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La Jornada del 7 de Junio

Hay dos fechas en la Historia Argentina que por sus consecuencias, tienen una gravitación sustancial: La primera es la del 20 de Junio de 1820 (muerte del General Belgrano) y la segunda, el 17 de junio de 1821 (asesinato del Gral. Güemes), pues, a partir de ellas el plan Sanmartiniano es impracticable.

12 de junio de 2006| copenoa |

El 7 de junio de 1821, el Gral. Güemes se encuentra en Finca de Velarde “El Carmen”. Hacía pocos meses que había trasladado la casa de gobierno desde la de Benito Graña hacia una de calle España, al lado de la casa de su hermana (propiedad de Manuel Antonio Tejada).

Salta todavía estaba conmovida por los acontecimientos ocurridos el 24 de mayo de 1821, cuando los integrantes de la Patria Nueva y el Cabildo, capitaneado por Dámaso Uriburu, y aprovechando la ausencia de Güemes, habían decidido deponerlo del gobierno y reemplazarlo por Saturnino Saravia. El acta golpista, redactada por José Antonino Fernández Cornejo, hacía alusión a la voluntad de un pueblo que jamás representaron. Acusaron a Güemes de personalismo, y ni siquiera dictaron un reglamento de gobierno. Y como, todo golpista, en la lujuria y soberbia del poder, vociferaron promesas que jamás cumplirían. Así prometían: “...defender con sangre la libertad reconquistada...”. Depusieron al gobernador jujeño, hombre de Güemes, y cuando ni siquiera habían podido medirse bien los sillones del poder, siete días después, el Gral. Güemes había ingresado en Salta y con seiscientos hombres, desde Castañares sin disparar un tiro, aquel 31 de mayo de 1821 terminaba con la conspiración.

La magnanimidad del prócer afloró nuevamente, cuando lejos de darles un trato de criminales de guerra, que los hubiera hecho acreedores al fusilamiento, solamente les impuso penas consistentes en reglamentarles, en horario nocturno, la circulación por las calles de Salta; la prohibición de portar armas de fuego y la orden de entregar sus armas blancas a autoridad competente. Podían quedarse encerrados en sus casas o salir al destierro.

A todo esto los realistas habían ocupado Jujuy.

La prueba de que lo acontecido en la jornada del 7 de junio de 1821, en cuanto a la intencionalidad de parte de estos traidores no había dejado de ser contemplada por el gobernador, está dada en la documentación que con fecha 5 de junio de 1821 Güemes le dirige al Comandante Eustaquio Vaca, solicitando se le envíe detenido a Don Mariano Benítez, en conocimiento de que había sido contratado para facilitar la invasión a Salta por parte de Olañeta.
Con respecto a la presencia del Gral. Güemes y su contingente gaucho, en el radio céntrico de la ciudad, el día 7 de junio, existen dos versiones: la primera narra de que el Gral. Habría sido entrevistado, en su campamento de Finca “El Carmen” por un emisario, a nombre de su hermana Macacha quien supuestamente solicitaba su presencia en la ciudad. La segunda plantea que dicha presencia se justificaba en necesidades propias de la acción de gobierno. Se debe tener en cuenta que Güemes estaba prácticamente a días de partir con sus tropas hacia el Alto Perú, para desde allí buscar en el Perú su encuentro con San Martín, que representaría la plasmación de lo que se conoce como “Plan Sanmartiniano”; por lo que es de imaginar la importancia del factor tiempo, por la preparación de sus gauchos y la organización de la empresa.

Lo concreto es que en la fría y oscura noche del 7 de junio, Güemes acompañado de un contingente de “Infernales”, ingresa a la ciudad desde el sur por la vieja calle de la Concordia, después Alsina y hoy Zuviría. Cuando decíamos de que Güemes no podía ser tan ingenuo, en el sentido de no esperar reacciones por parte de los integrantes de la Patria Nueva, y más aún, cuando está verificado su conocimiento de las acciones de Mariano Benítez; también queremos decir que Güemes jamás imaginó que el enemigo, y mucho menos una gran cantidad de hombres, pudiesen ingresar a la ciudad sin su conocimiento. Lo que ignoraba es que cuando el Coronel José María Valdez,”El Barbarucho”, a las órdenes de Oñaleta se retiraba del territorio y fue alcanzado en Tupiza por Mariano Benítez, quien se ofrece a guiarlo, por un paso secreto, a los efectos de penetrar en la ciudad y secuestrar a Güemes. Por esta traición Benítez ganará 5.000 pesos fuertes, recolectados de entre los integrantes de la oligarquía salteña. Hubo quien aportó algo más, como por ejemplo Tomás Archondo, quien no tan solo aportó dinero, sino el protagonismo de su hijo Lucio que a cargo de 50 cazadores, se apostó en las esquinas de la Caridad y de La Victoria (hoy Mitre y España).

Valdéz, de la mano de Benítez, penetrará por la quebrada de los Yacones para internarse en el Campo de la Cruz (la Tablada), con 300 hombres divididos en partidas. El Barbarucho Valdéz, era un español de buena estatura, colorado y pecoso, y se alojó, la noche de la traición, en la casa de los Gurruchaga (Tomo XI, Güemes documentado, pág.185).

Lógico es que en una Salta de 1821, casi una aldea, carente de iluminación eléctrica, con la mayor parte de sus calles de tierra, muy pocas de ellas con un adoquinado de “piedra bola”; con costumbres férreamente establecidas como por ejemplo que la actividad se desarrollaba con las primeras luces del alba y hasta la oración. El almuerzo se servía a las 10, la merienda a las 15hs. aproximadamente, y la cena entre las 20 y 21 horas para luego entregarse al reposo reparador; y donde cualquier ruido nocturno era prácticamente considerado una manifestación sobrenatural, difícilmente decíamos, podía pasar desapercibida la presencia de 300 hombres armados en horario nocturno. Hay testimonio que habilitan la afirmación que Santiago Saravia (suegro de Huerto), Pedro Pablo Aráoz, Francisco Claudio de Castro (emigrado y casado en Salta, fue segundo Ministro de Güemes) y su esposa Doña Manuela Antonia Castellanos observaron el ingreso de la infantería altoperuana y al igual que todos los integrantes de la Patria Nueva, se convirtieron en impulsores de la traición.

Güemes doblará en la calle de la Victoria para dirigirse a su intersección con la Calle de la Amargura (hoy Balcarce), para encontrarse con su hermana Magdalena “La Macacha”. Güemes penetró en la vieja casona, cuyos fondos daban hacia el Tagarete de Tineo, hoy Avenida Belgrano; mientras sus “infernales” quedaron apostados en la calle. Cuando Güemes ordenó que parte de su custodia se traslade hacia las cercanías de la Vieja Plaza de Armas, hoy 9 de Julio, y al llegar ellos a la esquina de la Caridad, con el grito de ¡Alto quien vive!, y la respuesta de.¡La Patria!. Y el posterior retumbar de los disparos, que conmovieron la noche de los salteños, quedaba al descubierto el infame complot, que habiendo cercado la casa de la Macacha, tenía por objetivo tomar prisionero al héroe o matarlo.

Entendiendo rápidamente la situación, Güemes ganó la calle y se sumó a sus infernales, a pesar del ruego y clamor de su hermana que le solicitaba que a través del Tagarete de Tineo se internase en el Campo de la Tablada, actitud que le podría haber salvado la vida. A galope tendido en el marco de los gritos desesperados de sus hombres, Güemes buscó la esquina de La Abuela, que era por entonces la intersección de las calles La Victoria y La Estrella (hoy España y 20 de Febrero). Obligado a retroceder, buscó escapatoria por La Amargura y del Comercio (hoy Balcarce y Caseros), donde perdió a algunos de sus hombres. Desesperado volvió sobre sus pasos por la calle de La Amargura pasando por la puerta de la casa que lo vio nacer, y que seguramente fue testigo de sus juegos infantiles (hoy Balcarce 51) y al llegar a la confluencia con el Tagarete de Tineo (hoy Belgrano) y encontrando también allí un contingente de enemigos, no quedándole otra alternativa espoleó su caballo, y saltando por sobre éstos cruzó el puente conocido como el de Tejada y en diagonal se internó en las sombras que cubrían el Campo de la Tablada. Aparentemente había salvado su vida.

En realidad, el héroe lleva incrustada en su cuerpo una bala. Bordeando la Zanja Vieja, Zanja Blanca o Zanja de San Bernardo (hoy canal de Avenida Irigoyen) gana la zona del Tincunacu, para llegar hasta la Pedrera, desde donde sus gauchos lo internaran en la Quebrada de la Orqueta, zona que por aquellos tiempos estaba constituida por una vegetación casi impenetrable y sólo recorrida por baqueanos. Se pretendía garantizar la seguridad física de Güemes por eso no fue trasladado a la Finca de la Cruz, propiedad de la Macacha y utilizada por el General. Para el control de uno de los accesos a la ciudad y como campo de adiestramiento de sus gauchos, que el año anterior había sido atacado por fuerzas españolas, y por cuestión de minutos no lograron tomar prisionera a Carmen Puch, mujer de Güemes, que estaba en avanzado estado de gravidez de su último hijo, que es salvada por su primo Velarde huyendo a galope tendido.

Su herida se descompone rápidamente, ante la impotencia de sus gauchos, quienes en las difíciles circunstancias deciden penetrar en la ciudad y prácticamente secuestrar a un adversario de Güemes, integrante de la Patria Nueva, el Dr. Antonio Castellanos. La herida de Güemes requiere una urgente operación, en un ámbito y con medios apropiados, cosa imposible de lograr en el lugar donde se encontraba. Ante el diagnóstico, y a los efectos de evitar represalias para con sus adversarios, Güemes autoriza que éste pueda retirarse del campamento. Será quien informará y posibilitará que un contingente español pueda llegar hasta el lugar para ofrecerle: salvarle la vida a través de una operación - trasladarlo junto a sus familiares hacia el Perú - garantizarle un cómodo transcurrir económico. Solo una cosa pedían: que Güemes se rinda.

Convocado su segundo jefe, el Coronel Vid, ante un Güemes socavado
Por la gangrena y la fiebre, exige de su oficial el juramento de que ante su muerte, él proseguirá la lucha hasta el objetivo final: La libertad de la Patria.

Así debajo de un cebil, en medio del monte, rodeado de humildes y valerosos gauchos se escribe una de las páginas más tiernas y más profundas, desde el punto de vista axiológico, de la Historia Argentina. Herido, fruto de una traición, después de muerto no escapa a otras. La ciudad cayó en manos de los españoles, y si estos la desocuparon fue gracias a un acuerdo con la oligarquía nativa, que garantizaba que el Plan Sanmartiniano estaba destinado al fracaso, ya que acordaron establecer en Salta una especie de “zona neutral” con el compromiso de que no solo desde Salta no partiría ningún contingente armado con rumbo hacia el Alto Perú, sino que también se comprometía a impedir el paso de ningún otro, que desde cualquier lugar pretendiese ganar al Alto Perú, con lo cual San Martín queda exento de apoyatura militar y sin recursos económicos. El Plan Sanmartiniano había fracasado.

El Coronel Vid, lejos de cumplir su juramento había entregado el mando de las tropas revolucionarias de Güemes a sus adversarios de la Patria Nueva, quienes supuestamente se comprometían ha realizar lo que habían boicoteado, hasta caer en traición a la Patria: La ofensiva final

Solo se había cumplido un mes de la muerte de Güemes y todo quedó derrumbado. El broche final fue la primera Constitución de Salta, año 1821, que consolidaba a La Patria Nueva en el Poder.

Prof. Miguel Ángel Cáseres
Poeta, historiador e investigador

Fragmento rescatado del libro “Aportes para un acercamiento a la historia de Salta”

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