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Martín Becerra: “Las protestas sociales también apuntan contra la institucionalidad mediática”

Esta semana se publicó un informe de Reuters Institute sobre el consumo de noticias y la pérdida de credibilidad en los medios de comunicación. Conversamos con Martín Becerra en Se Tenía Que Decir, sobre medios y plataformas digitales, grietas y protestas.

19 de junio de 2020

Martín Becerra es especialista en medios, periodismo y la relación con la sociedad y la política, temas que abordó en varios libros que tiene publicados. Es investigador del Conicet y profesor en la Universidad Nacional de Quilmes y en la UBA. Es Doctor en Ciencias de la información, y de la Comunicación. Escribe en Letra P y otros medios y revistas, pero además tiene su blog.

Este martes se publicó un informe de Reuters Institute de la Universidad de Oxford, que arroja que “nunca antes como en la actualidad los medios y los periodistas son tan cuestionados y sospechados”. En Argentina, la desconfianza en las noticias cayó un 6 %.

La tendencia a la caída de confianza en los medios de comunicación y los periodistas

Es una tendencia, no es algo nuevo, hay encuestas y sondeos que vienen haciéndose por lo menos hace unos 15 años que sistemáticamente muestran la caída del nivel de confianza de la sociedad argentina en los medios de comunicación más importantes. De medios que son de opinión, y un poco de información. Sobre todo de opinión, de bajada de línea básicamente. Y también en los conductores y periodistas más reconocidos que tienen pantalla y espacio en esos medios.

Esta encuesta muestra que ese nivel de confianza continúa cayendo, y que -comparativamente en la Argentina- es mayor la crisis de confianza en los medios con respecto a otros países. Reuters Institute lo relaciona, y yo creo que algo de eso hay, con la estrategia polarizante, manifiestamente sesgada, facciosa que tienen los medios más grandes. Medios que en el pasado, hace ya varias décadas, tenían lo que un autor que se llamaba Verón denominaba “pactos de lectura”. Tenían un vínculo con sus lectores y con sus audiencias, donde el medio presumiblemente le daba información de carácter generalista sin tanta toma de posición editorial manifiesta. Hoy ese contrato o pacto de lectura de carácter generalista se ha abandonado en la mayoría de los casos. Ahora prima una toma de posición primero, y un cálculo sobre la información que proveen, a partir de quién va a capitalizar esa información. Hacen un análisis previo, sobre si tal información la van a capitalizar sectores aliados o la van capitalizar adversarios o enemigos. En función de eso se edita la información. Entonces, esa inversión del contrato o pacto de lectura por parte de los medios que fueron generalistas alguna vez, hoy por hoy erosiona su base de confianza y de credibilidad. La credibilidad, en términos de la sociedad en su conjunto, es una base de confianza muy acotada y muy estrecha que ronda un 30% aproximadamente. Su fortaleza la tienen en el núcleo más intenso de su propia audiencia, que no es poca. Ahí puede haber una paradoja. Porque si uno analiza ese informe de Reuters, los medios más consumidos en la Argentina en el online son Infobae o el Grupo Clarín, que son intensamente polarizantes. Infobae tal vez un poco menos, pero si Clarín. Entonces uno dice: ¿pero cómo tienen mucho público y al mismo tiempo pierden credibilidad? Claro pierden credibilidad en el conjunto de la sociedad. Pero esa minoría intensa de un 25 % o 30 % que no es poco, les asigna aún credibilidad. Tienen un público fiel que los acompaña a sistemáticamente, y eso explica algo que, desde afuera, podría parecer un poco paradójico.

Sobre los intereses económicos y políticos de los grandes medios de comunicación

Hay un juego de espejo con lo que en Sociología y en Psicología se llama sesgo cognitivo, avaricia cognitiva, que todas las personas tenemos. Hay un sesgo de confirmación respecto de lo que ya conocemos, y tenemos avaricia a la hora de buscar información y opiniones que contradigan nuestros principios.
Ayer salía una nota muy interesante sobre el sesgo cognitivo con el que operan los algoritmos de Youtube o de Facebook, brindándole a sus usuarios el contenido más extremo dentro de la línea de consumo que el algoritmo detecta que has tenido como usuaria o como usuario. Eso es para retenerte. Eso pasa con plataformas digitales, con Google o Facebook, más allá de que haya alguna intencionalidad política, es una razón básicamente económica y comercial. Cuanto más tiempo estás en la plataforma , la plataforma más se capitaliza en términos de publicidad, de absorción de tus datos personales.

Pero también en grandes medios. En el caso del Grupo Clarín, que es el grupo claramente dominante en el conjunto de medios de comunicación de la Argentina. Ahí se puede ver el peso de los intereses económicos de un grupo que ya dejó de ser sólo de medios, es un mega grupo económico que tiene medios, telecomunicaciones, intereses en el sector agropecuario, etc. Por ejemplo el Grupo Clarín y Telecom (cuyos accionistas mayoritarios son del Grupo Clarín) tiene hoy por hoy una formidable deuda privada deuda externa en dólares privada, con acreedores externos. Entonces sujeta la negociación con sus acreedores, y tiene compromisos de pago muy importantes en el año 2021, y difíciles de afrontar si no hay una negociación en buenas condiciones. Sujeta su negociación privada con sus acreedores privados a la negociación de la deuda externa del gobierno argentino. Entonces ese tipo de vínculos económicos permean y condicionan completamente la línea informativa de los medios del Grupo Clarín, de sus principales columnistas, opinadores. Es interesante leer los posicionamientos editoriales del grupo en relación directa con el juego de sus intereses económicos. Porque los intereses editoriales están totalmente subordinados a sus intereses económicos.

Plataformas digitales y medios de comunicación independientes

Por un lado en el ecosistema digamos digital y de plataformas digitales, plantea novedades que, visto con los ojos de los medios del ecosistema tradicional previos, pueden resultar un poco paradójico. Efectivamente las plataformas digitales llevan a un grado la concentración de la propiedad, de los soportes de distribución de contenidos masivos, a un nivel desconocido. Lo llevan a un nivel máximo mucho mayor, y ya es mucho decir, que el nivel de concentración de la propiedad de los medios de comunicación tradicionales. Digamos Google o Facebook, son mucho más concentrados que O Globo, Televisa o Clarín (para plantearlo en términos de comparación aunque obviamente son soportes distintos). Ahora bien, la concentración de los medios tradicionales directamente obturaba la posibilidad de que existirán medios independientes. Si entendemos por independientes a medios que son alternativos a las condiciones concentradas de propiedad de estos gigantes corporativos, como Clarín en la Argentina, O Globo en Brasil. En cambio, las plataformas digitales, como no son, por lo menos por ahora, productoras de contenidos; sino que son editoras, almacenadoras, indexadoras, distribuidoras y exhibidoras de contenidos que producen otros, que producimos ciudadanos de a pie, no obturan experiencias alternativas o independientes, como sí lo hacían los medios tradicionales. Medio que no les interesa, y acá estoy exagerando un poco. Porque sí ha habido y hay cada vez más episodios de censura y remoción de contenidos por parte de las grandes plataformas digitales de experiencias de medios independientes, por ejemplo en Youtube. Esto existe, y cada vez es más se agudiza esta tendencia. Pero, en principio, tenés condiciones de funcionamiento que Cablevisión del Grupo Clarín no te permitía. Por ejemplo, surge La Izquierda Diario, y no te lo suben a la grilla del cable. En cambio, a Youtube le es indistinto en principio, exagerando un poco el planteo.

Protestas y rebeliones y el cuestionamiento a los grandes medios

En condiciones de protesta social y de manifestación explícita de grupos sociales con descontento con las condiciones de funcionamiento de la sociedad, esa protesta que en general apunta a cuestionar la institucionalidad política, en algunos casos apunta también a cuestionar la institucionalidad económica o la distribución de los ingresos y de los beneficios, suele tener como condimento y como complemento necesario ( para mí lógico) el cuestionamiento a la institucionalidad mediática. O a la institucionalidad jurídica en algunos casos también. Para poner un caso de la Argentina: en el año 2001 se acuerdan que había pintadas, un poco sobreestimadas en su influencia social, “Mean y Clarín dice que llueve”. Se continua un grado de protesta contra toda institucionalidad también respecto al comportamiento que tiene la institucionalidad mediática. Que suele ser, por supuesto que hay excepciones, muy solidaria con la institucionalidad jurídica política y sobre todo económica.

Forman parte de la misma élite que tiene mejores condiciones de funcionamiento en el statu quo presente. Cualquier cuestionamiento del statu quo, también molesta a los dueños de los medios, porque forman parte del club de la élite de cualquier sociedad. Esto se produjo en Chile, Ecuador. Para mí, parte de la masividad en el apoyo que tuvo en la Argentina las condiciones de revisión de la regulación legal que tenían los medios en el año 2009 con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tiene que ver con el efecto post 2001. Es decir, con que esa institucionalidad mediática estaba totalmente horadada. Los medios que son siempre muy pocos introspectivos, no habían tomado nota entonces. Los medios se subían a la ola del “que se vayan todos”, pero guarda, son parte de la institucionalidad, de prácticas alimentadas, y por lo tanto son conservadores en el sentido que les interesa conservar el estado de las cosas existentes y no cuestionarlo. Para eso están en buena medida.

La actualidad de los medios de comunicación concentrados en Argentina

Hay dos vías para contestar eso. La primera es sobre la regulación legal, que claramente hoy merece ser revisada. Con los decretos que firmó Macri a espaldas del Congreso de la Nación en materia de regulación de la propiedad de los medios, hoy queda un frankenstein. Tenés una parte de la regulación legal vigente que es de 2009 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que ya había sido modificada en tiempos del gobierno Cristina Fernández, en el segundo gobierno por la Ley de Argentina Digital que es de telecomunicaciones que tocó en parte a la ley audiovisual, y fue desmembrada en sus artículos centrales por decretos de Macri, pero otros artículos siguen vigentes. Entonces eso hay que ordenarlo, porque hoy por hoy tienen objetivos distintos, apuntan a cosas diferentes.

Además eso hay que modificarlo o revisarlo, porque es una ley de 2009 que tenía como referencia al decreto de ley que modificó, que no hay que olvidar que en un decreto de 1980 de Videla. O sea, los que cuestionaban y siguen cuestionando la Ley Audiovisual, en realidad lo que apoyan es un decreto a la ley de Jorge Rafael Videla y su gabinete desde el año 1980. Esa regulación de 2009, obviamente hoy con las condiciones de producción y circulación de flujos de contenidos de información y de noticia y entretenimiento, necesita además actualizada. Hay otro punto fundamental que es la propiedad concentrada, hiperconcentrada, que tenemos en nuestro sistema de medios. No solo en el sistema de medios, en la convergencia entre medios y telecomunicaciones, internet ,etc. Merece ser revisada, básicamente, porque no respeta el artículo 42 de la Constitución argentina que dice que los mercados no tienen que ser distorsionados por la posición dominante de uno que marque las reglas del juego al resto. Y en buena parte de nuestro ecosistema de comunicaciones, hay uno que le marca las reglas del juego’ al resto, determina las reglas del juego con la que tiene que jugar el resto. Eso tiene que ser debatido, tiene que volverse a discutir en la agenda pública, del Congreso de la Nación. La experiencia que tuvimos en el año 2009, para mí fue una ley que tuvo una buena redacción para ese momento, y una muy mala aplicación en los años siguientes por parte del gobierno que, paradójicamente, era el que la había impulsado como actor central político. (LID)

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