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Las dudas de Massa, el eterno retorno de Scioli y el relato vacío de Todos

“Estamos bien los 33”. Ya era la madrugada del jueves pasado cuando, al salir de la sede de Matheu 130, uno de los dirigentes lanzó el chiste. Afuera, el periodismo los esperaba para ver si habían salido con vida. Su situación no era tan dramática como la de los mineros chilenos que en su momento enviaron ese histórico mensaje, pero la salud del Frente de Todos sí estaba en duda, y crecía la expectativa por saber los resultados de un cónclave que se había prolongado por muchas más horas que lo esperado.

23 de febrero de 2023

Esta vez los 33 no eran mineros, sino funcionarios, gobernadores, legisladores, dirigentes sindicales y referentes políticos de las distintas alas que componen el Frente de Todos contra Todos. Algunos de ellos no se veían las caras desde hace meses, o casi un año. Tal es el caso, por ejemplo, del actual presidente y del hijo bipresidencial, Máximo Kirchner. Otros se habían reunido unos días antes para bajar un cambio el tono de las internas, como hicieron Alberto Fernández y “Wado” De Pedro el fin de semana previo, luego de haberse revoleado declaraciones en on y en off las semanas anteriores.

Para los medios, el cónclave regaló titulares de superficie: se habilitan las PASO como mecanismo para mantener la unidad y se denuncia la proscripción a Cristina, a quien teóricamente intentarán convencer de que revea su decisión de no postularse a ningún cargo. Para entretenimiento de las pocas personas que siguen las roscas de verano, Aníbal Fernández dedicó de todos modos los días siguientes a decir que los kirchneristas son quienes en realidad quieren proscribir al actual presidente, al exigirle que decline rápidamente su absurda candidatura.

El límite simbólico de la reunión estuvo dado por un elemento clave de la política moderna: no hubo foto. Por ahora, no los une tanto el amor sino el espanto, ante una situación muy difícil para el peronismo de cara a los próximos comicios.

El límite profundo, sin embargo, puede leerse entrelíneas en el comunicado que se difundió. Como analizamos en esta columna la semana pasada, el problema que atraviesa al peronismo no tiene que ver con definir candidaturas, mantener la unidad u ordenar la interna, sino que esos problemas son, a la inversa, el reflejo de la crisis de un Gobierno que decepcionó a su base social. La renuncia de Cristina a ser candidata, lo inverosímil que suena la postulación de Alberto Fernández a la reelección o las dudas de Massa para lanzarse, son expresión de los problemas que tiene el espacio político para relatar el presente y prometer un futuro.

Esta semana se conocieron dos nuevos datos que grafican ese tema de fondo. Por un lado, diversas consultoras calculan que, con los datos de febrero, la inflación superará el 100 % anual. El cruce simbólico a los tres dígitos será difícil de digerir. En un plano más terrenal, esto se está sintiendo concretamente en números que reflejan la caída del consumo.

Por otro lado, un estudio realizado por el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas dirigido por los economistas Claudio Lozano y Ana Rameri calculó que desde la firma del nuevo acuerdo con el FMI en 2022 hubo una transferencia de U$S 20.250 millones desde los trabajadores hacia los empresarios. Es decir que continúa empeorando y siendo cada vez más regresiva la distribución del ingreso. Así, no hay relato que aguante. ¿Qué sentido tiene ser de un espacio nacional y popular si ganan los especuladores, los banqueros y los sojeros, mientras pierden las grandes mayorías?

Sin embargo, el comunicado emitido tras la reunión del Frente de Todos intentó ponerle palabras al primer esbozo de discurso de campaña. El valor que tiene analizarlo es el de tratar de entrever los contenidos que tendrá la disputa electoral por parte del peronismo.

Primero, lo primero. Por más obvio que sea, lo inicial es decir que el comunicado es del Frente de Todos. Después de años de internas y polémicas, no está mal remarcarlo. Albertistas, kirchneristas, massistas, gobernadores y dirigentes sindicales se reconocen como parte de un mismo proyecto político (“unidad en la diversidad”) y reivindican lo hecho estos cuatro años, aun cuando reconozcan que deben seguir trabajando para mejorar el poder adquisitivo de los salarios. Entendible desde su punto de vista, pero a contramano del sentir de millones que se decepcionaron con este Gobierno. La joven estrella de la política kirchnerista, “Wado” de Pedro, incluso pidió ir por una unidad aún más amplia. El balance de esta experiencia, al parecer, es reivindicar, en nombre del realismo, que el progresismo sea solo relato mientras que el Gobierno real es del FMI y quienes aplican sus planes.

Segundo, los culpables. Si todos somos parte de este proyecto, las causas de nuestros males deben ser externas, y el comunicado las dice: el Gobierno de Macri, la pandemia y la guerra.

Tercero, un discurso de campaña. Si pocos resultados tenemos para mostrar, denunciemos la proscripción de Cristina pero también digamos que los otros son peores: “En 2023 se enfrentarán dos modelos de país. La Argentina de un progreso compartido, democrática e igualitaria; y el anacronismo de una derecha que concibe al país como una plataforma de negocios para unos pocos”.

Y en ese último postulado se concentra el vacío de Todos. Hoy la Argentina gobernada por el Frente de Todos no progresa, ni es igualitaria, como reza el comunicado. El discurso de enfrentar a la derecha y sus indudables planes de ajustes y reformas estructurales se vuelve débil e insulso cuando quien convoca a esa batalla aplica los planes del FMI y empobrece a grandes franjas de la población.

No estamos en 2019, estamos en 2023. La experiencia histórica no transcurre en vano. Reivindicar al Gobierno actual no solo desentona con el sentir de muchos, sino que hacerlo, además, genera desesperanza en quienes se ilusionaban, a raíz de las críticas de Cristina Kirchner, con que era un Gobierno con distintas alas cuya orientación estaba en disputa. No solo el apoyo a Massa y sus planes de ajuste por parte del kirchnerismo, sino también, la reivindicación de lo actuado, demuestran que, más allá de las viejas disputas retóricas, están todos juntos en el barco del FMI.

La salida a los problemas de millones no saldrá de esa mesa.

Y en eso llegó Daniel

Cristina se baja, Alberto finge tener chances y Massa duda de si le conviene ser candidato con estos resultados económicos. Y en eso llegó Daniel.

Agazapado desde hace tiempo, el ex motonauta menemista busca otra oportunidad, que, piensa, quizás ligue por descarte si uno tras otro van declinando candidaturas.

El año pasado creyó ver esa chance cuando en una de las crisis ministeriales del Frente de Todos logró aterrizar en el ministerio de Producción en reemplazo de Matías Kulfas, lugar desde el cual soñaba proyectarse hacia 2023. Pero duró poco: en el siguiente capítulo de la interna cayó en la volteada y tuvo que volver a hacer las valijas y regresar a Brasil.

Sin embargo, a río revuelto en el peronismo, con muchos candidatos que dudan y pocos con certezas, Scioli por las dudas aprovechó el contexto y tiró un CV. Este martes, desde su cuenta de Facebook, publicó una carta en la que avisó que “cuentan conmigo”. Con agradecimientos a Alberto y un repaso de los cargos que ocupó en el peronismo desde el menemismo hasta hoy, tiró que “soy el Daniel de siempre, con más fe y esperanza que nunca”.

Al fin al cabo, si otros se bajan, Daniel se ofrece. Cuenta en su haber con un alto conocimiento, diálogo con las distintas alas del Frente de Todos y el casi 49 % de los votos que sacó en el balotaje contra Macri (derrota que le permitió preservarse). Lo que parece difícil es, en tiempos de desencanto con los partidos de siempre, interpelar a los desencantados con alguien tan de la vieja política. En eso también se expresa la crisis del peronismo. (LID) Por Fernando Scolnik

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