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La “fórmula mágica” del macrismo para salir del pantano recesivo

En simultáneo que aumentan las penurias para el pueblo trabajador con la inflación y los despidos, las medidas económicas ejecutadas por el gobierno llevaron enormes beneficios a las patronales.

3 de agosto de 2016| Pablo Anino |

Es lo que festejaron los hombres de la Sociedad Rural junto con Mauricio Macri al grito de “sí, se puede”. También celebran las mineras, los bancos, el capital financiero internacional y todas las grandes patronales.

El “sinceramiento” lejos de imponer un ordenamiento de la economía está generando desequilibrios crecientes. No se trata sólo de la inflación y la recesión visibles a todo el mundo.

El déficit público, el endeudamiento del Banco Central y la deuda externa están en escalada y alertan al establishment que exige más ajuste. Esos cuestionamientos se traducen en internas hacia el interior del gabinete económico.

Luego del levantamiento del “cepo” cambiario, la devaluación, el pago a los fondos buitres y los tarifazos, el gobierno pretende impulsar medidas de “segunda generación”. Para eso elabora un “plan productivo” que le permita salir de la recesión.

El “plan” tiene la función de alimentar las expectativas empresarias sobre la “hoja de ruta” anti obrera y es una señal hacia los analistas de la banca internacional que cuestionan la falta de coherencia de las medidas tomadas por Cambiemos.

Apunten contra la clase obrera

Las patronales esgrimen un decálogo de “anormalidades” que afectan la productividad: clima asambleario, ausentismo, juicios laborales y por accidentes de trabajo.

Ese gorilismo se expresó en un editorial de La Nación que exige que los aumentos salariales estén en consonancia con la productividad, más flexibilización laboral, como así también reducir el poder de negociación de las organizaciones obreras acotándolo a cada lugar de trabajo. Bajo estas condiciones prometen las inversiones que no terminan de llegar.

Pero como demuestra el volumen de riqueza acumulada fuera del país (cercana a dos tercios de la producción argentina de un año completo), que corresponde en su mayoría a empresarios y es el resultado de ganancias realizadas aquí y colocadas en el exterior, la opción de la burguesía que actúa en Argentina ha sido reiteradamente convertir en activos líquidos recursos disponibles para inversión.

Por eso, los niveles de inversión en el país siempre han sido bajos en términos internacionales. Invertir lo mínimo posible es una de las principales causas de la ampliación de la brecha de productividad que siempre caracterizó a la economía dependiente argentina e impone límites para competir en el mercado mundial.

De esta forma, se perpetúa el atraso respecto de los estándares tecnológicos internacionales en la mayoría de las ramas productivas, a excepción de la producción agropecuaria. Claro que la brecha tecnológica también remite a las ataduras con el imperialismo (cuestión que excede a esta nota).

Se culpa a la fuerza de trabajo por un problema que es de entera responsabilidad empresarial. Incluso es falso que no haya aumentado la productividad absoluta en Argentina: unos sencillos cálculos realizados a partir de datos del INDEC permiten observar que la productividad industrial medida en volumen de producción por hora trabajada aumentó 68 % entre 2003 y 2014 (o 96 % en relación a 1997).

Pero aun así, los datos de The Conference Board muestran que en los últimos años se mantiene, e incluso se amplía, la brecha de productividad en terminos relativos a las potencias económicas.

Durante la “década ganada” la inversión no creció al nivel que lo hizo la ganancia (extraordinariamente alta), ni fue acorde a los niveles de crecimiento económico de 8 % de los primeros años de los Kirchner, generando múltiples cuellos de botella que impidieron sostener el avance de la actividad. Es decir, que el “milagro” del aumento de la productividad reposó esencialmente sobre una mayor explotación de la fuerza de trabajo.

En esos años de aumento de la productividad en términos absolutos, si bien se recuperó parte del poder de compra del salario perdido por la catástrofe de 2001, la “generosidad” empresaria no favoreció mejoras sustanciales en las condiciones de vida. Ahora que la recesión provocó la caída de la producción quieren volcar el costo sobre los hombros obreros para mejorar las ganancias.

El macrismo apunta estratégicamente contra el pueblo trabajador. Es su “fórmula mágica” para salir de la recesión. Pero la relación de fuerzas prexistente entre las clases sociales le impide avanzar todo lo que desea.

En lo inmediato buscará superar el empantanamiento con la falsa reparación histórica a los jubilados (que implica una quita importante en relación a lo que dictan los fallos judiciales), el ingreso de dólares por un blanqueo que beneficia a evasores y fugadores de capitales, el endeudamiento externo, la reactivación de la obra pública y con los aumentos paritarios más el aguinaldo que se aplican en el segundo semestre.

Son paliativos para contener el creciente malhumor social. A lo sumo permitirán, en el mejor de los casos, alguna recuperación muy moderada en el año próximo para favorecer las chances electorales de Cambiemos, sin descartar que el círculo vicioso de desequilibrios se retroalimente profundizando la crisis económica.

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