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Verdades que salen a luz entre los escombros de el Líbano

El Estado de Israel, una máquina de matar con la licencia de Estados Unidos

Con la expresa anuencia de la Casa Blanca, el gobierno israelí está masacrando a la población libanesa y reduciendo a escombros Beirut. Esa verdad resplandece pese a la nube de polvo y dolor que dejan los bombardeos.

27 de julio de 2006| copenoa |

Aunque en las guerras suele importar un rábano quién disparó el primer tiro, es importante detenerse en este punto del conflicto israelita-libanés. Es que el gobierno de Ehud Olmert perjura que sus tropas invadieron El Líbano luego que el 12 de julio guerrilleros de Hizbollah secuestraran a dos soldados suyos. Olmert y los suyos dijeron que los capturados lo habían sido en tierra judía pero la policía libanesa aseguró que aquellos fueron hechos prisioneros en la región de Aita al-Chaab, del lado libanés, donde había penetrado una unidad israelí.

¿A quién creerle? Por la montaña de mentiras vertidas por las autoridades de Tel Aviv en el último mes, tan empinada como la montaña de cadáveres y escombros de Beirut, me inclino por la versión libanesa.

Pero hay algo más: no se puede desconectar la acción de Hizbollah del 12 de julio de la indignación que hervía en todos los pueblos árabes debido a la agresión de Israel en Gaza. Esta había comenzado el 28 de junio, quince días antes de la incursión de la resistencia libanesa en Aita al-Chaab.

En efecto, a fines del mes pasado, la artillería, aviación y tanques de las Fuerzas Armadas israelitas comenzaron a destrozar lo poco que quedaba en pie en la Franja de Gaza. Es una zona muy castigada por esas fuerzas de ocupación desde setiembre de 2000, cuando comenzó la Segunda Intifada palestina.

Allí también operó como justificativo israelí el hecho de que un comando palestino hubiera atacado una base militar, matado a dos soldados y tomado prisionero a un cabo. Pero esta fue una legítima acción de resistencia contra una fuerza armada que ocupa buena parte de Palestina (Gaza y Cisjordania desde junio de 1967).

Sólo una mentalidad coincidente con el hitlerismo podía responder a una acción guerrillera centrada en una posición militar, con una ofensiva total contra la población civil de Gaza. Olmert lo hizo, secundado por los partidos que conforman su coalición gubernamental liderada por Kadima. Entre éstos resalta el laborismo, bueno para usar ante ojos europeos como una pantalla para disimular los crímenes.

Se dirá que las tropas habían abandonado Gaza en 2005 por orden de Ariel Sharon. Sí, luego de tantísimos años de ocupación, reservándose controles y bases militares. Además hay que contabilizar que Olmert adoptó en 2006 medidas asfixiantes para estrangular a los palestinos luego de que Hamas ganara las elecciones. Insistió en que se trataba de un “gobierno terrorista”.

Blancos diferentes

Queda claro que Israel tiró la primera piedra en forma de misil, obús, bomba y todo lo que tenía en sus arsenales provistos por Estados Unidos. Por el momento lo único que no utilizó es la bomba atómica, de las que dispone unas doscientas. Así lo testimonió en 1986 un israelita democrático, Mordechai Vanunu, ingeniero en el centro atómico de Dimona. Eso le costó ser secuestrado por el Mossad en Europa y pasar largos años de cárcel en su país.
En la “Guerra de los 6 Días” de 1967, los palestinos perdieron los dos territorios ya mencionados y la zona este de Jerusalén. Egipto se vio privado del Sinaí y Siria de las alturas de Golán. El Líbano no intervino en esa contienda pero fue periódicamente invadido por Israel, como en 1982, cuando el general Sharon era jefe del Ejército.

El retiro se produjo tres años más tarde, pero reservándose una “Franja de Seguridad” de 10 kilómetros de profundidad. Eso duró hasta mayo de 2000, cuando Israel se tuvo que ir de allí bajo la presión político-militar de Hizbollah, aunque conservó ilegalmente la zona de las granjas de Chebaa. El Líbano las reclamó en vano hasta ahora.

En esas condiciones políticas e históricas, ¿qué tenía de extraño que Hizbollah capturara dos soldados y reclamara un canje por los presos palestinos y de su movimiento? Lo mismo habían planteado las organizaciones de Gaza que tienen en su poder al cabo Gilad Shalit: un trueque por centenares de mujeres y adolescentes que forman parte del contingente de 9.000 prisioneros palestinos en Israel.
El fragor de los combates no puede hacer perder de vista otro asunto clave: la diferencia de blancos de los contendientes.

Israel ha matado en Gaza a 121 palestinos, casi todos civiles, en tanto murió un soldado atacante (tres si se cuentan los de la acción guerrillera del 24 de junio).
La estadística en El Líbano es de terror: hasta ayer se contaban 418 libaneses muertos, en su abrumadora mayoría civiles y un tercio niños. Israel ha tenido 42 muertos, de los cuales 17 eran civiles. El resto, mayoría, vestía uniforme.

Si se consideran las víctimas del plomo israelita desde que comenzó la Segunda Intifada, hace algo más de cinco años, las muertes palestinas ascienden a 5.265, también en su mayoría civiles, incluyendo mujeres y niños.
Esto despeja cualquier duda que pudiera haber sobre que en Medio Oriente hay “dos demonios”. Como en Argentina en 1976, hay uno solo.

Licencia norteamericana

Las fotos de barrios de Beirut se pueden poner al lado de fotos de los ’40 de Londres o Moscú, destruidas por la Lutwaffe (aviación germana) y costaría encontrar las siete diferencias.

Para evitar evacuaciones de civiles del teatro de combate, la aviación israelita empezó haciendo añicos el aeropuerto de Beirut, sus rutas y puentes. Además, de paso, fue destruyendo la infraestructura civil del país vecino.
Si con eso pensaba volcar la población libanesa en contra de Hizbollah, puede que esté cosechando un resultado opuesto. Esa gente invadida ve la pasividad del ejército libanés ante la agresión externa, en contraste con la resistencia opuesta por la organización de Hassan Nasrallah. Los generales israelitas están muy preocupados por los cohetes katiushas en poder de ese movimiento, pero más por la existencia de numerosos túneles que Hizbollah tenía cavados y que dan pie a la guerrilla.

La guerra empieza a parecerse a la vietnamita. Por esos canales subterráneos circulan combatientes y se almacenan armas, como si esa porción de El Líbano fuera la zona de túneles de Cu chi, en plena guerra de liberación indochina.
Los proyectiles israelitas han matado a cuatro observadores de la ONU, en un atentado que el propio Kofi Annan calificó de “aparentemente deliberado”. Es que los agresores no quieren testigos molestos en el lugar. Imitan a sus socios mayores que disparaban en Bagdad desde sus tanques Abrams contra los periodistas que cubrían la invasión.

El jefe de aprovisionamiento y logística de Olmert es George W. Bush, que no contento con proporcionarle aviones F-16, Helicópteros Apache y motores para los tanques Merkava, ha entregado más bombas. Así lo reportó esta semana The New York Times, una fuente insospechada de simpatía por palestinos o libaneses.

Lo más dañino del rol norteamericano no es la provisión de herramientas para matar, de por sí criminal. Lo peor es el acompañamiento político, que da cobertura al genocidio. Así debe entenderse la negativa de Washington a avalar el alto del fuego pedido por el gobierno libanés y otras autoridades de Medio Oriente y el mundo. La Casa Blanca apoyó la invasión a Gaza y El Líbano como supuesto derecho a defensa de Israel. Al bloquear los varios intentos de tregua, Bush está dando tiempo para que los ocupantes hagan el trabajo sucio y negocien luego desde posiciones de fuerza.

La mano del imperio está detrás de las dilaciones del Consejo de Seguridad de la ONU, rápido semanas atrás para condenar a Corea del Norte por una prueba misilística que no rozó un cabello de nadie, pero impotente para ordenar que se detenga la barbarie.
Conviene no olvidar estas enseñanzas regadas con tanta sangre y quemadas con fósforo blanco, como las víctimas libanesas.

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