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Los incendios en Australia afectaron a tres mil millones de animales

Unos 143 millones de mamíferos, 2460 millones de reptiles, 180 millones de aves y 51 millones de ranas. Las cifras son monstruosas: unos tres mil millones de animales murieron o debieron desplazarse por la temporada 2019-2020 de incendios en Australia, según las conclusiones de un estudio realizado por especialistas de distintas universidades [1].

29 de julio de 2020

Desde que comenzó anticipadamente la temporada de fuegos en septiembre de 2019 se barajaron distintas cifras de pérdidas en el reino animal. Si a comienzos de enero ya se planteaba una corrección de los 480 millones originales a mil millones de animales afectados por el fuego, seis meses después de su último reporte el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF en inglés) actualizó la cifra y el resultado es desolador: cerca de tres mil millones de animales.

Tres veces más de lo estimado en enero, cuando se hablaba de aproximadamente 1250 millones de especies animales afectadas. Pero en marzo los incendios recrudecieron y destruyeron aún más hábitat. "Teníamos el deber científico de actualizar esa cifra para entender el verdadero impacto en nuestra vida silvestre y paisajes naturales", sostienen en su sitio oficial.

Se quemaron cerca de 19 millones de hectáreas (12,6 millones principalmente de bosques y arbustos). Murieron treinta y cuatro personas y se destruyeron unos 2700 hogares. Con los incendios extinguidos y sin la emergencia de los rescates sobre el tapete, diez investigadores de distintas universidades de Australia hacen “revisión de daños” para pensar en el largo proceso de recuperación de los hábitats diezmados.

El proyecto de investigación está dirigido por la doctora Lily Van Eeden y supervisado por Chris Dickman, ambos de la Universidad de Sydney. “Los hallazgos provisionales son impactantes. Es difícil pensar en otro evento reciente en cualquier parte del mundo que haya matado o desplazado a tantos animales. Esto se ubica como uno de los peores desastres de vida silvestre en la historia moderna", sostuvo Dermot O’Gorman, referente de WWF-Australia.

En efecto, la rapidez de las pérdidas y el tamaño del daño sobre la naturaleza dejó a varias especies al borde de la extinción. Los koalas, por ejemplo, son herbívoros y ya antes del desastre estaban en estado de “extinción funcional” dado que su número no cumple un papel relevante en el ecosistema. Únicamente se alimentan de hojas de eucalipto, planta que ha sido liquidada en el territorio norte de Nueva Gales del Sur donde los koalas habitan. Ellos dependerán sin duda de que puedan recrearse las condiciones de su hábitat natural, ya que no tienen la capacidad de migrar y adaptarse a nuevos ecosistemas en los que estos árboles no existan.

Los científicos liderados por Eeden y Dickman examinaron un área de impacto de fuego de alrededor de 11.46 millones de hectáreas. Es difícil calcular cuántos de estos animales afectados efectivamente murieron. Sin embargo, Dickman sostiene que la perspectiva de que muchos de los que huyeron hayan sobrevivido no es muy plausible, ya que se vieron forzados a migrar a hábitats ya ocupados donde además el alimento y el refugio escasean.

“Creemos que nunca antes se había realizado una evaluación a escala continental de la cantidad de animales que podrían verse afectados en Australia ni en ningún otro lugar del mundo. Otras naciones pueden aprovechar esta investigación para mejorar la comprensión de los impactos de los incendios forestales en todas partes", afirmó la Dra. Van Eeden.

La casa está en llamas

Australia es el aviso relativamente temprano de algunas de las consecuencias combinadas de la crisis climática y los desmontes provocados por el agronegocio. Desde 1910 la temperatura subió más de 1 ºC. En 2019 las olas de calor extremo, la prolongada sequía y los fuertes vientos se combinaron para dar lugar a esta crisis ambiental con impacto mundial.

A comienzos de enero, la Organización Meteorológica Mundial, dependiente de la ONU, fue tajante al vincular la temporada de incendios forestales que tuvo lugar en Australia desde septiembre de 2019 con las altas temperaturas a causa de la crisis climática. Justamente ese año fue el más seco y caluroso que se haya registrado. El 19 de diciembre la temperatura en el sur australiano llegó a los 49,9 ºC en Nullarbor, un infierno inhabitable del que decenas de miles de camellos se vieron forzados a huir en busca de agua y comida.

Se trata de una catástrofe anunciada: Australia es la principal exportadora de carbón del mundo, por lo que el lobby de los combustibles fósiles tiene enorme peso. Sin ir más lejos, el odiado Scott Morrison, primer ministro australiano, se caracteriza por su negacionismo climático y por haber amenazado con represión las protestas contra la crisis del sistema Tierra.

En Australia el circuito nocivo es patente: si los incendios tienen su origen en la crisis climática antropogénica, sus consecuencias solo alimentan que esta siga su curso. Datos de enero del Servicio de Monitoreo Atmosférico de la Unión Europea ya indicaban que en el país océanico se habían emitido cuatrocientas megatoneladas de dióxido de carbono. A su vez, el daño en la flora acarrea un impacto negativo para la absorción de este gas de efecto invernadero que, acumulado en la atmósfera, genera el calentamiento global. Los incendios no son algo pasajero, ya que transforman decisivamente el ambiente y corroen la biodiversidad.

El profesor Dickman reflexiona: “¿Qué tan rápido podemos descarbonizar? ¿Qué tan rápido podemos parar nuestros maníacos desmontes? Desmontamos a un ritmo que es de los mayores del mundo”.

No hay muchas alternativas, y el tiempo se acaba. El poderoso movimiento de millones que se levantaron en las calles de todo el mundo en 2019 marcó el camino: hay que escuchar a la ciencia, descarbonizar la economía y buscar alianzas para transformar la matriz energética, de producción y consumo si queremos preparar un futuro mejor. (LID) Por Valeria Foglia

[1] Universidad de Sydney, Universidad de Nueva Gales del Sur, Universidad de Newcastle, Universidad Charles Sturt y BirdLife Australia


Lisa Maree Williams | Getty

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