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El dominio "democrático" y la lógica "antiterrorista" en América Latina

En los 80, salvo en Colombia, los militares de la "seguridad nacional" ya habían terminado con la izquierda revolucionaria y la resistencia armada en América Latina, había desaparecido la URSS como punto de referencia logística y organizativa de los movimientos revolucionarios, y Washington resolvió imponer un orden regional de dominio basado en el pacifismo, la democracia y los derechos humanos. En la nueva estrategia de dominio -sustitutiva del "viejo orden militar"- se impuso la "guerra contraterrorista" como nueva lógica de control político y social en la región.

18 de julio de 2007| copenoa |

A) El dominio "democrático"

Tras la desaparición de la URSS y de la Guerra Fría por áreas de influencia en América Latina, Washington implantó un nuevo sistema de control político y social que se situaba en las antípodas del anterior (basado en gobiernos y dictaduras represivas), y que explotaba el consenso masivo que despertaba la apertura de procesos constitucionales después de largos años de dictaduras militares con supresión de elecciones y parlamentos.

Paralelamente, y en el plano político, en la década del 80 los gobiernos "democráticos" fueron sustituyendo a los viejos y gastados gobiernos militares mediante elecciones, procesos constitucionales, y banderas de defensa de los derechos humanos.

En una Latinoamérica dormida por el "pacifismo", donde ya no existen métodos violentos de toma del poder revolucionario, sin huelgas generales, sin tomas de fábricas o de empresas, sin ataques contra los bancos o las trasnacionales, con movimientos sociales "revolucionarios" financiados y "domesticados" por las ONG del Imperio, el dominio militar abierto se había tornado obsoleto.

En otras palabras, la estrategia del control político y social por medios militares, fue sustituida gradualmente por administraciones civiles, poderes ejecutivos, parlamentos y cortes de justicia totalmente maleables a los intereses y objetivos de Washington y las trasnacionales capitalistas en la región.

Ese sueño que los bancos y las trasnacionales imperiales no pudieron concretar con las dictaduras y los golpes militares diseñados en el Departamento de Estado, hoy se cumple con la aceptación pasiva del sistema capitalista como "única alternativa", modelada masivamente en los cerebros por los sacerdotes de las grandes corporaciones mediáticas que han sustituido a los curas y a los maestros en la orientación de conducta social.

Ya sin hipótesis de conflicto "subversivo" los ejércitos de "seguridad e inteligencia" privados fueron sustituyendo más eficientemente en el control social y político a las vetustas y desmovilizadas tropas de los ejércitos represores latinoamericanos que ya habían perdido vigencia con el ingreso de las democracias made in USA en los ochenta y los noventa.

Con una Latinoamérica domesticada por la democracia made in USA y los gobiernos dependientes (por derecha y por izquierda), la lógica del control social y político ya no la ejercen los militares y los tanques, sino los nuevos ejércitos de dominación: los medios de comunicación que nivelan a las mayorías desposeídas y a sus dirigentes en la doctrina de la resignación, haciendo realidad aquel precepto de máxima: la paz es el negocio del dominador.

Con la desaparición de la guerra por áreas de influencia con la URSS , las viejas consignas "anticomunistas" de las dictaduras militares formadas en la Escuela de las Américas fueron sustituídas gradualmente por las banderas de la lucha contra el terrorismo, las drogas y el crimen organizado con las que hoy EEUU justifica su injerencia intervencionista en la región latinoamericana.

B) La lógica "antiterrorista"

Ya desaparecido el "peligro rojo" con la URSS, y con un creciente proceso de conflictos sociales en varios países del área, ahora se intenta nivelar a las inteligencias militares y policiales regionales en la nueva hipótesis de conflicto: la "guerra contraterrorista" que sustituye en el tiempo a la "guerra antisubversiva" aplicada por las dictaduras militares de la década del setenta.

Sin focos de lucha armada (salvo Colombia), sin movimientos revolucionarios vertebradores en el continente o en el mundo, con la socialdemocracia "progresista" convertida en alternativa de "cambio", las guerras por el control social ya no se desarrollan en plano militar sino en el plano de la inteligencia y de la manipulación mediática con el "terrorismo" y la "seguridad".

Las nuevas hipótesis de conflicto regional y las coordenadas de control militar-estratégico se trazan a partir de la "guerra contra el terrorismo", que reemplaza en la lógica doctrinaria imperial a la "guerra contra el comunismo" de la década del setenta y de la era reaganiana en Latinoamérica.

La hipótesis de trabajo existe, en forma casi simultánea a los planes de Washington tras el 11-S, y salió de las entrañas de la CIA, de la Agencia de Seguridad Nacional, el FBI, y la Agencia de Inteligencia para la Defensa, es decir, de los máximos proveedores de inteligencia a la Casa Blanca.

Para los que manejan y procesan información estratégica, el sustento funcional del plan, su argumentación central, fue claramente expresado por el entonces director de la CIA, Porter Goss, durante un informe que brindó ante el Senado, a fines de febrero de 2004. En su exposición ante el Comité de Inteligencia del Senado el director de la CIA señaló que las "células clandestinas" de la red Al Qaeda, los "terroristas" de las FARC, y las ambiciones nucleares del régimen de Irán, son las principales amenazas que enfrentan los intereses de EEUU en el mundo.

A este plan se le suma -como táctica de "cierre" complementario- la estrategia desarrollada en forma permanente por el Departamento de Estado para complicar a Cuba y Venezuela con las FARC en supuestos planes y operaciones para desestabilizar la región, principalmente Bolivia.

En sus primeros pasos, la metodología de mezclar en una misma bolsa a Cuba, Venezuela, las FARC y las organizaciones combativas de ultra izquierda (sobre todo de Bolivia) intentaría demostrar que el "terrorismo", tanto local como internacional, está operando en forma fusionada para potenciar sus resultados "criminales" a nivel mundial, incluido el territorio latinoamericano.

La nueva estrategia -expresada casi crudamente por los jefes militares y de inteligencia estadounidenses- busca instalar la "guerra contraterrorista" global en América Latina mezclando a las FARC y otras organizaciones armadas con planes del "terrorismo internacional" orientados a vulnerar la seguridad nacional de EEUU y a desestabilizar toda la región.

En marzo de 2005, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, visitó América Latina para cerrar (mejor dicho, imponer) acuerdos concretos ya en curso contenidos en la nueva estrategia de guerra contraterrorista global que Washington y el Pentágono ya tienen diseñada para la región, tal cual como fue expuesta en el Congreso estadounidense por el jefe de la CIA, Porter Goss, y el entonces comandante del Comando Sur de EEUU, general Bantz Craddock.

Es en ese punto donde la estrategia regional imperial-estadounidense se enlaza con la red latinoamericana de espionaje montada por la Central de Inteligencia (CIA) estadounidense y el servicio de inteligencia israelí (Mossad), cuyo objetivo central -sostenido institucionalmente tanto por EEUU e Israel es la "guerra contraterrorista" desarrollada en el campo de la inteligencia, de los medios de comunicación y de las operaciones especiales. Dentro de este nuevo esquema los servicios de información latinoamericanos se convirtieron en sucursales de las políticas de inteligencia diseñadas para el control operativo y estratégico de Washington y Tel Aviv en la región.

Las nuevas hipótesis de conflicto "terrorista", a su vez, buscan complementar y dar sustento "doctrinario" a las legislaciones de mano dura y de criminalización de conflictos sociales que ya funcionan en muchos países de la región, caso de Argentina, el Estado con mayor cantidad de presos políticos de la región.

D) La nueva estrategia de control

Así como los preceptos doctrinarios de la "doctrina de seguridad nacional" identificaron al "subversivo" como el principal enemigo de la "libertad" y el "orden", la nueva doctrina sitúa al "terrorista" como la fuente del "caos" y la "violencia" que amenazan por igual a toda la región.

Ya sin hipótesis de conflicto "subversivo" los ejércitos de "seguridad e inteligencia" privados fueron sustituyendo más eficientemente en el control social y político a las vetustas y desmovilizadas tropas de los ejércitos militares represores latinoamericanos que ya habían perdido vigencia con el ingreso de las democracias made in USA en los ochenta y los noventa.

El "cuco terrorista" de las FARC, convertidas en una "Al Qaeda latinoamericana", es el caballito de batalla que están utilizando el Pentágono y la inteligencia norteamericana para abrochar dentro de un "modelo colombiano" a todos los gobiernos de la región.

Complementariamente a la "lucha contra el terrorismo" se desarrolla la lucha contra el narcotráfico y el "crimen organizado", en cuyas hipótesis de conflicto se busca ensamblar en una estrategia y un funcionamiento común a los ejércitos, las policías y los servicios de inteligencia latinoamericanos.

Operativamente la "guerra contraterrorista" busca alinear -mediante acuerdos de cooperación militar, tratados, entrenamiento y operaciones conjuntas- a los servicios de inteligencia, policías y ejércitos regionales en un plan estratégico de "combate contra el terrorismo", cuyo eje organizador y operativo se centralice en el Comando Sur de Estados Unidos.

El FBI norteamericano está presente además en las delegaciones diplomáticas de Brasilia, Buenos Aires, Santiago de Chile, Caracas, Bogotá, Ciudad de Panamá y Ciudad de México y cuenta con 53 oficinas en el mundo para la "lucha contra el terrorismo".

Detrás del "terrorista" se agazapan el negocio de las drogas, la prostitución, las mafias y las armas, pero, básicamente en sus entrañas acechan los viejos fantasmas del "caos" y de la "violencia", cuyo enganche con los conflictos sociales sintetiza el flamante objetivo neo-represor de la "guerra contraterrorista" de EEUU e Israel en el continente.

Además, con la "guerra contraterrorista" como telón de fondo se pone en marcha un plan geopolítico estratégico con el cual Washington intenta afianzar su dominio geo-militar estratégico sobre las estructuras económicas y los recursos naturales y de biodiversidad de la región.

Mediante el acuerdo con Paraguay el imperio norteamericano estableció un anillo militar sobre el acuífero guaraní, una de las mayores reservas de agua potable del mundo. Desde su emplazamiento militar estratégico en suelo paraguayo, el Pentágono ya controla las monumentales represas hidroeléctrica, de Itaupú y Yaciretá, monitoreando y teniendo bajo su radio de influencia militar a los mayores potenciales de energía de la región.

La fuerza aérea norteamericana podrá alcanzar, en solo minutos, blancos en el Amazonas, en el Mato Grosso, o en la propia represa de Salto Grande en Uruguay. Además de permanecer alerta y en capacidad de prevenir y/o abortar cualquier brote de "conflicto", sea militar, social o político, que pueda alterar los estándares del dominio estadounidense en la región.

El emplazamiento militar en la Triple Frontera, argumentado por el "peligro terrorista", le permite al Comando Sur estar cerca de las cinco fronteras (Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Venezuela) donde se halla la gigantesca bolsa de petróleo compartida. Agua, gas, petróleo, biodiversidad y una plataforma continental (la Amazonia), vitales para su supervivencia futura, se presentan como los detonantes principales del plan de control geopolítico-militar de las cinco fronteras desarrollado por Washington bajo la fachada de la "guerra contra el terrorismo".

En cuanto al control geopolítico: la estrategia "contraterrorista busca alinear en un mismo programa y en una misma agenda política a los gobiernos regionales -tanto "progresistas" como "neoliberales"- en un eje vertebrador central que es la defensa de la democracia regional amenazada por el narcotráfico y el peligro del "terrorismo internacional" (Plan de acción institucional).

En cuanto al control militar: busca alinear -mediante acuerdos de cooperación militar, tratados, entrenamiento y operaciones conjuntas- a los servicios de inteligencia, policías y ejércitos regionales en un plan estratégico de "combate contra el terrorismo", cuyo eje organizador y operativo es el Comando Sur de Estados Unidos (Plan contraterrorista).
En cuanto al control social: busca alinear a los gobiernos regionales -mediante convenios de seguridad y entrenaamiento conjunto- en un mismo plan represivo contra los conflictos sociales, cuya consigna aglutinadora es la de preservar a la sociedad del "caos y la violencia terrorista" de las organizaciones sociales, los sindicatos y los partidos de izquierda que proponen y realizan huelgas, tomas de fábricas o de empresas, o bloqueos de rutas (Plan de contención de conflictos sociales).

La "democracia blindada"

Este plan estratégico general se cierra con el nuevo proyecto del Departamento de Estado de reinsertar nuevamente a las fuerzas armadas latinoamericanas en tareas de represión interna, configuradas dentro de la llamada "guerra contra las drogas, las pandillas, la delincuencia común y el crimen organizado" que complementan a la "guerra contra el terrorismo" en la nueva estrategia de dominio regional. El proyecto busca insertar a las FFAA en una nueva hipótesis de seguridad regional, no ya basado en un "orden militar" (como la vieja Doctrina de seguridad Nacional) sino en un "orden democrático" y preservando la gobernabilidad constitucional.

Se trata de un salto cualitativo transformacional, donde las FFAA recobran su poder represivo no ya desde un gobierno militar (de facto e ilegítimo), sino desde un gobierno constitucional legitimado por el voto popular.

Y la nueva hipótesis de conflicto ya no es defender a la nación de un enemigo ideológico (el "rojo subversivo" proveniente de la Unión Soviética) , sino de un enemigo "terrorista" (proveniente de las redes islámicas internacionales) que se inserta en las sociedades a través del narcotráfico y el crimen organizado.

Esa es la tesis central de la "democracia blindada" que Washington está estudiando aplicar para detener los conflictos sociales que se avecinan en América Latina como consecuencia de la brutal concentración de riqueza ( y su contrapartida de pobreza, desocupación y exclusión) que produce el actual modelo de explotación capitalista en la región.

Se trata, en resumen, de complementar la fachada "democrática" del dominio con la represión militar, pero "sin que se note", y con las mayorías viviendo periódicamente la euforia de "elegir libremente en las urnas".

Algo que ni al propio Maquiavelo se le hubiera ocurrido.

Manuel Freytas es periodista, investigador y analista, especialista en inteligencia y comunicación estratégica.
Ver sus trabajos en IAR-Noticias /

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