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La destrucción actual de biodiversidad no tiene precedentes en la historia de la humanidad

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, desde 1970 la vida en el planeta está siendo destruida a ritmo vertiginoso. En América Latina, "imperio" del extractivismo, se liquidó el 95 %.

14 de septiembre de 2020

El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF en inglés) publicó el Informe Planeta Vivo 2020. “Nuestra relación con la naturaleza está rota”, afirman en la presentación interactiva en su web. En efecto, los datos son contundentes y alarmantes: desde 1970, las poblaciones de mamíferos, aves, peces, anfibios y reptiles se redujeron un 68 %. Es un ritmo de destrucción a escala mundial “sin precedentes en millones de años”: el 75 % de la superficie terrestre que no está cubierta por hielo fue significativamente alterada, en su mayoría para producir alimentos, y se ha perdido el 85 % de los humedales.

América Latina y África son las dos regiones más afectadas por este escenario catastrófico de pérdida de biodiversidad. Luego siguen Asia-Pacífico, América del Norte y, en último lugar, Europa y Asia Central. En nuestro subcontinente el descenso es del 94 %, especialmente entre las poblaciones de peces, reptiles y anfibios. Lo atribuyen a la transformación de praderas, sabanas, bosques y humedales, la sobreexplotación de especies (por ejemplo, con la sobrepesca), las consecuencias de la crisis climática y la introducción de especies invasoras.

En África, continente rico en diversidad y con poblaciones importantes de mamíferos grandes, la reducción fue del 65 % entre 1970 y 2016, esencialmente a causa de la invasión de especies, las enfermedades y las actividades de sobreexplotación de peces y mamíferos.

El Índice Planeta Vivo (IPV) calcula casi 21 000 poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios en todo el planeta. Este año se sumaron 400 especies y 4870 poblaciones nuevas. La megafauna, los insectos y la diversidad vegetal disminuyen de manera alarmante. El peligro de extinción de esta última está al nivel del de los mamíferos, aunque es menor que en el caso de las aves.

¿Por qué el planeta pierde biodiversidad?

No hay una sola razón, y la mano capitalista aparece en cada ataque a la naturaleza. Hay factores directos, indirectos y presiones, dice la WWF, y entre los primeros se menciona contaminación, sobreexplotación, crisis climática, pérdida y degradación de hábitats y especies invasoras. Entre las presiones está la pesca industrial, la agricultura, la energía, la minería, la infraestructura, la silvicultura y el turismo, en tanto que la demografía, el consumo, los Gobiernos, la tecnología, los organismos internacionales, la economía, los conflictos y las epidemias afectan en forma indirecta.

Agroganadería intensiva modifica el suelo

El factor principal de la pérdida de flora y fauna salvajes es la alteración de los usos del suelo para producir alimentos: cerca del 50 % del área de tierra habitable se usa para la agroganadería de vacas, cerdos y cultivos (para alimentar a las personas y al ganado). En ese marco, el plan del Gobierno argentino de instalar megafactorías con decenas de miles de porcinos en norte y sur del país se torna aún más criminal.
Por citar un ejemplo, la ecorregión del Cerrado, que limita al norte con la Amazonia y se extiende por Brasil, Bolivia, Paraguay y Argentina, es una importante fuente de agua, reservorio de dióxido de carbono (gas de efecto invernadero que en exceso produce calentamiento global) y alberga la biodiversidad más rica de todas las sabanas del mundo. Por la cría de ganado y el monocultivo de soja destinada a la exportación, ya se perdió la mitad de la región.

Ecosistemas de agua dulce arrasados y contaminados

Se ven afectados, incluso más que bosques y mares. El IPV afirma que “desde el siglo XVIII, casi el 90 % de los humedales del planeta han desaparecido y las cartografías globales recientes demuestran hasta qué punto las actividades humanas han alterado millones de kilómetros de ríos”. En ese marco, las especies de gran tamaño, la llamada megafauna, están siendo severamente diezmadas con respecto a otras más pequeñas. Hablamos de nutrias, castores, hipopótamos, manatíes, delfines de río y otras especies con más de treinta kilos (como los carpinchos en nuestro país).

Mares se recalientan y contaminan

Sobrepesca, urbanización costera que destruye hábitats, contaminación con residuos y microplásticos, más los efectos de la crisis climática, con la acidificación y el aumento de la temperatura del agua, son algunas de las razones por las cuales nuestros mares están en peligro (y no solo en sus aguas superficiales). Pero también las poblaciones costeras: el calentamiento global provoca el derretimiento de vastas superficies congeladas, lo que implica el aumento del nivel del mar.

Extinción de especies

Se calcula que una de cada cinco especies perecerá directamente a causa de la emergencia climática: especialmente aquellas que habitan el Ártico y la tundra. Pero la primera extinción de un mamífero ligada a la crisis del clima fue la de Melomys rubicola, en 2016, un tipo de roedor oficialmente desaparecido en el estrecho australiano de Torres.

El capitalismo es responsable

El informe de la WWF, que llega dos años después de su última entrega, nos sitúa en la revolución industrial, en la segunda mitad del siglo XVIII. Desde entonces, las “actividades humanas”, sin mayor distinción, degradaron y destruyeron en forma sucesiva bosques, praderas, humedales y otros ecosistemas de importancia, lo que también pone en riesgo el bienestar humano.

Pero ha sido en el último medio siglo que las actividades económicas transformaron drásticamente nuestro planeta: en este sistema, la huella ecológica global tiene un ritmo y una profundidad superiores a la capacidad de regeneración de nuestro planeta. Desde 1970, el aumento del consumo en los países desarrollados ha redundado en el crecimiento de su huella ecológica, mientras que se disparó la extracción de materiales de la naturaleza en países de menores recursos. Hablamos de un viejo conocido: el extractivismo que ha arrasado América Latina en las últimas décadas, profundizando el saqueo, la destrucción, la contaminación y la dependencia.

Informe Planeta Vivo 2020 - Fondo Mundial para la Naturaleza
El Informe Planeta Vivo 2020 responsabiliza a un sistema económico que no valora la biodiversidad, produce desequilibrios en la relación con el planeta y reclama una transición hacia “otro modelo” donde lo que se produce y consume de alimentos y energía esté en armonía con la naturaleza. “Hay ocho mil millones de razones para defenderla”, sostiene Marco Lambertini, su director general, quien señala que el covid-19 “es una clara manifestación de nuestra relación rota con la naturaleza y destaca la profunda interconexión entre la salud de las personas y el planeta”.

La alarma que no se dispara

La perspectiva de la crisis climática, aunque tenga menos espacio en las coberturas urgentes de los medios de comunicación, alcanza una dimensión crítica a pasos acelerados. Para evitar un punto de no retorno para el balance planetario, la temperatura terrestre no puede aumentar por encima del 1.5º C en X. Además de hacer una contribución esencial con la provisión de comida, fibra, agua, energía, medicinas, etc., la biodiversidad cumple un papel vital para la regulación del “clima, calidad del agua, contaminación, servicios de polinización, control de inundaciones y de grandes mareas”, pero también para el aprendizaje, las identidades y experiencias físicas y psicológicas, dice el informe.

Con la expansión de las áreas urbanas, quedan pocos espacios vírgenes en el mundo, repartidos en algunos países como Rusia, Brasil, Canadá y Australia. Si bien tiene algunas zonas intactas, la mayor parte del territorio de Argentina se encuentra dañada. Como en otros países, se debe a la expansión de tierras de cultivo, la infraestructura de transporte, la urbanización, entre otros factores.

Con el mundo azotado ahora mismo por fenómenos extremos como incendios, inundaciones y sequías, sumada a la pérdida acelerada de biodiversidad, los esfuerzos para la conservación de especies y hábitats son fundamentales, pero no alcanzan: para pensar en nuestro futuro y el de las generaciones venideras es urgente una transformación radical del sistema, en abierta ruptura con quienes nos trajeron hasta acá. (LID) Por Valeria Foglia

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