El 23 de agosto de 1927 se produjo la ejecución en EE.UU. de los obreros anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. La condena fue por un crimen que no cometieron, pero con el determinado objetivo de aleccionar a una vanguardia obrera que crecía a nivel mundial. Esta injusticia se transformó en una bandera del movimiento obrero internacional. Huelgas y movilizaciones en solidaridad se expresaron en todo el mundo y en la Argentina el hecho de que los acusados fueran inmigrantes italianos, impactó particularmente porque esa inmigración fue predominante en nuestro país a principios del siglo XX.
La Federación Gráfica Bonaerense realizó diversos actos y poco antes de ser ejecutados hubo un paro de 48 horas. Bartolomeo Vanzetti escribió una carta a los trabajadores de nuestro país. De esa carta quiero resaltar una cita que me parece tan actual como cuando se escribió: “Recordaos de cuanto queremos deciros: el enemigo nos quiere muertos, y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tiranía, para humillaros, para acobardaros, para venteros, destruiros y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud. (...) Y este mismo enemigo clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos los pueblos de la tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y se apresta a esclavizar la entera humanidad. Hay que aplastarle la cabeza”
La época que signaba estos acontecimientos eran de decadencia imperialista y crisis orgánica del capitalismo. La revolución rusa mostró una salida de los trabajadores y las masas campesinas y abrió un ascenso revolucionario a nivel mundial. Como respuesta a esto, crecía el fascismo y el bonapartismo. El enemigo que marca Vanzetti es el poder económico y político del capital concentrado que profundiza la represión y manipulación para mantener su poder. Hoy el escenario mundial atraviesa una competencia imperialista geopolítica, comercial y militar; guerras como en Ucrania; el genocidio de Israel sobre la franja de Gaza, derrumbe de las bolsas y posible recesión en EE.UU.; revueltas y rebeliones como recientemente en Bangladesh o Kenia. Los millonarios del mundo que controlan países, siembran y revitalizan ideas de ultraderecha, nos quieren esclavos.
Pero la carta de Vanzetti no solo expresa una advertencia, sino que también representa el profundo internacionalismo y solidaridad de clase que tenía el movimiento obrero de la época. Precisamente, retomando la experiencia histórica del movimiento obrero, cuando estábamos en Donnelley (la multinacional yankee), en el 2013, antes de conquistar la gestión obrera y la cooperativa MadyGraf.
Nos enteramos que estaban por condenar a cadena perpetua a los petroleros de las Heras injustamente acusados del asesinato de un policía después de una pueblada. Los obreros gráficos nos pusimos en alerta y comenzamos una campaña de lucha y coordinación. Paramos la fábrica el día de la condena e impulsamos innumerables acciones de solidaridad, movilizaciones y el corte de la Panamericana. Los trabajadores no estábamos frente a una injusticia más, sino ante una causa armada para aleccionar a los que luchan para criminalizar la protesta. En la zona norte del Gran Buenos Aires ya habíamos vivido políticas que pretenden criminalizar la protesta, como el llamado Proyecto X del gobierno de Cristina en el 2009, que impulsaba a que miembros de la gendarmería nacional infiltraran las movilizaciones y espiaran a los referentes obreros.
Cada vez que resurgen las luchas obreras y populares resurgen proyectos represivos y desde el Estado (gobierno y justicia) se usa la inteligencia interna para criminalizar la protesta social. Con el gobierno de Milei desde diciembre del año pasado se desarrollaron amplias movilizaciones que enfrentaron el mega DNU, el Protocolo de Patricia Bullrich y la Ley Bases.
El gobierno intentó un disciplinamiento policial y encarceló indiscriminadamente a 33 detenidos con los cargos de “terrorismo” e intento de golpe de Estado. Sin embargo, fue la movilización popular y el amplio arco democrático que trascendió las fronteras de nuestro país, el que logró su liberación. Desde la fábrica recuperada MadyGraf marchamos ese día y en cada oportunidad y tuvimos a nuestro compañero Roco entre los detenidos.
Después de un siglo de historia queda más que demostrado que no hay capitalismo amigable posible. O construimos un partido de trabajadores socialistas que se proponga cambiar todo de raíz, o seguiremos sometidos a la falsa democracia burguesa y la desigualdad social que crece cada vez más a nivel mundial y amenaza con destruir nuestro planeta. En un sistema basado en la explotación y la opresión, la solución solo puede estar en manos de las y los explotados y oprimidos. (LID) Por Eduardo Ayala
Acerca del autor
Eduardo Ayala es trabajador de la fábrica recuperada Madygraf y dirigente del PTS. Coautor junto a Jimena Gale de “Trincheras de libertad, una crónica obrera” (Ediciones IPS).
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Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz
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