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UN AÑO DE CAMBIEMOS Los dramáticos números de la economía de Macri

Se acerca el fin del segundo semestre sin "brotes verdes".

2 de diciembre de 2016| Esteban Mercatante |

Está por cumplirse un año desde que Mauricio Macri asumiera la presidencia, y lo hace muy distinto a cómo lo imaginaba. Al menos, si creemos que creían lo que decían. La tormenta de inversiones que auguraban no se ha concretado. El aniversario llegará con una economía en recesión y sin atisbos de los “brotes verdes” que vienen prometiendo sin éxito desde hace varios meses. La actividad industrial retrocedió 8 % en octubre en relación a igual mes de 2015, y cayó 4,9 % entre enero y octubre en comparación con igual período del año pasado, mientras que la construcción en octubre exhibió una baja de 19,2 % respecto al mismo mes de 2015, y una acumulada desde enero de 13,5 % en relación al mismo periodo el año anterior. La economía mostró en septiembre una caída interanual de 3,7 %; el acumulado del año exhibe un deterioro de 2,4 % respecto de 2015.

Después de la baja de tasas de interés fijada esta semana por el jefe del Banco Central (BCRA) Federico Sturzenegger y en el marco de una gran incertidumbre internacional, el dólar volvió a escalar fuerte, llegó el miércoles a 16,10 pesos, máxima cotización histórica que se mantuvo ayer. Aunque los ministros de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, y del Interior, Rogelio Frigerio, hayan afirmado ayer que la suba en la cotización del dólar “no es preocupación” para el Gobierno, lo cierto es que podría colaborar al recrudecimiento de la inflación, que está lejos de ser controlada, y sólo amainó un poco gracias al hundimiento de la economía.

Brotes… de especulación

La argentina tuvo “lluvia de dólares”, pero no de inversiones sino de los especuladores que aprovecharon la bicicleta financiera creada por el BCRA con las altas tasas ofrecidas en las Letras (LEBAC) que emite para absorber pesos. También ingresaron dólares gracias al festival de endeudamiento, que superó los 40 mil millones de dólares de deuda tomada afuera (a lo que se agrega el endeudamiento en pesos para hacer una montaña formidable). Al mismo tiempo que llueven dólares también se van; la fuga de capitales acumula 11 mil millones de dólares en lo que va del año. El blanqueo ya superó los 20 mil millones de dólares. Esto podría significar una recaudación de 2 mil millones de dólares o más para el fisco (que sería el triple si que concretan los mejores pronósticos para todo el blanqueo), y está llenando de verdes el sistema financiero.

Expectativas incumplidas de la “lluvia de inversiones”

Pero el panorama es muy distinto cuando se trata de poner plata en instalaciones productivas. Los anuncios de nuevas inversiones privadas que exhibe la web del ministerio de Hacienda, llegan a 38,9 mil millones de dólares. Y esto dividido en cuatro años, cuando según la consultora Abeceb se necesitaría sumar nada menos de 50 mil millones de dólares por año al promedio de inversiones anuales de 2010-2015. Lo que es peor, casi de la mitad de estos anuncios son reciclaje de los que ya se habían realizado en 2015. Y muchos, son todavía anuncios y nada más, a concretarse en algún momento entre hoy y 2019. El número total de anuncios de nuevas inversiones sólo crece hasta 57,9 mil millones de dólares si se le suma la inversión “privada-pública”, es decir aquellos proyectos donde el privado “invierte” pero el Estado paga con creces el retorno de dichos desembolsos.

No resulta sorprendente que la inversión no haya resultado como se ilusionaba el gobierno. Es consecuencia de su política: devaluó y hundió el mercado interno, y además están quienes reclaman que aún así no ajustó el valor del dólar lo suficiente en relación con las aspiraciones de los sectores que buscan “competitividad cambiaria”
A la par de estos pobres anuncios de nuevas inversiones, el Centro de Estudios Económicos de Orlando Ferreres estima que la inversión agregada acumula entre enero octubre una caída de 3,7 % respecto de igual período de 2015. Para el Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala el panorama es aún peor: la inversión se habría hundido 8,6 % en octubre.

No resulta sorprendente que la inversión no haya resultado como se ilusionaba el gobierno. Es consecuencia de su política: devaluó y hundió el mercado interno, y además están quienes reclaman que aún así no ajustó el valor del dólar lo suficiente en relación con las aspiraciones de los sectores que buscan “competitividad cambiaria”, lo que es un eufemismo para reclamar caída de los salarios en dólares (lo que significa también menos poder adquisitivo); en un año, la inflación revirtió los efectos, y los Ratazzi (Fiat) y compañía ya hablan nuevamente de atraso cambiario. Los tarifazos (aunque moderados respecto del esquema inicial) dieron un zarpazo al poder adquisitivo y al mismo tiempo aumentaron los costos empresarios. Al mercado interno en caída se suma el fuerte deterioro que registra la economía de Brasil. Si esto no bastara para explicar por qué la inversión viene en baja, se agrega política monetaria. Las tasas de interés que paga el Banco Central (BCRA) por las LEBAC que emite (que operan como un piso para las tasas que cobran los bancos por prestar), fueron fijadas el último martes en 24,75 %. La posibilidad de hacer buenos márgenes volcando pesos a la bicicleta financiera, supera ampliamente a las perspectivas ofrecidas por cualquier inversión productiva. Sólo prosperan inversiones en el agro, beneficiado por la caída de retenciones; también en energía, comunicaciones o construcción, en los que los cambios regulatorios y tarifarios y el aumento de la obra pública están creando grandes oportunidades.

Un “plan B” que no termina de arrancar

Las expectativas incumplidas con la inversión motivaron un intento de giro hacia un “plan B”: que la economía se moviera al ritmo del gasto público en infraestructura, y una nueva apuesta al consumo. Esta última incluía la expectativa de que aumentara el gasto de los asalariados después de las paritarias. Después de que desde diciembre de 2015 la combinación entre devaluación (que empujó un alza de la inflación que en 2015 rondó el 26 %), eliminación de retenciones (que encarece los alimentos porque menos retención significa que las patronales del agro reciben un precio en dólares más alto por la exportación, y eso se traslada a los precios internos) y tarifazos, diera un golpe al bolsillo pulverizando algo más del 10 % del poder adquisitivo de los salarios (y que golpeó con mucha más fuerza sobre los sectores de menores ingresos, porque los alimentos y otros rubros que golpean más sobre ellos aumentaron más que la media), el gobierno se entusiasmó con la idea de que después de las paritarias y gracias a una cierta moderación de la inflación conseguida a fuerza de enfriamiento económico, los salarios empezaran a “ganarle” a la inflación. Pero esta “ganancia” significa que el poder adquisitivo apenas recuperará una parte de la formidable pérdida que tuvo durante el año. Se espera que el año concluya con una pérdida de poder adquisitivo de 6 % en promedio(nuevamente, con las peores pérdidas soportadas por los estratos de menores ingresos). Si a esto sumamos el encarecimiento que tuvo el financiamiento al consumo (pensemos en el mayor costo de financiar el saldo de en las tarjetas de crédito o en la tasa prohibitiva que tienen los créditos personales, desreguladas gracias a Cambiemos), y considerando que la dinámica del empleo es nueva fuente de incertidumbre e invita a posponer los gastos que no sean imprescindibles, no sorprende que el consumo siga en caída, contrariando las expectativas del gobierno sobre el efecto que tendrían los sueldos “nuevos” pos paritarias (que llegaron bastante envejecidos). Según el Indec, en septiembre las ventas en supermercados tuvieron una caída en términos reales de 8,7 %, mientras que en los grandes centros de compras cayeron 15 %, y en los shoppings 11 %. En octubre los datos disponibles arrojan otra fuerte caída: según CAME la venta minorista tuvo una baja de 8,2 %; la venta de carne vacuna entre enero y octubre también muestra una caída de 8,3 %. El gobierno también apostó a la “reparación histórica” a los jubilados, pero esto por ahora tampoco se transformó en una palanca para reanimar las compras.

Se espera que el año concluya con una pérdida de poder adquisitivo de 6 % en promedio (nuevamente, con las peores pérdidas soportadas por los estratos de menores ingresos).

Respecto de la obra pública, el panorama también muestra una situación a media máquina. En octubre crecieron fuerte las erogaciones de capital, aumentando un 80 % respecto de octubre de 2015 (pensemos de todos modos que en ese entonces el gobierno de Cristina estaba en piloto automático, y eso ayuda a mejorar la comparación). Pero la ejecución del presupuesto nacional del rubro está en 65 %. AySA lleva licitadas en el año 131 obras. Pero son 17 las que están en marcha. Para fin de año, la expectativa es llegar con la ejecución de un 70 % del presupuesto de $ 22.800 millones para obras, y recién en abril o mayo de 2017 se llegará al 100 % de lo previsto para 2016.

Aunque todavía no hay nada que lo confirme, la previsión de un mayor ritmo en el gasto de obras, sumado al “paquete” pro consumo que incluye los bonos y bonitos de fin de año, la Emergencia Social que se trata en el Congreso, el no pago de Ganancias para el medio aguinaldo (y el cambio de escalas para el año que viene), y el Ahora 18, podría permitir que la economía frene la caída en los próximos meses. Con más prudencia que hace algunos meses, diversos analistas esperan síntomas de reactivación para marzo o abril. Mientras tanto, cada vez son más los que dicen que este año la caída será mayor a 2 %, y el año próximo el crecimiento inferior a 3 %, poco más de un rebote de lo perdido, y todo bombeado por el gasto público y la moderación –momentánea– del “sinceramiento” (que igual tendrá sus cuotas de tarifazo fechadas ya para abril). Podría ser demasiado poco, y demasiado tarde, para las aspiraciones de Macri.

Advertencias por el “populismo M”, o el riesgo de no convencer a nadie

Condicionado por la incertidumbre sobre lo que significará la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EE. UU., el proyecto de Macri transita un sendero riesgoso desde el punto de vista de sus objetivos más estratégicos. El nuevo paquete de Emergencia Social para desactivar el proyecto que había votado la oposición en el Senado a instancias de la CTEP, tendrá un costo fiscal estimado de 30 mil millones de pesos. Otro motivo de escándalo para los que critican el supuesto “gradualismo” del ajuste de Macri. Cada vez son más –dentro de este núcleo recalcitrante de los exponentes de un ultraortodoxo liberalismo económico– los que lo acusan de “populismo”, el fenómeno maldito que Cambiemos había prometido erradicar de la política argentina, al menos por lo que durara el mandato de Macri. Los que esperaban un sendero de rápida reducción del déficit fiscal, observan que en lo que va del año el gasto creció 32,2 % y los ingresos 25,9 %, con lo cual el déficit primario lo hizo 69 %. En octubre el gasto primario creció nada menos de que 51 %, y el déficit se disparó 183 %.

Reputados economistas que sintonizan con las inquietudes de diversos sectores de las finanzas o del empresariado han verbalizado estas inquietudes. Guillermo Calvo afirmó que le preocupa “ver que algunos personajes importantes de la oposición parecen querer aprovechar esta coyuntura proponiendo planes populistas que empeoran el déficit fiscal o lo financian con impuestos retroactivos. Esto último vuelve más difícil la llegada de nuevas inversiones”. Jose María Fanelli sostuvo: “si el desequilibrio de las cuentas públicas es de siete puntos del producto, ¿qué piensan los inversores que hará el Gobierno en los próximos 3 o 4 años? Como la Argentina no se puede endeudar hasta siempre, el país tendrá que subir la presión tributaria de alguna manera. No sé cómo, pero de una u otra forma cobrará más porque alguien tendrá que pagar este mayor déficit. Eso retiene las expectativas y demora la inversión”. Fanelli también opina que “no se ajustaron los precios relativos porque no se corrigió las tarifas todo lo que había que corregir y no se ajustó el tipo de cambio todo lo que había que hacerlo”. La devaluación y los tarifazos se quedaron a mitad de camino. Una lectura en ciertos aspectos similar a la sugerida por el asesor estrella de Massa, Roberto Lavagna.

Quien también reclamó en primera persona por los impuestos fue Eduardo Eurnekián: “lo único de lo que se habla es cómo aumentar impuestos, cómo cambiarlos. Decime en que sociedad del mundo ante esas circunstancias vos vas a invertir. Es una sociedad en donde no sabés ni el impuesto que te ponen, ni el que sacan, ni que hacen. Acá los impuestos se ponen por única vez y siguen durando”. Cosa curiosa: Eurnekián reclama por los impuestos “excesivos” cuando los más ricos de la argentina –entre los que está fuera de duda que se encuentra este exitoso empresario– pagan por Ganancias un monto que equivale a apenas el 17 % de sus réditos anuales. La mitad de la presunta tasa máxima.

Muchas de las críticas pasan por alto, de todos modos, que el gobierno con esto compra paz social a precio de “limosna”, como varios dirigentes sociales señalaron cuestionando a quienes negociaron el paquete con el gobierno a cambio de abandonar cualquier medida de lucha. Lo mismo cabe al módico bono de fin de año y el –ya incumplido– compromiso empresario de no despedir, a cambio de los cual las CGT renunciaron a cualquier medida de fuerza. Mientras tanto, Macri avanza con el plan de modificación del régimen de ART, sigue pregonando la necesidad de convenios laborales “del siglo XXI” –ultraflexibles y atados a la productividad– y busca destrabar la prueba piloto en ese camino, que es elacuerdo petrolero. Convenio que se va a renegociar con los despidos de YPF en Neuquén como ariete para arrancar más concesiones al gremio.

Después de haber iniciado un shock, el gobierno pegó un giro ante la resistencia que generaban algunas de sus medidas, y también como respuesta al impacto económico que estas generaron, que no fue compensando con la prometida llegada de las inversiones. El riesgo, en la mirada de Nicolás Dujovne, otro de los impulsores de una línea menos gradualista –que pide ritmo más rápido de recorte fiscal y menos deuda–, “es quedarse a mitad de camino entre ofrecer una macroeconomía ordenada que baje la inflación y atraiga inversiones y otra que curaba todo con estímulos artificiales al consumo”. Y no convencer ni al inversor –que Macri como ha dicho Carlos Pagni aspiraba a poner en el centro de la escena–, ni al resto. El massismo y las distintas vertientes del peronismo golpean sobre estas debilidades del gobierno y hacer circular proyectos más drásticos para recortar el impuesto a las Ganancias a los asalariados y otras medidas similares, pero siguen prestando gobernabilidad y comparten con matices la hoja de ruta de Cambiemos, que apenas suspende el “sinceramiento” iniciado en diciembre de 2015 hasta octubre próximo, para retomarlo con furia si el resultado electoral se los permite.

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