La tormenta más devastadora en la historia de Bahía Blanca convirtió calles en ríos y barrios enteros en lagunas. Mientras el Estado miraba para otro lado, la organización desde abajo fue la verdadera red de rescate.
El 7 de marzo de 2025, Bahía Blanca fue arrasada por un temporal sin precedentes. En pocas horas, los arroyos desbordaron, las calles se volvieron torrentes imparables y cientos de familias lo perdieron todo. La ciudad quedó sumergida bajo el agua pero afloró una fuerza y solidaridad que impactó a todo el mundo.
Días después, al recorrer esas mismas calles cubiertas de barro, de escombros y de los restos materiales que sacaban los vecinos de sus hogares, los relatos eran impactantes. "Lo primero fue sacar a los chicos y los abuelos, después lo que se pudiera salvar. Pero el agua subía rápido, no daba tiempo a nada", contó Juan, vecino de Ingeniero White. Muchos, al ver que la ayuda oficial no llegaba, se lanzaron a rescatar a otros con lo que tenían a mano: botes, kayaks, hasta tablas de surf. La organización espontánea fue la diferencia entre la vida y la muerte para muchos, especialmente adultos mayores y niñeces.
El agua arrastró autos, postes de luz y casas enteras, pero también basura y cloacas desbordadas. En los barrios bajos, los más pobres de la ciudad, la contaminación agravó aún más el desastre. En Ingeniero White, al ver que no bajaba el agua, un grupo de vecinos junto a bomberos recorrieron la zona industrial en busca de compuertas de desagüe y las encontró bloqueadas por un árbol. "Este es un trabajo municipal, no es de bomberos, ni mucho menos de vecinos", explicó un bombero voluntario en vivo por las cámaras de C5N y replicado por La Izquierda Diario.
Días después, el intendente intentó desmentirlo en una conferencia de prensa y esto despertó aún más bronca de la gente. En cada testimonio surgía la mentira del intendente de Unión por la Patria, y los propios vecinos se encargaron de hacernos llegar los videos de cómo habían abierto las tapas. Una nueva publicación con estas pruebas se viralizó aún más, "¿A quién le vas a creer, al intendente o al bombero?", sentenciaban en los comentarios.
La indignación fue generalizada porque en toda la ciudad fue la población quien tuvo que hacer zanjas dentro de los canales, destapar desagües y arreglarse para limpiar, desinfectar y tratar de bajar la humedad de los hogares. Una semana después cuando volvió a llover algunas calles seguían con los desagües tapados. No solo pasó en los barrios más carenciados, en el centro de la ciudad también se evidenciaba la falta de mantenimiento, la infraestructura deficiente y el completo desastre de la gestión de los residuos cloacales que hizo que el agua no solo arrastre barro sino también materia fecal.
Mientras el Estado miraba para otro lado, la solidaridad desde abajo fue la verdadera respuesta. En Coronel Cerri y otros barrios aislados, la ayuda llegó primero de vecinos y voluntarios. Desde ciudades cercanas, personas sin dudarlo se pusieron a disposición.
Un grupo de trabajadores de la salud armó una "Posta de Salud y Cuidados" en los barrios más golpeados: enfermeras, médicos, psicólogos y voluntarios atendieron emergencias y colaboraron en prevenir enfermedades. Esta atención primaria sin falsificar los hechos fue fundamental, porque las autoridades preferían ocultar las posibles enfermedades a las que estaban expuestos los vecinos con tal de mostrar de forzar la vuelta al trabajo y a las escuelas, aún cuando las condiciones sociales y sanitarias no estuvieran dadas.
Laura Cano, médica del Hospital Cestino y diputada bonaerense del PTS-FITU, encabezó la iniciativa. En la Cámara de Diputados, contrastó la propaganda oficial del "sálvese quien pueda" con la realidad: sin la organización popular, la catástrofe habría sido aún peor. Denunció la falta de obras hídricas y el modelo de ciudad al servicio de las grandes empresas, no de su gente.
Este desastre no fue una tragedia climática. Fue el resultado de décadas de abandono, urbanización sin planificación y una infraestructura colapsada. ¿Cuántas advertencias de especialistas se ignoraron? ¿Cuántas lluvias más hasta que algo cambie de raíz?
El intendente anunció que harán falta 400 mil millones de pesos para reconstruir la ciudad. Pero su "reconstrucción" no menciona cloacas, viviendas destruidas ni las pérdidas de las familias trabajadoras. Su prioridad es otra: reactivar el polo petroquímico y el puerto lo antes posible, volver a la "normalidad".
Esa normalidad fue la que nos llevó hasta acá y la que hoy se pone en cuestión. La solidaridad y la organización son las mejores herramientas que tienen los vecinos. ¿Por qué no poner esa fuerza también para cambiarlo todo? La reconstrucción de Bahía Blanca no debe ser solo material, sino también social y política, y tiene que estar al servicio de las grandes mayorías trabajadoras que se pusieron en movimiento solidariamente. Afectar las ganancias multimillonarias de las empresas del polo petroquímico y el puerto es el primer paso.
Cámara y entrevistas: Javier Brat
Montaje y edición: Micaela Etchevest, Estefy LoPre, Matias Gali
Producción: Miguel Iademarco
Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz
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