan de obras públicas y de vivienda.

Por supuesto, esta es la “reforma laboral” que sí está orientada a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías sociales. Está claro que los empleadores pondrían el grito en el cielo porque afectaría sus ganancias, y de hecho, ya respondieron rotundamente que se niegan a acortar en lo más mínimo la jornada laboral.

Es una propuesta que va en sentido opuesto a la agenda del régimen del FMI. Por ello, se necesita imponerlo en unidad de los trabajadores, con organización y en las calles, y rechazando rotundamente todo intento de avanzar contra las conquistas de la clase obrera. (LID) Por Lucía Ortega

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