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Un sorpresivo acto fallido de una casta política insalubre

Los dichos despreocupados de Verbitsky en una columna radial desataron un vendaval político que, en cuestión de horas, terminó eyectando del Gobierno al ministro de Salud. El privilegio de vacunarse en un despacho oficial mientras las dosis escasean para la población no es un mero desfalco “moral”. Es un modus operandi.

21 de febrero de 2021

Aún resta conocer quiénes sabían con antelación lo que iba a decir Horacio Verbitsky en su habitual columna en el programa “Habrá consecuencias” de este viernes, en Radio El Destape. Y quizás nunca se sabrá si “el Perro” tenía ganas de ser despedido de la radio y duramente cuestionado por las trabajadoras y los trabajadores del organismo de derechos humanos que preside desde hace años.

Lo cierto es que a las 8:40 de la mañana Verbitsky salió al aire. Y a diferencia de los viernes anteriores, no adelantó nada sobre su columna dominical en El Cohete a la Luna. Sólo habló de su reciente vacunación con la Sputnik V, sobre todo de cómo logró que se le aplicara la primera dosis. Sin mayores sobresaltos, explicó que todo fue gracias a una gestión del ministro de Salud y que incluso el “evento” se produjo en un vacunatorio exclusivo montado en el mismo Ministerio que conducía hasta ayer Ginés González García.

La noticia se viralizó (varies incrédules debieron escuchar más de una vez la grabación en RadioCut). Durante horas “Verbitsky”, “Ginés” y “Ministerio de Salud” fueron tendencia en Twitter. A las 16:26 Ignacio Ortelli y Federico Mayol escribieron en Clarín una nota titulada “La historia secreta del vacunatorio VIP”, donde aseguraban que desde el día anterior tenían toda la información. La Nación relató otro tanto.

A las 17:33 Gustavo Sylvestre salió al aire en C5N con la primicia de que, por el escándalo, el presidente Alberto Fernández le acababa de pedir la renuncia a su ministro de Salud. A ese amigo personal de quien en diciembre de 2019 llegó a decir que era un “magister que merece ser distinguido por su sapiencia, por su condición humana, por su compromiso médico, por su compromiso social”.

Seis minutos después de la primicia de Sylvestre, el periodista Ari Lijalad, quien compartía micrófono con Verbitsky al momento de la columna de la mañana, explicaba sus sensaciones y pensamientos en un hilo de tuits.

Un cuarto de hora después Roberto Navarro, dueño y director de la Radio El Destape, retuiteaba a Lijalad y agregaba algunas líneas con definiciones agudas.

Con el paso de las horas la atención mutó de Verbitsky a la inesperada crisis política que le estallaba en las manos al presidente Fernández, quien debió buscar la forma de resolver el asunto “cortando por lo sano”. El despido de su máximo y querido colaborador de confianza fue una suerte de “control de daños” frente a un hecho imposible de tapar con algún discurso de ocasión y cambio de funcionarios de terceras líneas.

Finalmente, a las 21:18 el propio Ginés publicó en sus redes sociales las fotos de las tres hojas con su firma. La renuncia era un hecho. Pero el ya exministro no quiso perder la oportunidad de reivindicar sus catorce meses de gestión mientras culpaba del “malentendido” a la “confusión involuntaria” de su secretaría privada, que habría citado para vacunarse a las personas equivocadas. Y expresó, sin ruborizarse, su “gratitud a la inmensa mayoría del pueblo argentino por su compromiso y solidaridad”.

A esa altura, haciendo una vez más gala del más sofisticado cinismo, Juntos por el Cambio y sus aliados intelectuales se regodeaban públicamente con la crisis del oficialismo. Larreta estaba chocho, ya que el escándalo lo ayudó a tapar su frente interno, el mismo día que su "gestión" no pudo siquirea garantizar que todos los adultos mayores de 80 años pudieran anotarse para su vacunación. Para no hablar de impresentables como Patricia Bullrich y otros referentes macristas que se pasaron horas hablando por televisión haciendo leña del Ginés caído. De sólo pensar en las políticas sanitarias implementadas entre 2015 y 2019, da asco verles.

¿Ginés seguiría siendo ministro si Verbitsky primero y Clarín después no hubieran deschavado el “vacunatorio VIP” montado en el viejo edificio de 9 de Julio y Moreno? ¿Cuánto conocía de esa oficina para pocos la secretaria de Acceso a la Salud Carla Vizzotti, segunda de Ginés y desde hacía rato candidata firme a sucederlo? ¿Qué va a cambiar con ella como nueva titular de la cartera?

“Mientras millones de trabajadoras y trabajadores aún esperan su turno de vacunación, mientras las y los docentes y estudiantes son convocados a clases presenciales, sin garantías de salubridad, mientras miles de trabajadores de salud aún no recibieron la dosis prometida, los amigos del poder y funcionarios políticos reciben un trato preferencial, es indignante”, dijo a La Izquierda Diario la médica Laura Cano desde el Hospital Cestino de Ensenada.

“Claro que es indignante”, reflexiona Nathalia González Seligra desde La Matanza. Ella es docente y secretaria de Organización del Suteba regional. “Las trabajadoras y los trabajadores de la educación estamos desde diciembre esperando un cronograma certero de vacunación. Empezaron diciendo que íbamos a ser prioritarios, obviamente después de los trabajadores de la salud. Pero después le dieron prioridad a las fuerzas de seguridad y quedamos en tercer lugar”, detalla indignada.

Control de daños, pensó Alberto Fernández y echó al ministro al que consideraba indispensable, insustituible, el mejor de todos. Algunas versiones dicen que sobre la noche del viernes el presidente estaba “dolido” y “desilusionado”. Control de daños, porque si no se actuaba así la crisis podría escalar aún más.

Porque una cosa es homenajear a Carlos Menem por peronista y expresidente, y otra muy distinta es copiarle a Menem la obscenidad y opulencia de parte de funcionarios y amigos mientras se degradan las condiciones de vida de millones de trabajadoras y trabajadores.

En un país cruzado por la escasez de vacunas (producto de la inhumana guerra comercial entre multinacionales y Estados), donde se caen las páginas web y miles de adultos mayores no pueden sacar turno para vacunarse, donde el gobierno se niega a gritarle al mundo que se liberen las patentes y se pueda producir exponencialmente la vacuna en muchos países; que una caterva de funcionarios “nacionales y populares” se reparta el botín sanitario para salvarse entre ellos, no es una “inmoralidad”. Es la confirmación de que la casta de funcionarios que nos gobiernan, con sus salarios que decuplican el valor de los ingresos de millones de obreras y obreros, no tiene más principios que los de sus propios privilegios.

Cuando se prenden los micrófonos hablan, chamuyan, mienten. Adornan sus discursos con valores que no creen, con realidades que no viven, con demagogia progresista a esta altura insultante para la inteligencia.

Va siendo hora de que empecemos a repudiar con todo a esa casta burocrática de un Estado capitalista parasitario y criminal. La salud y la vida de las trabajadoras y los trabajadores valen mucho más que cualquier negocio de unos pocos. Y no va a ser con los Ginés y sus amigotes que nuestros intereses se vean representados genuinamente.

Hoy muchas y muchos que confían en este gobierno, que soportan el ajuste y la precarización en pos de un supuesto futuro mejor, sintieron que se les venía el mundo abajo. Ginés no. No puede ser. Él no… Pero sí. Ginés sí. Tal vez haya aprendido demasiado bien las lecciones de su padre político, Eduardo Duhalde.

Como dice Christian Castillo en una entrevista con este sitio, hay que contraponerle a este escándalo una salida radicalmente opuesta: “la liberación absoluta de las patentes y la centralización del sistema de salud, incluyendo a los laboratorios, juntando tanto los recursos del sector público y privado para empezar la producción inmediatamente, en acuerdo con los países latinoamericanos y que mientras tanto, el plan de salud sea controlado por organizaciones de los trabajadores y trabajadoras del sector de salud para que haya un control popular y estricto del plan de vacunación y que no haya el mínimo privilegio para nadie”. (LID) Por
Daniel Satur

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