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PANORAMA ECONÓMICO ¿Por qué no llega la “lluvia” de inversiones prometida por Macri?

Cada viaje al exterior realizado por Macri, tiene un importante capítulo dedicado a la seducción de los inversores extranjeros. Su gira europea, concluida en Alemania el miércoles, no fue la excepción: allí visitó las plantas de Mercedes Benz y Volkswagen, disertó ante la Asociación de Cámaras Alemanas de Comercio e Industria y tuvo una recorrida por el Centro de Capacitación de la empresa Siemens.

8 de julio de 2016| Esteban Mercatante |

El presidente se esfuerza en concluir que “existe mucho interés en invertir en la Argentina”. Pero los resultados cosechados no lo acompañan en esta afirmación. Mercedez Benz se limitó a anticipar que “ampliará” la producción en el país, sin arriesgar cifras, mientras que Volkswagen prometió 100 millones de dólares. Un “vuelto”, podría decirse, para una empresa que supera los 1.500 millones de dólares de ventas de unidades al exterior en los últimos años. Y que para peor, era un anuncio que ya se había realizado antes y ahora se repite, como ocurrió con otras promesas de inversión que difundió el gobierno este año.

Lejos de lo esperado

Esta magra cosecha de Macri en sus viajes se puede observar en los fríos números globales. Aunque el ministro de Hacienda Alfonso Prat-Gay sostuvo hace unas semanas que los anuncios de inversiones que llegarán al país desde el extranjero rondaban los 22 mil millones de dólares, el monto que el gobierno difundió hasta el momento es menor (15 mil millones), y de este total el 60 % son inversiones que ya se habían anunciado y confirmado en 2015, antes de que asumiera la nueva administración. Esto para el gobierno es un problema.

La idea de que la inversión extranjera pudiera resultar en un beneficio neto es sumamente discutible, ya que se trata de uno de los principales vehículos por el que el capital multinacional se apropia en las economías dependientes como la Argentina de buena parte de la riqueza producida por los trabajadores para acrecentar su valorización a escala mundial, en un proceso que genera toda una serie de trastornos económicos que van en contra de los supuestos beneficios que traería en términos de introducción de nuevas capacidades tecnológicas. Pero desde los dogmas aperturistas y ultraliberales del elenco gobernante, estas cuestiones ni se les ocurriría planteárselas; los desembolsos de las multinacionales siempre son buenos.

Algunos analistas han señalado la ingenuidad del gobierno de los CEOs de esperar que por un cambio en la administración automáticamente empezarían a llegar al país los dólares del exterior. Por el contrario, varios motivos llevaban a esperar que los empresarios abrieran un compás de espera antes de realizar fuertes gastos de capital para ampliar su capacidad productiva en el país. Esto corre tanto para los inversores extranjeros como para los empresarios nacionales. En un marco global donde los inversiones vienen retirándose fuerte de los países “emergentes” hace ya un par de años, y cuando la inversión se encuentra débil en casi todo el mundo, exceptuando China y otras economías asiáticas que logran atraer capitales.

Dónde se invierte en la Argentina

En primer lugar, es necesario preguntarnos dónde podría el país atraer inversiones. La Argentina no puede competir en costos laborales; aún después de la devaluación, los salarios promedio medidos en dólares más que duplican a los de México.

Por ende la economía argentina no se transformará de un día para el otro en una succionadora de inversiones para la exportación manufacturera que busca aprovechar salarios baratos. Los pésimos salarios y condiciones de trabajo de los que gozan dos tercios de la población trabajadora del país (un 30 % directamente en condiciones de empleo no registrado, “en negro”, y otro tanto en trabajos “basura” mediante diversas condiciones de contratación flexible y precaria), son sin embargo motivo de escándalo, por lo costosas, para los empresarios que hacen negocios en el país. El titular de FIAT, Cristiano Ratazzi, lo expresó con desenfado en varias oportunidades. Algún “experto” industrial llegó a sostener que el país tiene salarios “alemanes” con productividad “africana”. Más allá de la veracidad de una afirmación como esta, es ilustrativa de las dificultades del país para atraer capitales de esta índole.
¿Qué inversiones son las que sí podría atraer el país? A grandes rasgos, podríamos decir que hay tres tipos de inversiones que potencialmente atractivas:

- aquellas que aprovechan las ventajas competitivas del país, que están localizadas en la actividad agropecuria, la agroindustria, y la explotación de otros recursos naturales como la minería;

- un segundo tipo de inversiones son las que se destinan a la producción del mercado regional, es decir el de la Argentina y los demás países del Mercosur;
- finalmente, la inversión en el sector inmobiliario, así como los fondos que desembolsados para poner en marcha proyectos de infraestructura licitados por el gobierno.

¿Cuáles de estos sectores se han puesto en movimiento? Según sostiene el titular de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional -organismo que no termina de activar por las internas entre distintas áreas del gobierno-, Juan Procaccini, el mayor interés estaría infraestructura. Es decir, que sería un resultado de la puesta en juego de recursos públicos para activas obras, licitadas con los privados, más que de una reactivación de los “animal spirits” empresarios gracias a la llegada de un gobierno market friendly. Según el funcionario, dentro de esto lo que prima son proyecto de energía, seguidas por obras viales.

A renglón seguido, lo que más habría despegado son, según el mismo funcionario, “agro y minería, especialmente por el litio”. Gracias al formidable giro en las condiciones generado por Macri, con el ajuste cambiario de diciembre y la eliminación de retenciones para las exportaciones de estos sectores (excepto la soja para la que se rebajaron en 5 puntos porcentuales), la ecuación de rentabilidad se recompuso acá fuertemente. Pero incluso en estos sectores, como afirma Claudio Katz en su columna de ayer en La Izquierda Diario, hay recelos con el plan económico del gobierno, que podría conducir a un estrechamiento de la rentabilidad por encarecimiento de costos. Esto podría significar nuevamente inversiones más cautas en la próxima campaña.

Mercados deprimidos por el ajuste

Un bloque muy importante de potenciales inversiones, el de las que se radican para aprovechar el mercado local o regional, no arrancan porque las principales economías de la región se encuentran en retroceso. Brasil va por el segundo año de una severa depresión, por la que perderá casi 8 puntos porcentuales de PBI. ¿Podrá empezar a recuperarse en 2017? Algunos analistas son optimistas al respecto, pero no está asegurado. El mercado interno local, se encuentra también en caída por el shock implementado por Macri. Hasta tal punto ha pegado esto sobre el consumo, que uno de los principales empresarios del país, Luis Pagani de Arcor, estimó que este tardará entre “tres o cuatro año” en recuperarse.

Esto explica que, a pesar de las valoraciones positivas realizadas respecto de varias medidas tomadas por el gobierno a favor de empresarios, que en pocos meses implicaron transferencias de decenas de miles de millones de dólares desde los trabajadores y sectores populares hacia los bolsillos de los dueños del capital, estos sigan de todos modos esperando para tomar decisiones.
Para considerar la inversión total, y no sólo la extranjera, es de señalar que el desplome del mercado interno, sumado a otras medidas del ajuste en curso como los tarifazos, impactó de manera fatal sobre los sectores PyME.

Al mismo tiempo que se frenó la demanda, se incrementaron exponencialmente los costos. No es de sorprender que privilegien volcar cualquier fondo disponible a la bicicleta financiera antes que a la producción. Este sector de empresas venía viendo crecer su peso en la inversión total durante los años kirchneristas (como observamos en el capítulo 6 de La economía argentina en su laberinto, y por lo tanto que estén frenando sus desembolsos aún más de lo que ya lo venían haciendo durante los últimos años del período kirchnerista, agrava el panorama.

Piden menos “gradualismo”

Al mismo tiempo que la dureza del ajuste deprime la demanda agregada y pega sobre el mercado interno, haciendo que se frenen inversiones por ese motivo, también pesa sobre el gobierno el hecho de que la agenda de “sinceramiento” no avanzó con la velocidad que algunos sectores empresarios esperaban. Como expresó crudamente el economista Guillermo Nielsen, ex funcionario de Economía en tiempos de Lavagna y candidato porteño de Massa en las elecciones a jefe de Gobierno de 2015, “los inversores están muy preocupados por el rojo fiscal”.

El panorama de un recorte de gastos más lento del esperado en los subsidios, sumado a la reapertura del grifo de gasto con obra pública y la “reparación” a los jubilados, preocupa a los sectores que demandan un ritmo más rápido, asociado a cambios impositivos más favorables al capital. No basta con la quita de retenciones, demandan la habilitación del ajuste por inflación en ganancias y el fin del impuesto al cheque, y en el futuro todavía más concesiones.

También los impacienta que la pauta de ajuste del salario marche más lenta de lo que esperaban. Algunos consultores evalúan que este año el aumento salarial promedio será de 33 %. Es decir que perderá fuerte con la inflación, pero menos de lo que apostaban el gobierno y los empresarios con la pauta de 25 %.

La “táctica” del gobierno, de pausar el fiero ajuste (para retomarlo después de afianzarse electoralemente), puede ir en lo inmediato en contra de la “estrategia” de poner al inversor “en el centro de la escena” en palabras de Calor Pagni. En este marco, no sería sorprendente si la economía de Macri, ajuste fuerte para los bolsillos populares, pero demasiado escaso para las aspiraciones del capital, sigue obligada a convivir durante más tiempo con una escasez de inversiones, por mucho que busque con el blanqueo camuflar este panorama.

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