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“Si no nos dejan soñar nuestros sueños, nosotros no los dejaremos dormir”

Suelen muchos simpatizantes de este gobierno, con cierto ánimo culposo, y a la vez con encubiertas intenciones exculpadoras, enfatizar la responsabilidad de Felipe Sola y de la etapa del neoliberalismo menemista en la implantación del modelo de sojización y de difusión de las semillas transgénicas en la Argentina.

24 de mayo de 2011| Jorge E. Rulli |

difusión de las semillas transgénicas en la Argentina. Sin duda que están refiriendo a situaciones reales, que nadie se atrevería a dejar de reconocer. Lo que objetamos es que, al reclamar responsabilidades hacia el pasado, se alivie, encubra o acaso disimule, las propias responsabilidades del presente. Estamos convencidos que esas serían las intenciones que llevan estos sostenidos amanuenses del doble discurso, ya sea que
militen en Carta abierta, en la Cámpora, o en otras tantas agrupaciones subsidiadas y además, abastecidas por cientos de funcionarios con altísimos sueldos. Si analizamos con seriedad la situación pasada y actual del modelo de la agriculturización en la
Argentina, nos será fácil verificar que ninguno de los gobiernos sucedidos desde aquella fatídica habilitación de la primera semilla de Soja RR realizada por Felipe Solá en 1996, ha hecho tanto, pero tanto a favor de la Republiqueta sojera como el actual gobierno de
Cristina Fernandez Wilhelm. E incluyo en ello, a la anterior etapa a cargo de su difunto esposo Néstor Kirchner. Basta con considerar entre muchas otras decisiones, más que fundamentales fundacionales, la creación de un ministerio para la Ciencia y la
Tecnología, y que ese ministerio se pusiera en manos de un hombre como Lino Barañao que no fue elegido por la Presidenta misma sino por un cónclave de biotecnólogos provenientes del estalinismo. Tengamos en cuenta asimismo, que ese ministro es el
preferido para participar en calidad de segundón real aunque de bajo perfil, de los viajes internacionales presidenciales, viajes en los que se deciden las políticas exteriores de la Argentina y sus relaciones con los mercados globales. Consideremos también, el que se
haya oficializado y generalizado el estudio universitario de las llamadas Ciencias empresariales con respaldo económico de las empresas privadas, incluyendo en ello a las Corporaciones transnacionales, y que estas prácticas sean asumidas con desenvoltura y descaro por la propia Presidenta. Añadiría el que se haya promovido a Ministerio de Agricultura la anterior Secretaría, y que el Ministro respectivo Julián Domínguez sea el primer alto funcionario que asume como propios y con desembarazo, los discursos
durante tantos años emitidos por Gustavo Grobocopatel y Héctor Huergo acerca de que exportamos conocimientos y tecnologías, no comodities ni materias primas. Le añadiría a todo ello, el que se implemente el llamado “Plan Estratégico Agroalimentario y
Agroindustrial” que se propone explícitamente aumentar al doble o al triple las actuales producciones para la exportación, además de las políticas de cooptación que dirige la Ingeniera Carla Campos Bilbao desde el propio Ministerio para los pequeños agricultores, agricultores familiares, huerteros y productores de alimentos sanos,
mediante asesoramientos técnicos, subsidios y planes crediticios, a los fines de reorientarlos hacia sistemas de mayor eficiencia y escala, así como de comercialización certificada que los integre a los Agronegocios.

Lo que estamos tratando de decir es que por primera vez comprobamos de manera fehaciente, un compromiso consciente, explícito y además con la voluntad de profundizarse, de un proyecto de Crecimiento y modernización subsidiada que nos neocoloniza y que nos configura como Republiqueta sojera y productora
de Biocombustibles. En relación a ello, decíamos en una anterior editorial que consideramos que, por muchas razones y en especial por las que ahora enumerábamos, el modelo de agro exportación, agricultura industrial y urbanización forzada de la
población con asistencialismo masivo, se encuentra instalado y con el aval de toda la oposición, de la Universidad, de la Iglesia, tanto de la CGT como de la CTA, de las ONG y las principales fuerzas sociales. Esta convicción que tenemos, determina los pensamientos que vamos a exponer a continuación y que son válidos o al menos
comprensibles tan solo si hemos llegado a esas certezas.

Si el modelo culminó su implantación sobre el territorio y sobre sus instituciones, podemos considerar que lo que ayer pudo ser reivindicativo también era revolucionario, en la medida en que intentaba frenar esa implantación y abrir esperanzas a otro modelo
diferente de país. Muchos aguardaron prudente y medrosamente durante años el formar una propia opinión sobre estos temas, justificándose en que no nos comprendían…
Ahora que el modelo se implementó, no quieren ver que el levantar las banderas que nosotros levantábamos hace cinco años no tiene ya el mismo sentido. Hoy, muchas de aquellas reivindicaciones legitiman el modelo, no lo cuestionan aunque en muchos casos lo intenten, llevados por el voluntarismo y la simplicidad de las conciencias. El
modelo de los Agronegocios y del Crecimiento con agro exportación de comodities, está instalado y se propone alcanzar reconocimientos por parte de los mercados y de la opinión pública internacional, para ser visto como responsable o sustentable. El objetivo
del modelo ahora es conseguir ser reconocido y aceptado, las luchas que ayer lo cuestionaban lo ayudan hoy a conseguir ser aprobado, lo adecentan, lo emprolijan, lo maquillan… Somos conscientes no obstante, que las víctimas continúan sin tener mayores opciones que, el hacer justicia por la propia mano o seguir luchando por
regulaciones que las preserven de las agresiones más brutales de que son objeto a diario. Los diputados y senadores, los lideres políticos y las ONG que acompañan esas acciones regulatorias son en cambio, cómplices que se prestan a facilitar las normativas
de la Responsabilidad Social Empresarial que la Republiqueta Sojera necesita. La organización madre de los sojeros argentino, AAPRESID, a propósito de ello, dice: La Agricultura Certificada podría comportarse, en un futuro, como un elemento de
diferenciación del inquilino o como exigencia del propietario en contratos de arrendamiento; operar como garantía en la compra de campos cuya historia agronómica esté certificada; ser un aspecto a favor en la evaluación para la toma de créditos (Balance ambiental y de producción), o un condicionante para acceder a desgravaciones impositivas. También puede ser una oportunidad para hacer negocios
con empresas que lleguen al consumidor con productos que incluyan entre sus materias primas a derivados de la agricultura, y que quieran diferenciarse bajo el signo de la “responsabilidad ambiental”.

Que en esta situación, dirigentes nacionales o regionales de partidos, de organizaciones ambientales o de medios, continúen haciendo campaña contra el glifosato, es un dislate extemporáneo. Que, en esta situación reclamen algunos ambientalistas la
recategorización de ciertos tóxicos usados en la agricultura o discutan los metros a distanciarse las fumigaciones de las periferias urbanas, resulta francamente vergonzoso. Mucho más todavía cuando callaron durante años, callaron cuando aún era posible detener el modelo de la sojización y en cambio, hablan ahora, cuando cuentan con
muchos medios a su favor, y cuando cualquier logro que obtengan será metabolizado por los sistemas de certificación que los propios mercados organizan a favor de los intercambios globales. Esos reclamos de ayer en que no nos acompañaron, podían
arrancar concesiones al sistema, pero a la vez y por sobre todo lo develaban a pesar de sus discursos, lo exhibían en su naturaleza despiadada, le quitaban legitimidad,

lo cuestionaban y abrían la posibilidad de que fuera reemplazado por otro proyecto de país… Ahora, en cambio, y debido a su consumación en el territorio y en los imaginarios sociales, muchos de los reclamos y reivindicaciones de ayer, lo ayudan paradójicamente, a que pueda mostrarse ante el mundo un poco más legitimado por su
presunta capacidad de atender los reclamos populares. Antes se trataba de imponer un modelo productivo que nos colonizaba, ahora se trata de presentarlo y de venderlo ante
el mundo como responsable, en la horrible hechicería de las nuevas políticas globales, donde todo se convierte en mercancía y donde el único objetivo es acumular ganancias y engrosar capitales.

Sería insensato justificar las actuales políticas haciendo un balance elemental y precario de hechos buenos a tener en cuenta y materias pendientes que aún faltarían llevar a cabo. Sería insensato y sin embargo escuchamos todos los días el mismo discurso
repetido una y otra vez, por periodistas, intelectuales, artistas y opinadores de diversos calibres y oscuras procedencias. No son casualidades ni climas sicológicos que se comparten, son políticas planificadas y llevadas a cabo sin mayores contemplaciones
por operadores rentados, muchos de los cuales provienen de las duras experiencias de los años setenta. Es el caso de quienes a principios del año anterior nos censuraron y echaron de la Radio Pública y que hoy ocupan la conducción de los medios oficiales.
No son intelectuales distraídos aunque hayan trabajado veinte años en Clarín y hoy participen de una izquierda caviar apropiada del gobierno y que usa y abusa de la cosa pública. Son cuadros políticos de izquierda que durante el Gobierno de Juan Domingo
Perón y bajo la democracia recuperada, asaltaron cuarteles y realizaron atentados salvajes. Como si ello fuese poco, lo hicieron cuando las elecciones expresaron un respaldo y una unanimidad de la opinión pública como no registraba memoria la historia de este país. Eran guiados en aquel entonces por el propósito ruin de provocar
un golpe militar que barriera con la legalidad y que los dejara a ellos como protagonistas de un enfrentamiento bélico con el Ejercito Argentino. Enfrentamiento que, en su delirio ideológico, soñaron que iba a obligar al pueblo a respaldarlos y a seguirlos en el propósito de tomar el poder e instaurar el socialismo. Consiguieron ese
golpe el 24 de marzo y lo festejaron públicamente de la misma manera que se festejan los goles futboleros, tal lo recuerdan las crónicas de los encarcelados que no compartían tales extravíos. Pero el Pueblo no solamente no los siguió, sino que hacia mucho que les
había dado la espalda. Es por eso que disfrutan hoy no solo del poder que suponen tener sino también, de confundir con la Justicia Social que practicó el Peronismo, ese asistencialismo masivo que practican y que condena a los más humildes, a la desnutrición y a una pobreza estructural sin horizontes.

Dije “suponen” tener el poder y no fue un error en el lenguaje. Lo dije porque estoy convencido de que tienen miedo, que tienen miedo por sus traiciones y por la violación de los derechos del presente que traicionan cada día en nombre de los derechos humanos del pasado. Bastaba escucharlos en la radio y en la TV intrigando
y menoscabando los movimientos populares antidictatoriales en el norte de África primero, y ahora ya con un poco más de pánico, poniendo en duda la calidad de los jóvenes que se movilizan en las plazas de España. Tienen miedo y se les nota. Ese miedo es toda una promesa para nuestros sueños de una Argentina justa, libre
y soberana. Y a propósito de ello, quiero cerrar este editorial con una frase que han pintado esos jóvenes en algunos muros de Madrid, la frase dice: “Si no nos dejan soñar nuestros sueños, nosotros no los dejaremos dormir” Es muy buena, les pido que la hagamos nuestra, que no dejemos de soñar nuestros sueños y que a ellos, no los dejemos dormir con nuestros gritos…

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Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz

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