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Un millar de sacerdotes murieron en el campo de concentración de Dachau

La fuerte presencia de católicos internados en el campo de concentración nazi de Dachau, cerca de Munich, era conocida. Ahora se dispone de un estudio completo, realizado por el periodista Guillaume Zeller, editor de DirectMatin.fr, titulado La Baraque des prêtres, Dachau, 1938-1945, aparecido en Éditions Tallandier. El título evoca el nombre alemán de los barracones en que estaban internados: Priesterblock. Hasta su liberación el 29 de abril de 1945, en Dachau estuvieron unos 200.000 prisioneros de más de treinta países.

19 de febrero de 2015| AICA |

Según explica el autor en una entrevista en Le Figaro, de 1938 a 1945, 2.579 sacerdotes, seminaristas y monjes católicos fueron deportados por los nazis a Dachau, así como unos 141 pastores protestantes y sacerdotes ortodoxos. El Vaticano no pudo evitarlo. Consiguió solo que fueran agrupados en Dachau, y dispusieran de breviarios y de la posibilidad de celebrar la misa. Procedían de Alemania, Austria, Checoslovaquia, Polonia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Francia e Italia.

Según Zeller, los sacerdotes alemanes pagaron así el precio de su oposición al programa de eutanasia nazi. Muchos de los sacerdotes franceses fueron deportados acusados de participar en la resistencia, lo mismo que los polacos.

Compartieron los mismos sufrimientos que todos los otros 200.000 prisioneros que pasaron por Dachau. De los 2.720 sacerdotes y religiosos, 1.034 murieron en el campo antes de la liberación, en su mayoría, 868 eran polacos. Todos mantuvieron una gran dignidad, a pesar del esfuerzo de sus guardianes, de las SS para deshumanizarlos y degradarlos.

Es conocida la obra del comunista judío italiano Primo Levi en la que describe la altura moral de los rabinos deportados al campo de exterminio de Auschwitz. Aunque las circunstancias son diferentes, su conducta fue comparable a la de los sacerdotes católicos de Dachau, quienes no cesaron en su lucha por mantener la fe, la esperanza y la caridad: la oración, los sacramentos, el apoyo a los enfermos y moribundos, la organización de cursos clandestinos de formación teológica y pastoral y la reconstrucción de la jerarquía eclesial fueron armadura que les permitió preservar su humanidad. Tuvieron muy presente el modelo de las persecuciones en los primeros siglos del cristianismo.

El libro refleja historias individuales impactantes. En Dachau abundaron los episodios heroicos, a pesar del sadismo de las SS, que trataban de enfrentar a unos deportados con otros. Durante el invierno de 1944-1945, fueron diezmados por una epidemia de tifus; mientras que los responsables del campo abandonaban los barracones contaminados, decenas de sacerdotes acudieron voluntariamente, conscientes de los riesgos, para asistir y consolar a los moribundos y algunos murieron por ello.

Zeller relata el episodio de la ordenación clandestina in articulo mortis de un joven seminarista alemán, oficiada por monseñor Gabriel Piguet, obispo de Clermont-Ferrand, deportado a Dachau por su apoyo a la red de refugios para judíos (es uno de los Justos de Yad Vashem). Durante los pontificados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, 56 sacerdotes y religiosos muertos en Dachau han sido beatificados después del correspondiente proceso, que reconoce sus virtudes heroicas. Sin duda, el antiguo campo de Dachau es el mayor cementerio de sacerdotes católicos en el mundo.

(Armando Rubén Puente)

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