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Campos de contrastes, el caso de la naranja en Jujuy

La proclama de grandes productores y dueños de la tierra que protagonizaron su tractorazo de un lado. Del otro, las y los que dejan su vida trabajando de sol a sol. ¿Quién produce la riqueza? ¿Quién se queda con el excedente? ¿Cómo se lo reparten? Acá lo analizamos en el caso de la naranja con Ledesma, el principal exportador del país.

28 de abril de 2022

La semana pasada te comentamos que había iniciativas que valían la pena darle pleno apoyo, nos referimos a la campaña solidaria por kits escolares que lanzaron trabajadores rurales de la seccional de Uatre-Ledesma.

Y cuando escuchamos a las grandes patronales agrarias quejarse en sus tractorazos, el contraste entre ellos y quienes producen la riqueza durante jornadas de sol a sol es abismal.

Veamos esta realidad un poco más a fondo con un ejemplo en la producción de naranjas del grupo Ledesma, el principal exportador del país, en base a su último balance.

Actualmente el precio de exportación ronda los 93 pesos el kg y para obtenerlo el empresario debe abonar un total de 19,2 pesos en salarios de obreras y obreros de cultivo, cosecha y empaque. Se trata apenas del 21% del total del precio de venta del kg de naranjas, el cual, a su vez, se compone de gastos generales que representan un 10%. De aquí que el excedente de valor (o la ganancia) por encima de sus salarios, que recordemos es creado por el trabajo de los obreros sea un 69% del precio del kg de naranjas, o sea, 64,5 pesos.

El excedente es tan elevado porque en la producción agraria los empresarios se pueden llevar una ganancia mayor que les permita pagar la renta al dueño de la tierra. En el caso de grandes productores dueños de la tierra –como Ledesma- se llevan ellos mismos esta renta.

Incluso la renta termina elevando el precio de los alimentos, dado que la propiedad de la tierra les permite fijar sus costos de producción por encima del costo promedio que rige en el resto de la economía. A mayor uso intensivo de la fuerza de trabajo, y menor uso de máquinas, como es el caso del citrus, el tabaco, la palta o la banana, la productividad es más baja respecto al resto de la economía -que se asume más mecanizada- y, por ende el costo total es más elevado y de ahí una renta mayor. En el caso argentino, a su vez, hay que considerar la mejor fertilidad del suelo respecto a otros puntos del planeta que les permite a muchos productores obtener un costo menor y embolsarse la diferencia.

Una aproximación a la renta se puede observar también en el valor de naranjas vendidas en el mercado interno donde al productor de Entre Ríos hoy se le paga 44,4 pesos el kg, cuando si se exportan dijimos hoy ese productor obtiene 93 pesos. De aquí que la tentación para vender en el país al precio de exportación es muy grande y el golpe al bolsillo ni hablar. Como decía Marx, “la sociedad, considerada como consumidor, paga de más por los productos agrícolas, lo que constituye un déficit en la realización de su tiempo de trabajo en producción agraria, constituye ahora el superávit para una parte de la sociedad: los terratenientes.”

Por último, en impuestos abonan un 2% por cada kg de naranjas. Recordemos que el gobierno nacional le quitó las retenciones al sector citrícola, y en la provincia la alícuota de ingresos brutos es ínfima, apenas un 0,75 %.

Ahora bien, pese a que el obrero es el que crea la riqueza en el capitalismo, el rol que juegan en la producción grandes empresarios agrarios y terratenientes, se presenta como su contrario. Bajo el sustantivo, "el campo", se pretende hacer pasar que también ellos crean riqueza y valor. Por ejemplo, el gobernador Morales, ante el tractorazo del fin de semana último en Plaza de Mayo, sostuvo que, “El campo es el motor de la economía de la República Argentina”. En el caso del titular del PJ jujeño, Rubén Rivarola, reunido con las patronales agrarias del NOA, afirmó “Hablar de campo es hablar de producción y trabajo.”

Y sobre esta lectura distorsionada, durante el tractorazo las patronales del campo ratificaron su esquema de sociedad con una proclama liberal que parece que se las hubiese escrito el economista Javier Milei.

Allí por ejemplo dijeron, “Para repartir riqueza primero hay que crearla y la mejor manera de distribuirla es el trabajo libre donde los beneficios vuelven a la sociedad sin necesidad de intervención estatal, que además de cara es violenta y distorsiva.”

Trabajo “libre” bajo el capitalismo no existe, lo cierto es que la clase trabajadora la única libertad que tiene es vender su fuerza de trabajo, otro medio para subsistir no tiene.

Pero lo que está claro es que para ellos, el capitalismo, debería funcionar directamente sin límites, que la diferencia entre los salarios y el excedente que se puede encontrar en el ejemplo de la naranja se lleve al extremo.

Por el rol del Estado, en este caso les ha hecho un gran favor eliminando retenciones, y cuando las aplica no hace más que redistribuir una parte del excedente apropiado al obrero por el empresario y el terrateniente, sin cambiar de fondo las condiciones de explotación ni el costo social que implica la presencia de terratenientes que por su presencia elevan el costo de los alimentos como explicamos antes.

Sin embargo, en la solidaridad de los de abajo comienza a sonar la música de otra proclama, aquella que cansada de este desorden de cosas, puede desplegar un nuevo orden, que partiendo de la unidad de todos los trabajadores, ocupados y desocupados, peleando por sus derechos, se abra paso a la conquista de una organización social consciente y planificada, donde los verdaderos y únicos productores se asocien libremente, sin apropiadores del trabajo ajeno de ningún de tipo, donde la producción tenga un sentido social y no de lucro, y se haga respetando a la naturaleza. Hay que animarse, prepararse y desafiar a los poderosos. (LID) Por Gastón Remy

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