Desde que asumió Milei la indigencia infantil se duplicó, afectando a 3,6 millones de niños, niñas y adolescentes. Hay 9 millones que viven en situación de pobreza.
El gobierno de Javier Milei celebra el 2,7% de inflación en octubre que se conoció y, en consecuencia, la desaceleración que logró a costa de una brutal recesión, el congelamiento del consumo y millones de hogares que quedaron lejos de adquirir los bienes básicos para subsistir. Con salarios y precios “viajando” a dos velocidades, los primeros más lentos que los segundos, la precarización de las condiciones de las familias es cada vez más notoria. La crisis alimentaria ya es un hecho. “El 52 por ciento de los hogares con niños, niñas y adolescentes dejó de comprar algún alimento esencial, siendo la leche y la carne los más recortados, mientras 7,4 por ciento de los niños y niñas debió saltearse una comida diaria debido a la insuficiencia de ingresos”, destaca un documento publicado por las investigadoras Agustina Haimovich y Mariana Rivolta, del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).
Esta situación se agrava en medio de una política de reducción drástica de las política públicas, las cuales suelen servir para amortiguar las privaciones de los hogares por falta de ingresos, con el objetivo de mantener un ajuste presupuestario insostenible. Dentro de las principales medidas de ajuste fiscal, se destacan los recortes del gasto público en programas dirigidos a la infancia. “Por ejemplo, las partidas destinadas a infraestructura educativa y acceso a tecnología sufrieron recortes de hasta el 70 por ciento. La proporción del gasto público en niñez cayó al 1,6 por ciento del PBI, el nivel más bajo en los últimos años”, señala el informe del Instituto que dirige Claudio Lozano.
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Pobreza
La mitad de los hogares con niños o adolescentes dejó de consumir carne y leche
Desde que asumió Milei la indigencia infantil se duplicó, afectando a 3,6 millones de niños, niñas y adolescentes. Hay 9 millones que viven en situación de pobreza.
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13 de noviembre de 2024 - 10:22
El gobierno de Javier Milei celebra el 2,7% de inflación en octubre que se conoció y, en consecuencia, la desaceleración que logró a costa de una brutal recesión, el congelamiento del consumo y millones de hogares que quedaron lejos de adquirir los bienes básicos para subsistir. Con salarios y precios “viajando” a dos velocidades, los primeros más lentos que los segundos, la precarización de las condiciones de las familias es cada vez más notoria. La crisis alimentaria ya es un hecho. “El 52 por ciento de los hogares con niños, niñas y adolescentes dejó de comprar algún alimento esencial, siendo la leche y la carne los más recortados, mientras 7,4 por ciento de los niños y niñas debió saltearse una comida diaria debido a la insuficiencia de ingresos”, destaca un documento publicado por las investigadoras Agustina Haimovich y Mariana Rivolta, del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).
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Esta situación se agrava en medio de una política de reducción drástica de las política públicas, las cuales suelen servir para amortiguar las privaciones de los hogares por falta de ingresos, con el objetivo de mantener un ajuste presupuestario insostenible. Dentro de las principales medidas de ajuste fiscal, se destacan los recortes del gasto público en programas dirigidos a la infancia. “Por ejemplo, las partidas destinadas a infraestructura educativa y acceso a tecnología sufrieron recortes de hasta el 70 por ciento. La proporción del gasto público en niñez cayó al 1,6 por ciento del PBI, el nivel más bajo en los últimos años”, señala el informe del Instituto que dirige Claudio Lozano.
Esta semana se conoció que, mientras uno de cada cuatro personas jóvenes en la Argentina no accede a una alimentación suficiente todos los días, el país se ubica -según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)- desde fines de 2022 como el tercer exportador de alimentos. Además, seis de cada diez jóvenes se encuentra directamente desempleado. “La tasa de pobreza y la de indigencia presentan una tendencia al alza, con una mayor incidencia en los jóvenes que en la población total. Este segmento etario sufre la pobreza y la indigencia más que el promedio de la sociedad”, alertó un informe elaborado por el Centro de Estudios para la Recuperación Argentina (Centro RA) de la Universidad de Buenos Aires.
El salto inflacionario provocado por las primeras medidas del Gobierno Nacional en diciembre del año pasado generó un shock regresivo que, en conjunto con el severo ajuste fiscal impulsado por el plan “motosierra y licuadora”, impactó en el poder adquisitivo de los hogares y provocó un freno en la actividad económica por el derrumbe del consumo, con el consecuente impacto en el empleo. De tal manera, pese a ser unos de los principales exportadores de alimentos, Argentina lidera el ranking mundial de inflación en ese segmento (alimentos y bebidas) y su consumo se redujo entre un 11 y un 16 por ciento según el canal de compras, según un informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en conjunto con la Fundación Rosa Luxemburgo en base a datos del Banco Mundial.
Como resultado de las políticas llevadas a cabo para inducir una recesión, el salario mínimo se recortó a un nivel tal que pasó a estar por debajo de la canasta básica total; los salarios del sector público se redujeron un 16,5 por ciento real entre noviembre y agosto y los del sector privado formal perdieron un 1,8 por ciento en el mismo período; se congeló el monto transferido por el ex Potenciar Trabajo, que redujo así un 57,8 por ciento su poder de compra en el mismo lapso y se ajustaron fuertemente las jubilaciones. En los hogares que perciben AUH y Alimentar y son receptores del ex Potenciar Trabajo, el poder de compra de ambas prestaciones sumadas se redujo un 8,3 por ciento.
El panorama se agrava aún más en los hogares que además perdieron sus empleos: el último relevamiento realizado por UNICEF indica que en un 15 por ciento de los hogares con niñas y niños alguna persona adulta perdió el empleo en 2024 y en hogares que perciben la AUH asciende al 23 por ciento. Estos datos permiten analizar la infantilización de la pobreza, la cual no puede escindirse de la situación laboral que atraviesan las familias de las niñas, niños y adolescentes. Como resultado, de acuerdo el informe del IPyPP, el 67,1 de los niños, niñas y adolescentes (casi 9 millones) vive en situación de pobreza, lo que representa un incremento de 10 puntos porcentuales respecto de 2023. La indigencia infantil casi se duplicó en el mismo período, afectando al 27,3 por ciento de los menores de 18 años (3,6 millones).
Esta realidad tiene lugar en un contexto social donde más del 53 por ciento de los adultos en hogares con niños, niñas y adolescentes se encuentra en situación de empleo precario o desempleo. La pobreza entre los ocupados trepó al 44,7 por ciento, afectando incluso a trabajadores formales, cuya tasa de pobreza se duplicó al 29,4 por ciento. De tal manera, el casi el 30 por ciento de los jóvenes y niñeces vive en viviendas inadecuadas en términos de calidad de materiales y saneamiento, y solamente un 41,9 por ciento tiene acceso a la Salud pública.
Otros indicadores de este deterioro son trazados por el panorama de UNICEF, que da cuenta las dificultades para afrontar los gastos de niños/as y adolescentes en la compra de libros, excursiones o salidas (49 por ciento de los hogares tuvieron mayores dificultades en el último año), gastos de transporte (35 por ciento) y calzado y vestimenta (34 por ciento). En ese marco, las familias debieron restringir consumos esenciales: casi una cuarta parte de los hogares dejaron de comprar medicamentos y un tercio redujo los controles médicos y odontológicos. Este relevamiento registró que el 52 por ciento de los hogares dejaron de comprar algún alimento, el valor más alto de toda la serie.
De estos, un 90 por ciento dejó de comprar leche, carne y otros lácteos. Un rasgo extremo de esta crisis se manifiesta en que el 7,4 por ciento de las chicas y chicos tuvieron que saltearse una comida diaria, situación a lo que llegan estos hogares después de agotar múltiples estrategias como endeudarse, pedir dinero a familiares o amigos, o que incluso los miembros más jóvenes del hogar busquen empleo para complementar ingresos: durante el último año, se registró que un cuarto de las y los adolescentes realizaba tareas laborales
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