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Yo tengo un sueño

Que los trabajadores estatales de la Provincia de Salta podamos crear una organización gremial, para asumir nuestra defensa. Exigiendo convincentemente nuestros derechos y subordinándonos a nuestras obligaciones. Que nos unamos con firmeza sin hipocresía y de buena fe. Se dice que cuando la gente no tiene posibilidad o alternativas de optar, no puede optar.

27 de agosto de 2006| copenoa |

Así, otro tipo de sindicalismo no sólo que es posible, sino que es una necesidad insoslayable e inexorable. Desde el marco del estado de derecho, del orden constitucional. Es decir de ese pacto -aún con los temas pendientes de realización, incluso de profunda crisis de legitimidad político institucional, el sistema democrático real es el que más racionalmente permite el desarrollo de las personas- que hacen los ciudadanos de un pueblo libre. Entendiendo que la voluntad particular se somete -mediante ese pacto o contrato social- a la voluntad general. Así, la Constitución -Nacional, Provincial y el orden normativo vigente- sería la expresión de la voluntad general. En rigor, el objeto de la Constitución es defender al individuo -en una democracia, el individuo es toda la sociedad- contra todas las usurpaciones y todas las opresiones.

Conscientes de que la seudo-fortaleza del supuesto poder omnipotente de los reaccionarios -cuyo inocultable adalid es el devaluado y emblema de la decadencia del derecho, un referente inmoral de lo ilícito, el estigma y apología corporizada de la impunidad, Juan Carlos Romero, quien tiene acreditada responsabilidad de la bajísima calidad institucional, y quien ya en pleno proceso del ocaso, pronto, terminará agobiado y rendido de rodillas disimulada e incondicionalmente a los pies del poder central-, se imponen por las debilidades nuestras. Es decir, prevalece la cultura del terror, el no te metas, la resignación, la ignorancia de nuestros derechos. Pero fundamentalmente la pérdida de autoestima en nosotros mismos. Más grave aún, no sólo que nos dejamos convencer, sino que además, desesperanzados y hasta vencidos, predicamos el no se puede. Pero esto, muchas veces, no es un defecto natural de nosotros, sino una consecuencia funesta de una política deliberada, persistente de los opresores. Así, el desprecio y sometimiento es el fruto de la debilidad de razonamiento y cobardía de actitud de nosotros. Debemos revertir insoslayablemente este oprobio cultural.

Ante esas puertas cerradas con saña, sordas ante el dolor y la humillación. Es bueno saber que el talón de Aquiles del déspota y su séquito, no es el insustancial discurso dogmático ideológico de los fundamentalistas, los aislados cortes de rutas, las intrascendentes protestas, etc. Sino el sentido común. Es decir la capacidad de razonar y obrar decididamente, la posibilidad de pensamiento y acción. Cuando la fuerza de la razón se apodere de nosotros, nos demos cuenta que 10.000 o 20.000 trabajadores estatales unidos, ciudadanos activos, somos más. Así, no podrán seguir avasallando y humillando nuestra dignidad y la de nuestra familia.

La expropiación de la dignidad es la puerta de entrada a todas las otras expropiaciones. Se debe generalizar la lucha para fortalecer el poder. Convivir en la diversidad, no es una utopía, es una hipótesis concreta. Así, en nombre de la preservación del estado de derecho, los derechos esenciales y las garantías constitucionales, debemos exhibir los límites de la condición ciudadana. No se trata de imponer prerrogativas o caprichos sectoriales. Se trata de derechos legítimos establecidos e inherentes a la dignidad de los trabajadores estatales. En éste status quo lacerante, similar a un Ghetto, que viven los trabajadores estatales de la Provincia, ése imperativo constitucional, debe ser nuestro proverbial documento de identidad. Algo tan elemental y racional. Es la naturaleza misma de un ciudadano y debe ser una severa conciencia social. Le digo no a la violencia. Ésta, sólo arruinará nuestra causa. Sí, es imperioso ejercer la objeción de conciencia constantemente. Sí a la revolución de terciopelo sindical.

En función de la degradación de los derechos, en las hogueras de lo ilícito -la doctrina Romero-. La inmensa mayoría de los trabajadores estatales de la Provincia están precarizados (esclavizados), son pobres y otros indigentes. Y se afirma que, la gente cuanto más pobre, agobiada de necesidades y acosada por demasiadas humillaciones, más conservadora es. Así, atemorizados, con el espanto retratado en el rostro no se atreven a cambiar. El empleo digno, implica proyectar nuestra vida, es sinónimo de dignidad presente y futura. En nuestra Salta la linda desacostumbrada a que los sueños se transformen en realidad. Es -mi visión, mi sueño-, hora de profunda reflexión, de compromisos, de asumir riesgos, como en cualquier orden de la vida. Como cuando una madre da a luz, se compromete, pues pone en peligro su propia vida, con la esperanza y la alegría que le produce el dar una nueva vida. Muchos, porque no se arriesgan a perder, viven perdiendo. Es bueno observar la vida con serenidad y esperanza. Son momentos de decisiones. Sí, se puede. ¡Vamos! De nosotros depende que el lenguaje del vandalismo, prepotencia, e impunidad del tercer “Reich salteño” decadente no se imponga. De nuestro cambio de actitud depende la transformación de la realidad del trabajador estatal Provincial y Municipal de la Provincia de Salta.

Se debe recuperar la capacidad de negociación. No es lo mismo negociar desde la cohesión que desde la dispersión. Menos desde la complicidad, obsecuencia, o el servilismo. Si seguimos atomizados, el gobierno -aún débil- no tiene interlocutor legítimo de los trabajadores estatales. Si permitimos que otros decidan por nosotros y nos disciplinen, ellos son y serán los diseñadores de nuestra calidad de vida. Estoy tan convencido de estar en lo justo, que si tuviera que recorrer el mismo camino hasta ahora recorrido. Haría exactamente, lo que hice hasta ahora. Me resisto a ser un conformista. Debemos transpirar dignidad. Percibo una actitud de cambio. Alguien dijo: “Es grande el desorden bajo el cielo, la situación es excelente”. El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños. Los convoco a compartir un camino común, una opción de vida, un sueño. Y llegará ese día, que se hable de un hecho fundacional: que los trabajadores estatales salteños fuimos capaces de crear con acción esa organización gremial soñada (A.T.A.P.). Y muchos podrán decir: “Yo fui partícipe”.

Foto de Portada: Miguel Rojo

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