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América Latina: la deuda habitacional en la región más desigual del planeta

Un análisis de una de las regiones más urbanizada a nivel mundial y la que presenta el mayor nivel de desigualdad. El problema de la vivienda afecta a una importante franja de la población que no accede a la misma, con casos extremos como Colombia donde menos del 40 % de los hogares es dueño de la vivienda.

2 de diciembre de 2020

De acuerdo a estimaciones de organismos internacionales como la OIT el 53% de los ocupados urbanos en América Latina y el Caribe trabajan en el sector de la economía informal y de acuerdo a datos de CEPAL del año 2015 un 10% de las personas empleadas de la región viven en hogares en situación de indigencia, en el caso de las mujeres y pueblos indígenas la situación es peor, 7,5 millones de niñes menores de 5 años sufren desnutrición crónica. América
Latina sigue siendo la región más desigual del planeta, desigualdades entre lo urbano y lo rural, étnicas, de género, clase social y por origen nacional.

Se analizará la situación habitacional en un grupo de países seleccionados de América Latina. Pero atendiendo las limitaciones de los grandes promedios que esconden las enormes diferencias al interior de los países y como se presentará información representativa de las zonas urbanas el análisis se ilustrará con algunos elementos del proceso histórico donde se produce el crecimiento de las ciudades de la región.

El origen de la distribución territorial de la población de América Latina y de sus ciudades puede rastrearse en etapas históricas muy lejanas en el tiempo, previas al establecimiento del dominio político y cultural de los europeos sobre los pueblos indígenas americanos. Pero hay antecedentes menos lejanos que se asocian a la masiva inmigración internacional que comenzó a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX y que se dirige a varios países de la región y otros antecedentes más directos asociados a la industrialización que se produce a partir de 1930/1940 que dio lugar a un importante proceso de urbanización donde la población se desplazó desde el campo a las ciudades. Este proceso ha tenido distintos ritmos e impacto entre los distintos países.

La aceleración del crecimiento de las ciudades de la región fue muy dinámica hasta la década de 1970 luego, en un marco de profunda crisis económica internacional la ofensiva neoliberal avanzó sobre las condiciones de vida de la población imponiendo un brutal ajuste estructural. Podría decirse que en ese momento se produce un interregno donde se desacelera el crecimiento de las principales ciudades de la región, pero el fenómeno de la urbanización es mundial y crece en la medida que se desarrolla la técnica y el capital se apropia del beneficio, hoy las grandes ciudades concentran importantes franjas de población que han sido expulsadas de las áreas rurales y nutren los cordones marginales de las megaciudades que se caracterizan por el empobrecimiento y la marginalidad.

En la actualidad a nivel generalizado las condiciones habitacionales de las zonas rurales presentan una situación muy crítica y eso está asociado a las peores condiciones de vida de la población que reside allí donde hay menores posibilidades de acceso a la educación y a la atención de la salud, mayor mortalidad de los menores de 5 años, la atención prenatal es inadecuada, hay mayor desnutrición infantil; desnutrición crónica; embarazo adolescente y maternidad infantil, los niños son envenenados por los agrotóxicos y hay falta de cobertura en salud, en la mayoría de estos indicadores las condiciones de las áreas rurales no solo son peores sino que llegan a duplicar y a triplicar los niveles que se registran en las zonas urbanas de la región como muestran los datos de la CEPAL. Pero esto es diferencial de acuerdo al origen social, no es la misma situación para los trabajadores rurales que son la inmensa mayoría y que trabaja de sol a sol desprotegidos y bajo las pésimas condiciones laborales que imperan en el campo que la de los hacendados y grandes propietarios.

Antes de analizar la información sobre las principales ciudades de los países de la región es preciso señalar en primer lugar e independientemente del lugar geográfico donde la gente vive, el sector más crítico que sufre los mayores padecimientos son los que no tienen acceso a la vivienda (los sin techo), los más marginados dentro de la población marginada, y también hay que considerar a la población indígena que tiene una importante presencia en la región y que históricamente viene siendo arrinconada y es víctima de todo tipo de atropellos por parte del sector empresarial y los gobiernos que avalan el extractivismo mediante el fracking que degrada y contamina el suelo. Como también los trabajadores desposeídos que encuentran en la migración laboral una posibilidad de acceder a bienes y servicios para sostener sus hogares.

Urbanización y desigualdad

Pero ¿cuál es la situación de la población que vive en las megaciudades de América Latina, en el aglomerado Gran Buenos Aires (que incluye a los partidos del Gran Buenos Aires y a la Ciudad de Buenos Aires), en San Pablo, en Santiago de Chile, en el Distrito Federal de México que están precarizadas?

América Latina es una de las regiones junto con América del Norte que presenta el mayor nivel de urbanización, se estima que en 2018 el 81% y 82% de la población vivía en áreas urbanas respectivamente (según estimaciones de la División de Población de Naciones Unidas). La cantidad de gente que vive en las ciudades es mayor, en el gráfico se puede observar que ciudades como Montevideo concentran a la mitad de la población de Uruguay, en Argentina el aglomerado Gran Buenos Aires concentra un 33% de la población del país; en Santiago de Chile vive el 38% de la población del país, sin dudas son áreas estratégicas y en ciudades tan grandes el problema habitacional es clave.

América Latina es la región que presenta el mayor nivel de desigualdad. Las ciudades de la región son espacios que reproducen formas de crecimiento desigual que se expresan en exclusión social, segregación, desigualdad y niveles generalizados de pobreza. En países como Argentina el nivel de pobreza infantil según el INDEC supera hoy el 56% de las personas de 0 a 14 años. De ese total, el 15,6% de los niños viven en la indigencia en hogares en donde los ingresos no llegan a los 11.000 pesos y no alcanzan a cubrir una canasta de 17.000 pesos. Hay una creciente polarización de las desigualdades sociales que impactan de forma directa en los sectores más vulnerables entre los que destacan la infancia, los jóvenes, las mujeres y las personas inmigrantes que se insertan en empleos de precariedad extrema.

La precariedad habitacional padecida por niñas, niños y adolescentes urbanos en la región muestra su vinculación con un desigual acceso a servicios, al goce de derechos y a oportunidades, la vulneración de derechos directamente ligados con el disfrute de una vivienda digna y con acceso a servicios adecuados, existe sólida evidencia en relación a cómo las privaciones en el contexto habitacional limitan otros derechos.

Enmarcado en la precariedad habitacional Argentina representa a los países que al 2018 registraron un menor gasto per cápita en vivienda y servicios comunitarios que está por debajo de los 40 dólares, que es menos de la mitad de lo que destina Uruguay y México que están por arriba de los 80 dólares.

El problema de la vivienda afecta a una importante franja de la población que no accede a la misma, con casos extremos como Colombia donde menos del 40% de los hogares es dueño de la vivienda. Hay que relativizar el tema del acceso porque no es lo mismo acceder a una vivienda de calidad en una zona residencial óptima que ser dueño de una vivienda precaria o habitar en una villa de emergencia habitacional, o en viviendas precarias de zonas suburbanas o periféricas , la población que sufre mayores padecimientos vive en las peores zonas de la ciudad alejadas del centro, en los contornos del perímetro urbano donde las condiciones del hábitat son peores, generalmente en esas zonas la población despojada se asienta en villas de emergencia habitacional y por otro lado tiene un importante gasto en transporte para trasladarse a los lugares de trabajo donde habitualmente viaja en forma hacinada. Basta recordar las grandes revueltas en respuesta al aumento del transporte del 2019 en Chile, o en Ecuador y Brasil o como la de los chalecos amarillos en Francia que se originó por el aumento del combustible y extendió la protesta desde la periferia hasta el centro de París.

Además de la falta de atención al problema de la vivienda por parte de los gobiernos de turno, las condiciones deficitarias de las mismas, en las principales zonas urbanas, se expresan en la falta de agua y cloacas.

En Argentina si bien el porcentaje de hogares con acceso al agua en las principales ciudades es alto, recién el próximo censo permitirá conocer cuál es la situación en el resto de las ciudades y en las zonas rurales del país. La situación es distinta en el caso de la disponibilidad de cloacas. En Argentina un 30% de la población no tiene desagüe. Y a nivel regional países como Paraguay, República Dominicana y Costa Rica presentan el menor porcentaje de acceso.

La falta de agua potable, saneamiento y energía para la cocción de los alimentos tienen consecuencias perjudiciales para la salud; a lo que hay que sumar en muchos casos la falta de materiales de calidad en la construcción de la vivienda que expone a las personas a riesgos climáticos y de seguridad, y el hacinamiento y la falta de electricidad que tiene consecuencias en particular en el desarrollo cognitivo en la infancia y en el desarrollo laboral en la adultez.

La precariedad habitacional es una categoría que permite caracterizar las condiciones materiales adversas del contexto inmediato en el que habitan niñas, niños y adolescentes, para identificar a los grupos más vulnerables en las ciudades. Según datos de Unicef el 51,2% de niñas, niños y adolescentes de América Latina que viven en zonas urbanas reside en hogares con algún tipo de precariedad habitacional. Dos de cada diez viven en condiciones de precariedad habitacional moderada y tres de cada diez enfrentan precariedad habitacional grave producto de la falta de agua potable, saneamiento y energía y de residir en viviendas con materiales deficitarios.

Los promedios ocultan diferencias importantes entre países, por ejemplo, en Guatemala, Honduras y Haití, más del 60% de niñas, niños y adolescentes de áreas urbanas viven en condiciones de hacinamiento.

La precariedad habitacional se agudiza en los barrios marginales o asentamientos informales donde en el caso de Argentina el porcentaje de población que vive en alguno de ellos es del 16% mientras que en varios países es mayor llegando al 74% en Haití, el porcentaje más alto.

El aumento de la precariedad habitacional no puede llamar la atención cuando los ingresos se derrumban como se dio en la región y en particular en el caso de Argentina. De acuerdo a datos de la consultora Eco Go, Argentina está entre los tres países que tienen el salario mínimo más bajo de la región, sólo por encima de Brasil y México. Medido en dólares al tipo de cambio oficial -no a lo que marca la cotización paralela-, el ingreso de los trabajadores argentinos que estaba entre los más altos del continente bajó por el ascensor en los últimos 6 años y hoy está en U$S 219 por mes. Desde abril de 2017, el sueldo mínimo se derrumbó en un 58,2%, 20 puntos por encima de lo que cayó en la tierra de Bolsonaro: es más alto en Chile (U$S 416), Ecuador (U$S400), Uruguay (U$S 383), Paraguay (U$S 313), Bolivia (U$S 307), Perú (U$S 260) y Colombia (U$S 228).

El panorama es desalentador y ha empeorado con la irrupción de la pandemia por covid donde millones de personas que viven de ocupaciones informales perdieron sus ingresos y quedaron en la calle.

Las empresas extranjeras tienen cada vez más derecho a operar en las ciudades de la región gracias a la desregulación progresiva de las economías nacionales. Hoy las ciudades son el espacio donde se materializan las contradicciones de la globalización económica, donde se produce la sobrevaloración del capital empresarial y la subvaloración de los trabajadores que padecen situaciones de extrema precarización. Esta presencia conjunta se da en un contexto donde la transnacionalización de la economía ha crecido y ha convertido a las ciudades en espacios cada vez más estratégicos para el capital global, y la población marginada va ganando visibilidad y presencia política frente a las medidas de ajuste y deterioro en las condiciones de vida en distintos países y ciudades, que como se mencionaba más arriba en algunos casos como en Chile comenzaron con protestas contra el aumento del boleto estudiantil pero que hizo estallar el profundo descontento social acumulado por el alto costo de la vida, la precariedad de los sueldos y las pensiones y se transformó en una crisis política nacional, o contra la quita del subsidio a los combustibles en el caso de Ecuador pero que expresó el repudio al paquete de medidas económicas del gobierno y el FMI. En Argentina se vienen dando en el último año procesos por el derecho a la tierra y la vivienda, como se materializó en las tomas de tierras en distintos lugares del país. Uno de sus más importantes epicentros es la toma de Guernica que a pesar del desalojo y la represión violenta sufrida siguen firme en su reclamo y llaman a movilizar este jueves.

En estos días se habla mucho sobre desigualdad, el tema tiene larga data, en el país y en América Latina, también tiene responsables que votan presupuestos totalmente ajenos a las necesidades de la gente. Mientras los gobiernos miran para otro lado se necesita una reforma urbana integral que vaya contra la especulación inmobiliaria y el lucro capitalista, que contemple el pleno acceso a la vivienda, al transporte, la salud y la educación. Como denunció Nicolás del Caño en el congreso, en un país como Argentina que tiene una carencia de 1.300.000 viviendas mientras se destinan los recursos del país al pago de la fraudulenta y odiosa deuda externa en el presupuesto nacional apenas se prevé construir 200.000 viviendas. Es urgente destinar recursos a la construcción de viviendas y a mejoras habitacionales. (LID) Por Camila Chiappero / Clara López

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