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La contaminación con microplásticos en el cuerpo humano preocupa a los científicos

A través de una nueva técnica, un grupo de investigadores detectó distintos tipos de fragmentos plásticos en miniatura en tejidos humanos. Una huella del capitalismo casi imperceptible, pero no menos dañina.

18 de agosto de 2020

"Sería ingenuo creer que hay plástico en todas partes, pero no en nosotros". Lo dice Rolf Halden, uno de los científicos que lidera la investigación de la Universidad Estatal de Arizona, en Estados Unidos, que desarrolló una nueva técnica para identificar componentes de distintos tipos de plásticos en órganos humanos. Para los testeos agregaron partículas a 47 muestras de tejidos de pulmón, hígado, bazo y riñón que provienen de bancos de estudio de enfermedades neurodegenerativas: detectaron microplásticos en cada muestra.

Aunque identificar fragmentos tan minúsculos es complejo y desafiante, el equipo ya halló rastros químicos de plástico como el bisfenol A (BPA) y decenas de tipos de plástico, como el tereftalato de polietileno (PET) utilizado en botellas para bebidas y el polietileno utilizado en bolsas descartables.

A partir de la década del 40 del siglo pasado, el plástico sintético se presentó como la solución a muchos problemas de la moderna sociedad capitalista, en las industrias y la vida hogareña. Para Charles Rolsky, otro miembro del equipo de Arizona, "en unas pocas décadas hemos pasado de ver el plástico como un beneficio maravilloso a considerarlo una amenaza". En forma coincidente, su colega Varun Kelkar afirmaba en su tesis de 2017 que “los microplásticos se están convirtiendo en un problema importante en lo que respecta a la contaminación del agua y representan una gran amenaza para la vida marina”.

Vida plástica

No hablamos solo de desechos que se amontonan en “islas” enormes en ecosistemas marinos: también los microplásticos y nanoplásticos, esos enemigos “invisibles”, han contaminado el planeta: se encuentran en las nieves del Ártico, la Antártida y también en las profundidades del océano. Según datos de un grupo de biólogos de la Universidad de Toronto, por año entre 4.8 y 12.7 millones de toneladas métricas de desechos plásticos llegan al medio marino desde la tierra. Y eso sin contar los microplásticos que lo hacen a través de aguas residuales, como por ejemplo las descargas de lavarropas. Entre estos plásticos en miniatura están las microfibras, propias de prendas textiles, y las microperlas que se encuentran en productos de higiene personal.

Los comemos, los tomamos y los inhalamos. Hay quienes se los untan con cremas y jabones exfoliantes. Directo a nuestros cuerpos desde la botella de refresco al palito de los hisopos y todo aquello producido en base a “la obsolescencia programada”, la vida útil de un producto calculada de antemano, otra de las imposiciones del sistema de producción y consumo capitalista. Pero los microplásticos también llueven, como sostiene un estudio de junio pasado del Departamento de Ciencias de Cuencas Hidrográficas de la Universidad Estatal de Utah sobre las precipitaciones en once áreas remotas y protegidas de Estados Unidos, entre las que se cuentan las Montañas Rocosas y el Gran Cañón. Esta contaminación por microplásticos también está lloviendo sobre los habitantes de Londres, Reino Unido, entre otras ciudades, según informa The Guardian.

Tancredi Caruso, biólogo de la University College de Dublín, realizó un estudio junto a colegas de la Universidad de Siena en la isla 25 de Mayo [1], la más grande de las Shetland del Sur, situada a un día de navegación en el extremo norte de la Antártida. “Si los microplásticos pueden ingresar a la red alimentaria aquí, probablemente puedan hacerlo en casi cualquier lugar del mundo”. ¿Cómo nuestros cuerpos iban a ser la excepción?

Kelkar de la Universidad Estatal de Arizona expresó los peligros que implica el descubrimiento: "Nunca queremos ser alarmistas, pero es preocupante que estos materiales no biodegradables que están presentes en todas partes [puedan] ingresar y acumularse en los tejidos humanos, y no conocemos los posibles efectos en la salud”.

Los microplásticos tienen menos de 5 mm de diámetro, mientras que los nanoplásticos presentan menos de 0,001 mm. Se forman por la abrasión de piezas de plástico más grandes que son descartadas en el ambiente. Las partículas pueden contener químicos tóxicos y microbios nocivos.

La intención de los expertos es compartir su hallazgo con otros investigadores a nivel mundial. “Ahora estamos proporcionando una plataforma de investigación que nos permitirá a nosotros y a otros buscar lo que es invisible: estas partículas son demasiado pequeñas para que las vea el ojo humano. El riesgo [para la salud] reside realmente en las partículas pequeñas", concluye Halden. Los resultados podrían ayudar a detectar los efectos de la exposición al plástico a lo largo de décadas y distintas geografías.

El problema no es nuevo -no por nada la Fundéu BBVA eligió "microplásticos" como palabra del año en 2018-, pero cada vez se estudia y concluye más sobre esta amenaza silenciosa. La producción irracional de artículos de consumo y el tratamiento deficiente de los residuos representan otro de los rastros que el capitalismo deja a su paso. Si de verdad queremos un futuro, habrá que desechar este sistema en forma definitiva. (LID) Por Valeria Foglia

Foto Portada: Los microplásticos son utilizados también en productos de belleza exfoliantes |Cristina Pedrazzini /Science Photo Library

[1] En el original, isla Rey Jorge.

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