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El golpe contra Isabel Perón y los mariscales de la derrota

El golpe militar de marzo de 1976, se va a imponer no solo por el extendido apoyo de la burguesía y el imperialismo sino porque Isabel Perón concitaba el odio de los trabajadores y el pueblo y porque había perdido el apoyo de los capitalistas ante su incapacidad de contener la lucha de clases y el caos general de la crisis económica.

24 de marzo de 2021

Isabel y López Rega, las bandas fascistas desembozadas

Según la investigadora Inés Izaguirre, bajo el gobierno de Isabel Perón “las bajas se multiplican por 25 (producidas por la represión y los enfrentamientos con la ultraderecha NdR): los muertos por 17; los desaparecidos por 49” (Lucha de clases, guerra civil y genocidio en Argentina, 1973-1983).

El gobierno de Isabel Perón es débil de origen porque debe conseguir aplacar a los trabajadores sin el carisma ni el consenso que tenía Perón para lograrlo. Según la propia Isabel, ella no estaba preparada para reemplazar a su marido muerto: “Cuando murió el General Perón, yo quise renunciar. (…). Pero no me dejaron. Todos, incluidas las Fuerzas Armadas, me dijeron que me iban a ayudar, y que me iban a apoyar; que no podía renunciar bajo ningún punto de vista”. Es decir que la burguesía la sostuvo. El gobierno de Isabel se apoyó en dos patas, en primer lugar, el ministro de Bienestar Social, José López Rega, quien era el jefe de las bandas fascistas. Y, en segundo término, en la burocracia sindical de la CGT y por las 62 Organizaciones encabezadas por el metalúrgico Lorenzo Miguel.

El gobierno de Isabel será un gobierno reaccionario con fuerte presencia del ala fascistizante del peronismo, hasta la huelga general de julio de 1975 que expulsa a López Rega del poder. López Rega no era una figura aislada, un personaje secundario de la historia. Fue el jefe de la ultraderecha que se lanzó a combatir a los tiros a la vanguardia obrera y popular que anidaba en las fábricas y universidades. El periodista derechista y gorila de pura cepa, Mariano Grondona, supo sintetizar el pensamiento de los capitalistas sobre el “Brujo”: "López Rega ha promovido o facilitado una serie de desenvolvimientos que se aprueban en voz baja y se critican en voz alta. La firmeza ante la guerrilla, la desideologización del peronismo, la recuperación de la universidad, pasan por el discutido secretario ministro. De la estirpe de los Ottalagano y los Lacabanne, José López Rega es uno de esos luchadores que recogen, por lo general, la ingratitud del sistema al que protegen".

Durante la primera parte del gobierno de Isabel se dicta el Estado de Sitio (noviembre de 1974) y se invoca la intervención de las FFAA en la represión interna a partir del febrero de 1975, con el Operativo Independencia, en la provincia de Tucumán. Con la excusa de combatir a la guerrilla del Ejército Revolucionario de Pueblo, son desaparecidos 200 delegados azucareros antes del golpe genocida de marzo de 1976. En marzo de 1975, en una verdadera asonada contrarrevolucionaria, van a lanzar el Operativo Serpiente Roja del Paraná y derrotar a los metalúrgicos de Villa Constitución, luego de 50 días de una extraordinaria lucha y resistencia que va a ser bautizada como el segundo Villazo.

La debilidad estructural del gobierno de Isabel se ve agravada por el impacto de la crisis económica mundial en la economía argentina, que ve cerrado el mercado europeo a las exportaciones de trigo y carnes, y el estallido del Pacto Social con la renuncia del ministro de economía José Bel Gelbard, en octubre del ‘74.

La huelga general política y la derrota de López Rega

En junio de 1975 el ministro de economía Celestino Rodrigo dicta un plan de ajuste obligado por la crisis capitalista. El “rodrigazo” libera los precios, devalúa la moneda y liquida los ingresos de los trabajadores y las clases medias. La respuesta obrera es inmediata a pesar de la pasividad de la burocracia sindical que apostaba a las paritarias para alivianar el impacto del ajuste. Las fábricas y empresas entran en estado de deliberación organizadas por las comisiones internas y cuerpos de delgados a partir del cual se autoorganizan las coordinadoras interfabriles de Capital Federal, Gran Buenos Aires y La Plata Berisso y Ensenada. Las mismas agrupan a aproximadamente 130 establecimientos, 11 seccionales sindicales, sin contar la Mesa de Gremios en Lucha de Córdoba, y representaban a más de 120 mil trabajadores industriales. Estas instituciones de la democracia obrera expresaban un embrionario doble poder fabril que disputaba la dirección de los trabajadores a la burocracia y el mando de las empresas a las patronales.

La presión desde abajo obliga a la burocracia a enfrentar al gobierno y convocar a un paro general con movilización el 27 de junio, donde 100 mil trabajadores copan Plaza de Mayo y a una huelga general el 7 y 8 de julio del ‘75, ante la amenaza de crecimiento de las coordinadoras que el 3 de julio sitiaron la ciudad de Buenos Aires, siendo detenidas las gigantescas columnas obreras por tanquetas policiales en Panamericana y Puente Pueyrredón.

La huelga general política contra el gobierno peronista volverá a poner en el centro la tendencia a la acción histórica independiente de las masas y reconstruir el frente único obrero que se forjó en el Cordobazo y que el gobierno de Perón y la burocracia sindical intentaron desarticular.

A partir de entonces el apoyo fundamental de Isabel va a ser Lorenzo Miguel y la burocracia sindical. Esta fase es el de un gobierno extremadamente débil.

Camino al golpe

En agosto de 1975, una insubordinación militar desplaza al jefe del ejército Alberto Numa Laplane y coloca a su frente al Jorge Rafael Videla, poniendo en marcha el operativo golpista. Mientras tanto el gobierno peronista apoyado en Lorenzo Miguel hace agua. El descalabro económico producto del fracaso del plan Rodrigo (la inflación entre mayo de 1975 y mayo de 1976 se disparó al 954 %), empuja a un sinfín de conflictos sindicales que son contenidos en el plano estrictamente económico-corporativo por la burocracia, destruyendo la alianza obrera y popular que se había manifestado en las jornadas contra el plan Rodrigo.

A su vez la guerrilla, leyó que la debilidad de Isabel planteaba un salto en la guerra de aparatos por fuera de la lucha de clases, en lugar de luchar por la dirección de los trabajadores que aún tenían expectativas en la burocracia sindical. Los Montoneros van a intentar copar el Regimiento de Infantería del Monte en Formosa, lo que va a ser respondido con el decreto 2770, que crea el Consejo de Seguridad Interior, encabezado por el presidente e integrado por los ministros y los comandantes de las Fuerzas Armadas. Luego el decreto, N° 2771 llama a las FFAA “a ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a los efectos de aniquilar el accionar subversivos en todo el territorio del país”.

El 18 de diciembre de 1975, se produjo el levantamiento de un sector de la Fuerza Aérea, encabezado por el entonces Brigadier Orlando Capellini, en lo que va a ser un globo de ensayo del golpe militar. La convocatoria de la CGT a un paro general decide a los golpistas a esperar. El 23 de diciembre, el ERP protagonizara el copamiento del cuartel de Monte Chingolo, una acción que había sido delatada y significara la peor derrota militar de aquella fuerza guerrillera.

En febrero del 76, la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE), conformada por la mayoría de las entidades empresarias, como la Sociedad Rural, Confederaciones Rurales Argentinas, Cámara Argentina de Comercio, Cámara de Construcción, entre otras, realizan un lock out patronal contra el gobierno. Los productores rurales suspenden la entrega de ganado por una semana en dos oportunidades. La UCR pide en boca de su dirigente Ricardo Balbín terminar con la “guerrilla fabril” y da vía libre al golpe planteando que frente a la situación carece de “soluciones”.

En marzo del 76, el gobierno de Isabel recurrió a un nuevo plan de ajuste de contenido netamente fondomonetarista, elaborado por el ministro de economía Emilio Mondelli. Aunque a regañadientes, la burocracia decidió acompañar la nueva política económica por temor a que el gobierno cayera. Profundamente dividida, entre un sector que ató su suerte al gobierno (Miguel) y otro cercano a los golpistas (Vittorio Calabró), la dirección sindical, sin voluntad de lucha, capituló al ajuste contra los trabajadores. Las coordinadoras comienzan a rearmarse cuando el golpe militar se impone el 24 de marzo de 1976. Solo aquellas empresas donde actuaban las coordinadoras intentaron una resistencia final al golpe militar.

Conclusión

En una entrevista antes de morir, el genocida Videla afirmaba que la “guerra civil” contra el “comunismo” comenzó en octubre de 1975, cuando se firmaron los decretos que ordenaban la aniquilación física de la guerrilla por parte de las FFAA. Es decir que establece la legitimidad jurídica del genocidio en los decretos de un gobierno democrático burgués. Es decir que los militares tomaron en sus manos la tarea que los partidos burgueses -en particular el peronismo- no pudieron resolver: liquidar la persistente insurgencia que la clase obrera y la juventud protagonizaron en Argentina a partir de mayo de 1969, que ponía en cuestión la dominación burguesa. En ese objetivo -con más o menos responsabilidades en el golpe de estado de marzo del 76- estaban coaligados los diferentes agrupamientos políticos, económicos y militares de la burguesía argentina.

Como decíamos en un reciente artículo, la dirección del peronismo que se proponía evitar un baño de sangre, fracasó en el intento e incluso lo propició, sentando las bases del genocidio. La burocracia sindical que quiso contener a los trabajadores exterminando a la vanguardia militante combativa y clasista, primero recurriendo al corporativismo frente al estallido abierto de la crisis, terminó avalando el ajuste de Mondelli y sin poder de resistencia frente al golpismo. Su derrota deviene del intento de salvaguardar al país burgués, contra la insurgencia obrera que planteaba el horizonte de poner fin a la dominación capitalista mediante el gobierno de los trabajadores. (LID) Por Facundo Aguirre

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