Después del fuego, quedó algo más visible: una megafamilia que convivía hacinada en una casa de 50 metros de fondo. El drama puso en primer plano las falencias estructurales y también la red solidaria.
Borja Díaz 305 parece una dirección como cualquier otra. Pero detrás de ese número, en el corazón del barrio El Pilar, hay una casa de 50 metros de fondo donde viven más de 30 personas: seis familias, una decena de adultos y al menos quince niños que comparten espacios, rutinas, afectos y también carencias.
“Cada familia tiene su parte”, explica Zulma Romero, de 36 años, nuera de Sonia Rueda, la dueña de casa, una mujer de 58 años y madre de diez hijos. Seis de ellos vivían allí con sus parejas y sus hijos.
“Hay cinco piezas arriba y había cuatro ambientes abajo: una cocina, un baño y dos piezas”, precisó.
La casa no resistió una sobrecarga eléctrica y se incendió el domingo pasado, entre las 9 y las 10 de la mañana. Una zapatilla eléctrica con varios cargadores generó un chisperío y las llamas se propagaron rápidamente, favorecidas por techos de tergopol. Eso ocurrió en una de las piezas de la planta baja, en el fondo. “En segundos empezó a arder. Queríamos sacar agua, pero no salía ni un hilo”, relató Zulma. La presión era tan baja que impidió hacer algo antes de que las llamas lo consumieran todo.
En ese momento, los chicos ya estaban despiertos y se encontraban jugando. Afortunadamente, todos lograron salir. “Yo bajé porque vi humo desde arriba. Ahí nos dimos cuenta y salieron todos”. Lo que siguió fue el caos.
La tragedia dejó al descubierto una realidad que en muchos casos permanece invisible: el hacinamiento. Según un informe de diagnóstico de Salta, del Gobierno nacional, que data de 2020, el 11,5% de los hogares salteños vive en condiciones de hacinamiento crítico, es decir, más de tres personas por ambiente.
Zulma contó que “los bomberos demoraron unos 25 minutos en llegar”, pese a los reiterados llamados de familiares y vecinos. “Los vecinos vinieron a ayudar. Gracias a Dios, llegaron antes de que se consuma el 100% del terreno”, dice. La planta baja quedó completamente destruida. La planta alta, afectada en un 30%, según los relevamientos.
Las familias lo perdieron casi todo: electrodomésticos, televisores, muebles, colchones, documentación, ropa, útiles escolares. “La heladera, el freezer, la cocina, los roperos, los DNI… se fue todo. Hasta explotó la tapa de vidrio del freezer”, relató Zulma.
Pero lo que el fuego arrasó, la comunidad lo reconstruyó. “Vinieron vecinos de todos lados. Nos cocinaron, nos trajeron agua, pan, ollas, frazadas, colchones. Nos prestaron utensilios. Fue impresionante”, recuerda con gratitud. (tribuno)
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