Una de las críticas más contundentes a la primacía del pensamiento científico y a la exacerbación tecnológica, ha sido realizada por el notable pensador americano, Rodolfo Kusch. Su tarea se torna asaz relevante si consideramos que estas reflexiones sobre el paradigma científico fueron hechas hace ya más de tres décadas, cuando aún la globalidad en expansión no había desatado sobre el planeta y sus habitantes, la serie de catástrofes anunciadas que caracterizan el mundo contemporáneo.
Pensar desde la América Mestiza con la rigurosidad y autenticidad con que lo hace Kusch, en un planteamiento siempre actual , cuando todo aquello que él sostenía desde otro horizonte cultural, casi no deja hoy, resquicios para evadir las trampas de una modernidad amenazante y de una neocolonialidad del pensar que atrapa y subyuga con fuerza incontenible hasta las mismas fronteras del paradigma en cuestión.
En un trabajo encomiable, Kusch desnuda pacientemente las falacias de los principios lógicos que dan sustento a la ciencia instrumental, deshaciendo los nudos de las determinaciones categoriales en un horizonte simbólico que recompone la instalación primera del hombre en la Naturaleza.
Nos dice: “Existe el miedo de emprender un camino inverso al de las cosas y, tocar un límite en donde la materia y la anti-materia se alternan, en donde el hombre se encuentra con la experiencia de ser puro hombre”.
Condensa aquí la necesidad impuesta de hacer del puro hombre un ser en un mundo de objetos, donde sin duda se arriesga, la plenitud de la existencia, por un mundo ordenado de meras abstracciones.
Las lógicas binarias, las aventuras de la verdad y la universalidad en el hacer y transformar el orden cósmico, expresan la voluntad de dominio que está en la matriz misma del proyecto civilizatorio.
Ya destacaba Kusch las imbricaciones entre los procesos productivos de la Revolución Industrial, la expansión colonial y el uso del razonamiento discursivo, que conforman la trama basal del paradigma occidental. Es decir, todo el horizonte simbólico de la empresa imperial debe verse como una unidad inescindible, donde los fragmentos y los abordajes vectoriales, escatiman la posibilidad de entender la globalidad en su exacta dimensión: la aventura colonial y el dominio de la Naturaleza son mapas de una misma topografía expansiva.
En esta expansión de la matriz de pensamiento europea, Kusch advierte sobre los residuos que va dejando la construcción lógica de la mundanidad del hombre, residuos que no son otra cosa que la misma presencia de lo absoluto, los transinteligibles, lo numinoso y sacralizado y, en suma, todo aquello que no puede ser afirmado es desechado al lugar oculto de la irracionalidad y las utopías.
Semejante operación de cercenamiento de la totalidad no puede sino realizarse desde la centralidad de un sujeto pensante que prioriza el orden inteligible antes que la existencia fundante. El intento por componer una imagen del mundo generada desde el horizonte simbólico de Europa moderna, deviene en una epistemología entendida como ciencia de los objetos y en una antropología centrada en el sujeto que piensa y transforma el mundo natural.
La delimitación del campo conceptual supone inevitablemente la pérdida del horizonte simbólico, una suerte de sacrificio sacramental que realiza la fenomenología objetual en la búsqueda de la verdad como afirmación y coincidencia de lo dado con la idea. Toda una trayectoria que encamina el pensamiento occidental al olvido de la densidad fundante de la existencia arraigada en los antiguos saberes y las culturas de lo inasible.
Por este camino la Naturaleza revierte su primacía preontológica, para convertirse en el sustrato de la nueva experiencia de la conciencia desplegada como razón productiva posicionando así una Modernidad extendida sobre la topografía superficial de lo mensurable y cuantificable en el origen de la expansión colonial sobre los territorios y las culturas de la diversidad.
Por su formación personal y su experiencia de campo, Kusch va a desarmar pacientemente la matriz científica de las epistemologías de las Ciencias Sociales, sin fragmentarlas para recomponerlas, sino abarcándolas en un esfuerzo por comprender que va más allá de la Antropología, la Etnología y la Filosofía, para presentar desde la sabiduría popular y americana, un pensar del hombre en general.
Nos dice: “La ciencia no es un descubrimiento de la humanidad, sino que es una creación de Occidente y en tanto tal localización, exige su estructuración. La ciencia como determinación de objetos y como descubrimiento de leyes universales, es un hallazgo de Occidente dentro de un proyecto político del propio Occidente”
Vemos que en el fundamento mismo de la razón científica se encuentra el proyecto político de tal despliegue, por lo que hacer ciencia es siempre hacerla desde un lugar y un tiempo histórico determinado por la expansión de una determinada cultura sobre las otras culturas diversas y sobre la Naturaleza.
De allí la intrínseca relación entre Epistemología y Modernidad, de allí mismo también la intrínseca imbricación entre Modernidad expandida y Colonialidad del poder. Por eso es que toda delimitación de los entes, toda constitución del objeto , todo recorte de la realidad existente, se hace sobre una parte del Universo, el mundo de lo óntico, el campo de los objetos , y la consecuencia primera de esta operación es la de desechar todo aquello que no puede ser convertido en objeto, con lo que estamos dejando fuera del campo de las determinaciones, lo inconmensurable, los transinteligibles, la infinita variedad de existencias, sentidos y creencias, que nos permiten habitar el mundo.
Ahora bien, que pasa con nosotros, los que somos apenas meros espectadores de la vectorialidad científica, los que tomamos los cánones académicos como instrumentos certeros para la transformación de nuestra cruda realidad, esto es lo que preocupa a Kusch, esto es lo que amerita su tarea de trastornar el orden pensante en las inexploradas consecuencias que acarrea esa manera de concebir el mundo y de modificarlo, que nos llega desde los centros de poder colonial y que replicamos como la forma exacta de conjurar nuestra incómoda pertenencia a las fronteras no determinadas de la globalidad expandida.
La ciencia tiene un peso óntico, se trata de hacer inteligibles los objetos, pero en esa tarea le va al hombre mismo toda su integridad porque en el conocer mismo ya se implica el sujeto que conoce, no es autónomo el conocer del estar situado para hacerlo, las distintas formas que asume el acto de conocer y objetivar conllevan un compromiso existencial de quien opera racionalmente, es más, conocer para producir, es también reproducir en el sujeto, las condiciones de posibilidad de la existencia del objeto.
No es un problema menor, este de estar situado para hacer ciencia, cuanto más, cuando esa misma ciencia se traduce en una praxis determinada, es decir, cuando la ciencia es aplicada para transformar la pura realidad en la que estamos, en el modo moderno de la tecnología, en la generación de operaciones que modifican la totalidad en topografías mensurables y modelos productivos.
Nos dice Kusch: “La tecnología está condicionada por el horizonte cultural donde se produce” “ No podemos separar del lugar y del tiempo exacto a la tecnología. No hay tecnología sin ecología cultural perfectamente determinada”
Estamos aquí en la misma centralidad del paradigma científico occidental; hablar de ecología cultural en esos años signados por la “revolución verde”, el desarrollo y el estructuralismo, era demasiado, era comprender certeramente las propuestas de la Modernidad para un mundo inquietante y complejo que resistía las recetas superadoras del atraso y la persistencia de las culturas indomables.
Rodolfo Kusch da cuenta, tempranamente, de las dificultades que conlleva una occidentalización forzada e irreverente que, seducida por los éxitos de la producción industrial y el consumo, intenta la aventura de reproducir las tecnologías bélicas exitosas, en tecnologías para la paz y el desarrollo.
Expone una certeza: “Vivimos en un mundo donde los dioses ya no molestan, ni se caen ni hay que adorarlos”, una manera de sentir la mundanidad como ausencia y como imposición. El dominio de la ciencia instrumental y sus variables tecnológicas ha triunfado, nuestro pensador no pudo asistir a la crisis de la Modernidad, pero tuvo la exacta dimensión de sus consecuencias.
Pero no todo es racionalidad y producción, hay que comprender las resistencias necesarias a la expansión del paradigma civilizatorio, y esa es la tarea que emprende el maestro, la inconmensurable épica de develar lo oculto, lo ignorado y despreciado, en el resto de humanidad y cultura que se oculta a las miradas categoriales, hay que emprender la tarea de develar un pensar de la totalidad por fuera de las fronteras seguras de la lógica autorreferencial.
Abordar el pensamiento popular y las culturas de los márgenes sin instrumentos ni metodologías de los mismos que lo invisibilizan. Aquí los referentes desaparecen, las grietas del pensamiento dominante son apenas fisuras, los vestigios contraculturales se reducen, y hay que comenzar las tareas de pensar la Liberación en soledad e incertidumbre. Kusch lo encara de un modo casi testimonial, a contrapelo de la inmensa mansedumbre intelectual de la época, comienza a esbozar un pensamiento seminal, simbólico y ritual, auténtico en su gestualidad y silencioso en su determinación lingüística, que se escurre por las tramas analíticas de los abordajes eurocéntricos, y desborda en su persistencia y vitalidad, que le permite a nuestro pensador, acometer desde América, al hombre mismo y su acontecer en el mundo, más allá de las epistemologías y sus consecuencias ecológicas y culturales.
Pero volvamos a la ciencia y su pretensión de comprender y legislar el orden intrínseco del universo desplegado. Hay sin duda una racionalidad que vertebra una imagen comprensible del hombre y su entorno, es la mirada del dominio y del apoderamiento. Es la colonialidad de los otros, que no son los sujetos del conocimiento, la que vertebra los caminos del crecimiento exponencial de las condiciones de reproducción del capitalismo concentrado.
La condición necesaria de los postulados científicos de la Modernidad, es poder reproducirse en toda circunstancia y en todo lugar, está en la base de la universalidad, legitimarse para todos y en todo, pero qué ocurre cuando hay un rechazo a estas pretensiones o se generan resistencias al dictum globalizado, entonces la verdad es puesta en duda, las lógicas categoriales no valen como premisas aceptadas; estamos en los límites donde el conocer y transformar no alcanzan las profundidades del vivir sin más. Nos encontramos en el lugar mismo donde la reproducción de la existencia escapa a las determinaciones modeladas y nos sumergimos, como siempre ha sido, en la incertidumbre y en la búsqueda del amparo.
Y este es el lugar del abordaje kuscheano de los pueblos y las culturas, el lugar donde las operaciones sistémicas no logran transformar la experiencia en conceptos, lo inasible e inabarcable del estar siendo, para cumplir con la costumbre de despojarse y ampararse en lo de uno, que es lo de los otros como ha sido y nos une a una totalidad impredecible, no planificada ni impuesta, sino que simplemente somos en tanto que estamos siendo, para que se complete la ritualidad de la existencia.
Y aquí estamos en el lugar donde la ciencia, como experiencia de la conciencia que conoce, no tiene cabida, donde hay una antelación preontológica que no puede nombrar ni ser que las cosas sean, y no es un camino de esterilidad conceptual, no es la absoluta indefinición, es más bien el territorio inexplorado de la densidad humana ligada a la compleja trama de lo existente, el lugar donde no hay respuestas para conjurar lo fasto y lo nefasto de la existencia, donde todos estamos, a pesar de nuestras murallas urbanas o inteligibles, en la misma desnudez primigenia y en el mismo horizonte de la sacralidad vivida.
Nuestra situación como pueblos colonizados por la expansión europea, nos debe hacer reflexionar sobre el verdadero contenido de las lógicas emancipatorias que venimos experimentando, como tantos otros pueblos, para ser naciones sin aditamentos, tarea casi imposible en 500 años de conquista y 300 de Modernidad. Será que nos cabe siempre una deuda que no nos permite ingresar a la emergencia civilizatoria sin despojarnos de los residuos culturales que nos ligan a la tierra y a las derivas cósmicas, pero esa deuda se revierte en bagaje no mensurable para las actuales lógicas de mercado y de productividad , que cuando Kusch pensaba, ya estaban cuestionadas, por la misma imposibilidad de reproducir el modelo extractivo y tecnorracional, hasta el infinito.
Ya en las primeras tentativas de extender el modelo apropiador de los bienes comunes, estaba el desafío prometeico de borrar las diversidades y las infinitas creaciones de las culturas sumergidas, en un horizonte de homogeneidades y relatos científicos; suprimir la complejidad de las culturas y los pueblos que, tozudamente, todavía resisten en los albores del siglo XXI a la ontología desplegada, afirmando su pertenencia a los universos simbólicos de la totalidad y lo numinoso.
Dice Kusch: “Se trabaja en general con el concepto de conciencia, entendida como conciencia científica, que se pone como sujeto frente al objeto. Pero el real funcionamiento de la conciencia implica también su apertura mítica. La conciencia mítica está orientada hacia la totalidad por tanto la conciencia científica sería sólo un aspecto”
Vemos entonces que hay en la metodología científica un recorte de la realidad, una segmentación del objeto de estudio para determinarlo como tal. Es decir que se opera concientemente sobre la determinación del campo de estudio, se establece desde el sujeto un desprendimiento crítico que recorta la totalidad y debilita la carga de sentido que brinda lo absoluto.
En el origen mismo del pensamiento científico encuentra Kusch la respuesta a semejante escisión del pensar fundado, puesto que Occidente comienza a pensar el mundo de los objetos creando una teoría del conocimiento que, desde la Alta Edad Media europea : “Desgarra el problema antropológico que yacía en el fondo del pensar. Olvida el simple hecho de que pensar desde el estar hace a lo humano en su totalidad y por el contrario, la presencia del ser que fija los entes, se vuelca hacia el mundo de las cosas, abre el espacio delimitado de la objetividad”
Pero esta comprobación abre las puertas hacia otras posibilidades del pensar que se desechan en la teoría científica, pero que permanecen en lo que Kusch denomina: el pensamiento arcaico, el pensar originario, las sabidurías populares. Un inmenso horizonte de símbolos y rituales que están en la matriz misma de la actitud pensante, aún lo sagrado como mediación con lo trascendente, se escinden y se arrojan al olvido ontológico.
Gigantesca operación del pensamiento especulativo, que hoy padecemos como mutilación de la totalidad y nos condena, como culturas fronterizas, a un pensar impropio y colonial que no logra integrarnos en plenitud porque carece precisamente de la originariedad situada, nos viene de fuera de nuestro horizonte existencial.
Y en este quedar fuera de la legitimidad científica nos va una parte importante de nuestro modo de estar en el mundo, se nos condena a ser meros repetidores de las teorías científicas o, casi siempre, eficaces operadores de las tecnologías productivas, que como las máquinas y sus manuales, nos llegan ya completas y funcionales. Repetimos una historia que nos ubica en la periferia de los acontecimientos y remedamos los modelos institucionales de la Modernidad europea.
Rodolfo Kusch, de notable formación filosófica, no intenta en ningún escrito de su vasta obra, descalificar la investigación científica, mucho menos los postulados epistemológicos, tarea permanente de las teorías de la falsación y las consistencias. Su labor apunta a delimitar el campo de investigación de las ciencias y a desnudar las consecuencias del paradigma científico sobre las poblaciones no incorporadas y sobre las culturas colonizadas por la apropiación eurocéntrica.
Es así que, en diferentes textos, su preocupación se dirige a los efectos de la expansión de la razón instrumental en las periferias colonizadas y en las culturas populares. Esto justifica su crítica implacable al desarrollismo de la época, a la educación y la comunicación concientizadas, y a las improntas positivistas y estructuralistas de las Ciencias Sociales.
Su experiencia de décadas en el Trabajo de Campo, con diferentes comunidades de la Región Andina, le permite comprender la inmensa distancia cultural entre las comunidades ancestrales y los modelos externos de crecimiento que proponen las usinas del poder hegemónico global.
Para Kusch, anticipando dilemas de acuciante actualidad, se trata de conmover los mismos postulados lógicos del monumental edificio de la racionalidad expandida, mucho antes de que los desarrollos de la mecánica de partículas dispersas y las teorías del caos y la incertidumbre, reformularan las bases mismas del paradigma dominante.
Mucho antes de la aparición de los Estudios Culturales, los pensadores de la Subalternidad y las Epistemologías Fronterizas, se propuso la tarea de reconstituir un pensamiento fundante y situado, que diera cuenta de nuestras dependencias de las culturas dominantes y la necesidad de volver a pensar desde el arraigo y la totalidad para restablecer al hombre, sin más, en la caída y el amparo de la finitud existencial.
Nos dice: “La cultura occidental, especialmente en sus zonas fronterizas, como nuestra América, se diluyó, en una cultura para cosas. Pero aquí estamos entre hombres y no entre cosas. Un objeto en Occidente, siempre cae de arriba hacia abajo, pero a nosotros el mundo no nos pesa. Se trata de otra gravidez, la de sentir el peso de lo trascendente, la de vivir la cotidianeidad de lo sagrado”.
Pero esta gravidez, impedida de volver de la caída, hace que la ciencia, entendida como el intento de desentrañar las mismas leyes que ordenan la dinámica del Universo, sólo permanezca en la coherencia interna de sus validaciones, en la tautología de lo ya sabido.
La lógica binaria de las identidades contrapuestas, el principio del tercero excluído, y la misma dialéctica hegeliana del devenir, como fantasmas obstinados de la astucia de la razón, se diluyen en la fundada astucia del juego existencial, territorio de los símbolos y los rituales que apuestan, desde siempre, a la posibilidad de estar sin más que “porque es costumbre” o porque “el mundo así es” o porque “la eternidad se gasta”.
Para Kusch: “Una cultura no es una totalidad rígida, sino que comprende además, una estrategia para vivir. Por eso, detrás de la ciencia hay una política. Por eso debemos aceptar las contradicciones, como un episodio lógico, pero no existencial. Hay que aceptar el caos, la lógica se construye para evitarlo. Porque el peso de vivir nunca es totalmente falso ni totalmente verdadero en sí mismo”.
Y en la estrategia para vivir, la herramienta occidental es la tecnología, fruto maduro de la ciencia aplicada a la transformación de la Naturaleza. Pero, esa tecnología pertenece a una cultura, y allí se instala la sospecha: podemos pensar en una forma decantada de Imperialismo, porque esa tecnología no expresa sino la extensión instrumental de un saber sin adherencias.
Y lo nuestro es el esfuerzo de “descubrir nuestra propia ecología cultural, de pensarnos desde lo particular y no desde las universalidades. La tecnología nunca es algo autónomo, sino que depende de la cultura que la genera. Pero si la cultura es una estrategia para vivir en un lugar y en un tiempo determinado, también es política”.
Esta imbricación de la tecnología con la política como expresiones empíricas de una cultura determinada, hace de la investigación científica y sus aplicaciones un elemento fundamental de las políticas de poder en la sociedad globalizada. Kusch estudia en el territorio de las culturas ancestrales y las comunidades andinas, los impactos del paradigma del desarrollo en los ecosistemas y las poblaciones campesinas.
No se trata de teorizar sobre las consecuencias del crecimiento en las culturas fronterizas a la Modernidad, sino recomponer una totalidad escindida, recuperar el pensamiento indígena y popular sometido a las tensiones de la presencia invasora de la sociedad tecno-industrial occidental. Entonces, y hasta el fin de sus días, recorre los caminos del Norte Argentino y el Altiplano de Bolivia, con su grabador en mano y la libreta de apuntes, para acceder al testimonio de los referentes culturales locales, y volcar esos saberes en su vasta obra.
La revalorización de sus trabajos, a largos treinta años de su ausencia, se torna esencial, en cuanto con él recuperamos un pensamiento de la totalidad y de las culturas marginadas, cuando las tragedias de la razón instrumental amenazan la misma supervivencia de nuestra Tierra. Asistimos a un doloroso cambio de paradigma, a nuevos desafíos para los ecosistemas y los seres vivos, y cuando se agrieta en sus mismas bases el edificio de la civilización planetaria, volver a Rodolfo Kusch y su pensamiento americano, es volver a instalar al hombre en la sacralidad de la existencia.
La crisis de la derecha y la inestabilidad política que llegó para quedarse
Arcadium Lithium. Minera ganó 99 millones de dólares pese a la caída en el precio del litio
18 de Agosto. Día de las infancias en el país que se saltean la cena
Enzo Fernández y la polémica por el cantito: racista por donde se lo vea
Un movimiento político en crisis: Cristina, Kicillof y los “usos” de Perón
Sigue la tensión cambiaria: el dólar blue llegó a los $ 1.420 y crece la brecha con el oficial
Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz
Portada | General | Politica | Policial | D.D.H.H. | Cultura | País | América Latina | Mundo | Pueblos Originarios
Copyright 2001 - 2010 - Todos los derechos Reservados - copenoa.com.ar