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PANORAMA ECONÓMICO: Hacia el hondo bajo fondo

Este año terminará con una inflación récord comparada con los últimos veintisiete años. La recesión se profundiza con el torniquete del Banco Central. Precaria calma cambiaria.

22 de octubre de 2018| Pablo Anino |

El despacho del quinto piso del Ministerio de Hacienda, que aloja a Nicolás Dujovne, fue acondicionado recientemente con mayores comodidades. Un derroche en época de déficit cero. Ese espacio reducido tal vez sea uno de los pocos lugares del mundo donde el ministro encuentra cierta paz.

Cuando viaja el exterior, como para la cumbre del FMI en Bali, enfrenta cada vez más preguntas incómodas, dudas y exigencias por parte de los dueños del dinero. En esas tierras lejanas sufrió el interrogatorio de la J.P. Morgan, BlackRock, Templeton y otros fondos especulativos.

Para seguir apoyando al Gobierno (un “apoyo” contradictorio: se sabe que los grandes fondos de inversión fueron los principales motores de las corridas cambiarias) piden garantías sobre la continuidad de Cambiemos en las elecciones del año próximo, una odisea por las consecuencias de los ajustes que esos mismos hombres imponen.

Aunque es probable que el 26 de octubre se apruebe el segundo acuerdo con el FMI (luego que el primero fracasara a los tres meses de andar), en el directorio del organismo no hay unanimidad sobre cómo tratar con Argentina.

Las potencias europeas votarían a favor, pero bajo protesta, mientras que Estados Unidos y Christine Lagarde están “jugados” en el Titanic sudamericano. Así, se achican los márgenes para un tercer acuerdo si el segundo fracasa. Y los planes del FMI son adeptos al fracaso.

En las calles del país las preocupaciones son otras: la inflación y la recesión empeoran día a día las condiciones de vida.

Inflación récord

El Índice de Precios al Consumidor (IPC) de septiembre exhibió una suba de 6,5 %. Se trata del segundo registro más alto en la era cambiemita.

En el acumulado del año llega a 32 % y todavía quedan tres meses calientes. Si la inflación mensual descendiera al 4 % en octubre (las consultoras estiman que se ubica entre 4,5 % y 5 % en la primera quincena) y a 3 % en noviembre y diciembre, el año cerraría con una suba de precios del 46 %. Se trata de un nivel récord en los últimos veintisiete años.

Eso ocurriría en el mejor de los casos: es decir, si se verifica una desaceleración del IPC hacia fin de año. Pero al día siguiente de la difusión del IPC, el Indec publicó que la suba de precios mayoristas de septiembre registró un exorbitante 16 % y en el acumulado del año marca 66,1 %. Esta alza impactará en los próximos meses en los precios minoristas que releva el IPC.

Las alarmas están encendidas en el gabinete económico: la nueva meta es que la inflación no supere el 50 %. Simbólicamente (y para la realidad de muchos argentinos) sería una catástrofe para un presidente que en campaña afirmó que “la inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar".

La fórmula del éxito
El acuerdo con el FMI (cuya letra chica aún no se conoce, pero siempre se escribe a sangre y fuego), el presupuesto de déficit cero que se trataría la semana próxima en el Congreso y el programa monetario puesto en marcha por el Banco Central, intentan ordenar la economía alrededor de dos objetivos centrales: garantizar los pagos de la deuda y aniquilar el poder de compra del salario para robustecer la tasa de ganancia empresaria.

La trilogía dólar, inflación y salarios grafica bien la disputa en curso. La foto a septiembre muestra que el dólar subió 118 % en relación a diciembre de 2017. Esa suba es una suerte de paritaria de los exportadores y de los que tienen su patrimonio en dólares, tal es el caso de muchos funcionarios y grandes empresarios.

La inflación, como se señaló, se incrementó 32 % hasta el noveno mes. Es la paritaria de la clase capitalista en su conjunto. No obstante, ese número constituye un promedio que no permite ver que muchos sacan una ventaja adicional: tal es el caso de las privatizadas de servicios públicos beneficiadas con los tarifazos. En simultáneo, pequeños capitales probablemente estén perdiendo en la carrera de precios.

La paritaria de la clase trabajadora queda debajo de esos números. Las estadísticas oficiales del índice de salarios llegan hasta julio. Extrapolando los guarismos hasta septiembre los salarios se habrían incrementado un 16 %. Esto implica una caída del poder de compra del 13 % para el conjunto de los trabajadores.

Estas cifras promedio también impiden ver realidades divergentes: los salarios del sector público evolucionan por debajo del sector privado. Peor aún es la situación de los trabajadores no registrados (mal llamado en “negro”): hasta septiembre sus salarios se incrementaron 9 %, la mitad de lo observado entre los registrados privados.

En la trilogía dólar, inflación y salarios, los capitalistas obtienen beneficios en la medida que la evolución del dólar supere a la inflación, a la vez que esta última supera a los salarios. La fórmula del éxito del programa acordado con el FMI es cristalizar esta situación beneficiosa para la clase empresarial en detrimento de la clase trabajadora.

El túnel
Como en el bando empresario cada cual atiende su juego (aunque todos apuestan contra los trabajadores), el casino de la devaluación y la inflación presenta riesgos para sostener la gestión estatal del conjunto de los negocios capitalistas: el rodrigazo, la hiperinflación alfonsinista, entre otros episodios de la historia de los últimos cuarenta años dan testimonio.

Por eso, al shock para aniquilar el poder de compra del salario aplicado por los "mercados" con las corridas cambiarias y convalidado por el macrismo, prosigue un intento de estabilización: en otras circunstancias, ese fue el servicio que brindó Eduardo Duhalde al empresariado con la devaluación planificada de 2002 que destruyó el salario real (su poder de compra) un 30 %.

Ahora el macrismo tiene el fin de frenar la inestabilidad cambiaria y la suba de precios. Para eso redobló todos los incentivos a la especulación financiera con una fiesta de letras (Leliq, Lecap, Letes) del Banco Central y del Tesoro: el mecanismo de sacar pesos de circulación busca evitar que se vayan al dólar.

En un intento de manejar el ritmo de suba del dólar el Banco Central estableció una tasa de devaluación del 3 % mensual de la banda cambiaria hasta fin de año, momento en el cual revaluará la situación.

En la estabilidad precaria del dólar influye la inminente (si no “pasan cosas”) aprobación del nuevo acuerdo con el FMI: implicará el ingreso de dólares frescos. También en el gobierno esperan en los próximos meses divisas de las exportaciones agrarias, que escasearon este año por la sequía.

En estas condiciones, es probable que se regenere de manera senil un ciclo similar al experimentado entre el 20 de junio, cuando el FMI aprobó el primer acuerdo, y fines de agosto, cuando se empezó a descontrolar el tipo de cambio. La estabilidad es precaria: está todo atado con alambre.

El torniquete sobre la emisión monetaria para estabilizar el dólar está implicando poner a andar una bicicleta financiera que va a más velocidad que la que armó con las Lebac el ex presidente del Central, Federico Sturzenegger. Por lo tanto, un futuro choque de la política monetaria con la realidad puede causar un terremoto más desastroso.

Las tasas de interés por las nubes van a provocar un derrumbe económico fenomenal: en lo cotidiano (y evidente para el ciudadano de a pie) implican un fusilamiento al que compra en cuotas, paga el mínimo de la tarjeta de crédito o pide un préstamo personal. La consecuencia: menor consumo. Por mecanismos menos evidentes también se carcome el nivel de producción.

La retracción de la economía arrancó en abril con la primera fase de la corrida cambiaria y se fue profundizando en los meses subsiguientes. Con la política ultrarecesiva del Banco Central bajo el mando de Guido Sandleris, el diagnóstico que manejan al interior del equipo económico es lapidario: lo peor está por venir.

La desesperanza por la situación económica se dejó entrever en el coloquio de IDEA que cerró este viernes en Mar del Plata. El ministro de Producción, Dante Sica, intentó reavivar la fe con la promesa de volver al ataque con la reforma laboral.

El macrismo, especializado en vender futuro, promete que la luz al final del túnel brillará en la víspera de las elecciones presidenciales de 2019. Pero sus acciones están devaluadas.

Frente al manual motivacional cambiemita, los pronósticos del FMI y la Cepal son lapidarios: ubican la caída de la actividad cerca del 2 % para el año próximo.

Cambiemos lleva la economía hacia el hondo bajo fondo. Pero allí, como dice el tango, el barro se subleva. Las próximas semanas se verán jornadas de lucha contra el ajuste, empezando por el rechazo al presupuesto. La pelea está abierta. (LID)

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