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El desendeudamiento kirchnerista y el antecedente de Perón

El acuerdo fue oprobioso para el país, ya que las élites oligárquicas y el régimen conservador se entregaban al Reino Unido a cambio de sostener las exportaciones de carne argentina a la metrópoli imperialista.

22 de mayo de 2018| Facundo Aguirre |

Uno de los puntos centrales del pacto permitía a los capitales británicos volver al país deduciendo un porcentaje para pagos de deuda externa, es decir que se cobraban ellos mismos.

Por aquel entonces Roca, vicepresidente de Agustín P. Justo, declaraba orgulloso que “la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico”. Arturo Jauretche, por entonces miembro del nacionalista grupo Forja, llamaría al Pacto “el estatuto legal del coloniaje”.

El kirchnerismo suele presentarse como heredero del forjismo y reivindica a Jauretche y a Raúl Scalabrini Ortíz. Sin embargo, lejos de denunciar el estatuto del coloniaje que implica el acuerdo con el FMI, se contenta con plantear el desendeudamiento soberano en lugar de la ruptura y el desconocimiento de las deudas ilegitimas e ilegales con el capital financiero internacional.

Es una consecuencia de que el kirchnerismo mantuvo el status quo heredado por la otra “década infame”, la de los 90 y el menemismo que integraba.

Perón: el primer pagador

Para justificar el pago soberano de U$S 200 mil millones al FMI y los fondos buitre, el kirchnerismo recuerda que Juan Domingo Perón en 1952 llevó adelante una política de desendeudamiento mediante el pago de más de $ 12 mil millones moneda nacional, perteneciente a las dos últimas cuotas semestrales del empréstito argentino-británico contenido en el convenio Roca-Runciman (1933).

Poco después, en 1955, Perón firmo los acuerdos petroleros con la Standard Oil de California. En ellos se entregaba una extensa porción de territorio, se le permitía establecer un precio mayor al del petróleo importado y se condecía autoridad jurisdiccional a la compañía.

La política de desendeudamiento de Perón dilapidó reservas extraordinarias producto de la Segunda Guerra y gran parte del superávit comercial. Perón desperdicio esos recursos en lugar de utilizarlos para intentar un poderoso desarrollo industrial, o permitirle a YPF realizar su propia explotación de los recursos petroleros, llevando adelante el postulado nacionalista de la industrialización.

Su política prefirió garantizar la ganancia de los bonistas ingleses, suizos y estadounidenses poseedores de bonos de hasta 30 años, que de golpe se vieron con las manos libres para disponer de sus capitales.

Fue el golpe de la Revolución Libertadora de septiembre de 1955, rebautizada como la "Fusiladora" luego de las matanzas de civiles en los basurales de José León Suarez, quien en 1956 decide el ingreso del país como socio del FMI.

No es casual que los obreros de la resistencia peronista en su lucha contra los fusiladores y más tarde contra el entreguista Arturo Frondizi (a quien, dicho sea de paso, Perón llamó a votar en virtud de un pacto secreto, antecedente del mal menor que proclamaba el kirchnerismo frente a Mauricio Macri) proclamaran en el programa de La Falda en 1957 y Huerta Grande en 1962, el no pago de la deuda y la ruptura con el FMI entre sus demandas.

El kirchnerismo no solo se ubica lejísimos de los programas de la clase obrera de la resistencia a la "fusiladora", sino del propio Perón, quien no obstante su pago de la deuda externa con resultados onerosos para la nación oprimida, se negó a entrar al FMI y el Banco Mundial.

Los gobiernos kirchneristas llamaron pago “soberano” a entregarle U$S 200 mil millones al FMI y los fondos buitre. Recursos que no fueron utilizados para construir escuelas, viviendas, hospitales públicos y caminos. Lo hicieron en un momento de reservas extraordinarias y viento de cola a favor. Prefirieron cumplir con la deuda que benefició a los grupos económicos concentrados que mientras le garantizaban que la levantaran en pala, en boca de sus partidarios denostaba.

El destino de Vaca Muerta que pasó a manos de la Chevron, es una parábola final que deja al kirchnerismo en un grado mayor de sumisión al imperialismo y el capital extranjero. Mucho más funcional que el peronismo de los orígenes, quien inconsecuentemente se planteaba una resistencia relativa al imperialismo.

El kirchnerismo es, en definitiva, una representación farsesca del peronismo en su fase de nacionalismo burgués. Una manifestación de la inconsecuencia e incapacidad de una política burguesa para resolver los problemas estructurales de la Nación oprimida y conquistar una autentica independencia nacional.

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