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Aumento de casos de coronavirus: discurso acusador del Gobierno y medidas que realmente hacen falta

Alberto Fernández realizó este lunes declaraciones sobre la situación de la pandemia en el país, apuntando –de nuevo– exclusivamente a la “responsabilidad social”, sin anuncios de medidas sanitarias pero sí de un eventual endurecimiento de medidas de aislamiento y “que todo vuelva a paralizarse”. Fue en una conferencia de prensa para anunciar obras públicas en algunas provincias. El presidente hizo hincapié en la responsabilidad individual, en especial de la juventud, lo cual, dijo, "quiere decir cuidarnos para cuidar al que tengo al lado porque, si esto no ocurre, el riesgo de que todo vuelva a paralizarse existe." Los jóvenes, señaló, “no advierten el riesgo que se está viviendo y que necesariamente deben advertirlo; deben entender que son vectores de transmisión del contagio". Por su parte, el viceministro de Salud bonaerense dijo que el toque de queda “se encuentra dentro de la agenda de cosas que se han analizado”.

5 de enero de 2021

"No se puede jugar con fuego porque este virus sigue creciendo", dijo también Fernandez. Pero de este modo el gobierno nacional (así como también los de PBA y CABA), no solo desliga la responsabilidad del Estado en el manejo de la pandemia sino que al no anunciar las medidas sanitarias y económicas necesarias para encarar la situación actual, en un marco en el que el presupuesto de salud 2021 sufrirá fuertes recortes por el ajuste fiscal a pedido del FMI, parece él mismo estar dando vía libre al incendio.

La pandemia en números hoy

La situación efectivamente es preocupante. Según el informe del Ministerio de Salud vespertino de este lunes 4, se registraron 8.222 casos confirmados (52,8% en PBA; 47,2% resto del país), con un total 1.648.940 confirmados totales en lo que va de la pandemia, un promedio diario de 8.203 casos y una incidencia de 3.615 por 100.000 habitantes. Asimismo, se informó que hoy se cargaron 156 fallecidos y un total de 43.634 desde el primero (Argentina lleva acumulados 967,58 muertes por millón de habitantes, en 16° lugar a nivel mundial y arriba de, por ejemplo, Brasil, 19° con 928,78 o Chile, con 884,71) y una letalidad del 2,7 %.

En cuanto al sistema de salud, se informó que hay actualmente 3.433 personas en Terapia Intensiva, con una ocupación de camas del 53 % en el país (que es mucho mayor en provincias de la Patagonia: Neuquén 91%, Rio Negro 85 % y Chubut 72 %). Carla Vizzotti señaló también que la evolución de los casos es muy similar a la primera curva y la incidencia está subiendo o detuvo su descenso.

En Argentina, desde el pico de la epidemia, nunca se logró bajar de 4.000 casos diarios, lo cual indica que la “primera ola” nunca fue totalmente controlada. Asimismo, el Covid-19 fue la primera causa de muerte durante 2020, concentrado en la segunda mitad del año. A la dinámica preocupante de este cuadro hay que agregar la posibilidad adicional ­­de la circulación de la nueva cepa B.1.1.7 (o Inglesa) cuyo segundo caso se conoció hoy en Chile y ya se encontró en varios países con intercambios de pasajeros con el nuestro. Principalmente afectaría la velocidad de transmisión, ya que es hasta un 70 % más contagiosa.

El subtesteo y la necesidad del rastreo y aislamiento de contactos estrechos

A su vez, el propio ministerio de Salud informó que ayer se hicieron 22.180 test, lo que arroja un nivel de positividad (test positivos sobre los realizados) muy alto, del 38,75 %, o, en otras palabras, un subtesteo alarmante (de los peores del mundo). Recordemos que la positividad indica el grado en el cual se avanza –o no–­ en la detección y aislamiento del virus, y la OMS señala que del 10 % en adelante indica un déficit de testeo. En otras palabras, una pieza clave de la estrategia sanitaria frente al covid, la detección activa y preventiva frente a una enfermedad con una altísima transmisibilidad y un gran número de asintomáticos, es completamente deficitaria. Y esto no es nuevo: el país llegó a un triste récord de más del 50 % de positividad. Tampoco sobre este punto se hicieron anuncios. ¿Es que no hay test? Sí que hay. El Estado financió tres test moleculares de desarrollo nacional (CoronARdx y dos rápidos, Neokit y ELA-Chemstrip) y nuevas formas de extracción molecular que abaratan costos para los test. Fueron anunciados con bombos y platillos en su momento por el gobierno, pero terminaron beneficiando a las empresas que obtuvieron los subsidios (Argenomics, ligado a Hugo Sigman, anunció 80 mil kits semanales y recibió 10 millones de subsidio en mayo; Laboratorio Pablo Cassará; y Chemtest y PBL, respectivamente) en vez de ir a al sistema de Salud pública.

El testeo masivo es clave para detectar un virus como el coronavirus. Es necesario realizar campañas masivas de rastreo de personas infectadas, aislamiento de estas y de sus contactos estrechos, y avanzar activamente sobre las siguientes cadenas de contactos. Se trata de una medida complementaria al aislamiento social y otras medidas de cuidado, pero esencial en tanto es la vía para conocer la situación epidemiológica y de conducir el aislamiento racionalmente (además de adelantarnos a los eventos de sobredispersión que caracterizan al Covid). Para esto se pueden utilizar distintos tipos de test, por ejemplo serológicos para identificar a quienes experimentaron la enfermedad de forma asintomática y una vez encontrados, rastrear en sus contactos para cortar las cadenas de infección y test moleculares (tipo PCR o LAMP) o de antígenos para confirmar la infección. Disponer de esos recursos de testeo para el sistema público de salud es urgente, por lo que una medida básica es la de expropiación y nacionalización de los laboratorios que los producen (junto con el refinanciamiento de los laboratorios públicos).

Son necesarias medidas económicas urgentes

El sistema de salud estuvo muy cerca del colapso en gran parte del país, y sus trabajadores vienen sosteniéndolo con sus cuerpos (y vidas en muchos casos). Ante el inicio de una segunda ola, las prepagas salieron a declarar que no podrán afrontarla si no les autorizan aumentos. Sin embargo, el gobierno lleva transfiriendo 30.000 millones de pesos al sistema privado y de obras sociales. Frente a un nuevo rebrote se deberían tomar medidas urgentes para fortalecer el sistema de salud, como el aumento del presupuesto para garantizar medidas de protección adecuadas, infraestructura y sueldos acordes para los trabajadores, así como la unificación y centralización del sistema público y privado.

La amenaza de endurecimiento represivo y “paralizar nuevamente todo” lleva implícita la amenaza de una nueva descarga de la crisis económica sobre los sectores más golpeados por la pandemia: quienes desempleados o precarizados se ven obligados a salir a buscar un sustento exponiéndose al virus (y a la represión) o caer aún más en la indigencia. Si las condiciones económicas y sociales ya eran de la mayoría de la población eran críticas al comienzo de la pandemia, hoy son mucho peores: la pobreza finaliza el 2020 superando el 42 % según datos de la UCA y el desempleo creció para ubicarse por encima del 14%. y al problema estructural de falta de vivienda, clave frente a un virus en el cual el hacinamiento es letal se respondió con palos y balas Guernica. Frente al panorama que se anuncia, otra medida básica debería ser garantizar los recursos para que estos sectores puedan aislarse sin sufrir las consecuencias económicas.

Todo lo anterior se agrava dadas las condiciones de ajuste que lleva adelante el gobierno a pedido del FMI: el gasto del Estado se ajustó casi 10 % en términos reales en el Presupuesto 2021, se eliminó el IFE (que de todos modos abarcó solo tres desembolsos de 10.000 pesos por familia), se recortaron los recursos para la salud en el orden del 10 %, y se ajustaron las jubilaciones. Desde el inicio, el gobierno apostó a una cuarentena sin planificación ni recursos sanitarios y económicos adecuados (por ejemplo, Argentina fue uno de los países que menos gasto público realizó para atender la emergencia, detrás de El Salvador, Chile, Perú, Brasil y Paraguay).

El planteo de impuesto progresivo a las grandes fortunas del Frente de Izquierda, a diferencia del “aporte extraordinario” impulsado por el oficialismo, podría garantizar recursos para estas medidas. Con este panorama, se vuelve a plantear esta medida (junto con otra básica, como es el No pago de deuda pública a los especuladores y la nacionalización de la banca y el comercio exterior dentro de un plan integral para frenar el saqueo de recursos.

Represión, juventud y trabajo precario

El discurso de la negligencia ciudadana (en su momento dirigido a los “runners”) oculta que la gran mayoría de la clase trabajadora debe seguir yendo a sus lugares de trabajo con protocolos insuficientes, incumplibles o inadecuados, bajo amenaza de despidos y suspensiones. Otra medida básica es la de protocolos adecuados en los lugares de trabajo, aislamiento sin afectar el salario y prohibición –efectiva- de despidos, así como también un salario de cuarentena, para quienes no tienen ingresos.

Simplificar la contención de una epidemia a una tarea individual (o como mucho familiar) es una decisión ideológica con abrumadoras consecuencias para el control de una epidemia. A diferencia de los que pensaba Margaret Thatcher, los fenómenos sociales no pueden explicarse a partir de las acciones de personas individuales. Por ejemplo, la promoción del turismo interno no puede ser separada del impacto que esa medida tendrá en la evolución de la epidemia. Para quienes deben seguir desplazándose a sus trabajos, ante un servicio de transporte público deficiente y donde se viaje hacinado ¿cómo se garantiza el cumplimiento de medidas individuales básicas como distanciamiento o no permanecer en espacios cerrados?
Bajo una perspectiva de que las soluciones son individuales, entramos en la opción clásica de modificar el comportamiento mediante la zanahoria o el garrote. Lamentablemente, solo la segunda posibilidad es puesta sobre la mesa y, al igual que en otros países de América Latina, las medidas de confinamiento son sostenidas por las fuerzas represivas (según la Correpi 411 personas fueron asesinadas por el Estado en 2020, de los cuales 40 % tenía menos de 25 años) y el miedo. Se trata de un abordaje que solo apuntó a “aplanar la curva” para no saturar al sistema sanitario, y no a suprimir el virus, en función de afectar lo menos posible los intereses empresariales.

Una estrategia sanitaria a medida de intereses capitalistas

Como señala el biólogo Rob Wallace, esa estrategia descarga la crisis sanitaria sobre los trabajadores y solo garantiza nuevos rebrotes y las condiciones de circulación permanente del virus que hacen posible nuevas mutaciones como la inglesa.

Por otro lado, la vacuna no va a solucionar en sí misma la necesidad de una estrategia adecuada: en primer lugar, porque la rapiña empresarial y el “nacionalismo” de vacunas deja a los países más pobres relegados, y hace incierto que se puede garantizar la cantidad necesaria (frente a lo cual algo elemental sería la expropiación y nacionalización de los laboratorios que las producen para garantizarlas a toda la población). Las patentes de las vacunas en manos de los monopolios farmacéuticos son un límite absolutamente irracional que impone el capitalismo frente a la pandemia, y las grandes potencias se negaron al pedido de liberación de las patentes que hicieron recientemente India y Sudáfrica, a pesar de que en su gran mayoría esas vacunas fueron financiadas por los Estados y utilizaron investigaciones de los sistemas de ciencia y salud. En segundo lugar, no será la solución inmediata porque, al menos la de AstraZeneca a la que apostó el gobierno para negocio de Hugo Sigman, no otorga inmunidad esterilizante (según los estudios de fase 3 publicados, un porcentaje importante se sigue infectando aunque de forma asintomática), por lo que la circulación viral puede continuar sin ser debidamente detectada. Nuevamente, son claves las medidas que señalamos antes.

No está de más recordar que al mismo tiempo que abordó de esta manera la pandemia, el gobierno impulsó proyectos extractivistas que van directamente contra condiciones de salud y ecológicas de la población, como el agronegocio (ni más ni menos que la forma de producción en el orígen del virus mismo), el fracking o la megaminería, o directamente pandémicos, como las megagranjas porcinas. Es el otro costado del negocio de la salud, como simboliza la figura de Sigman.

Ante este aumento de contagios, el agravamiento de la crisis sanitaria y la culpabilización de la juventud, se hace urgente levantar el programa de conjunto de planteó el Frente de Izquierda en los comienzos de la pandemia, que parte de que los costos los paguen los capitalistas. (LID) Por Juan Duarte / Santiago Benítez

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