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Genocidio de clase. Procesaron a Tasselkraut, gerente de Mercedes Benz partícipe en crímenes de lesa humanidad

En 2002 las familias de los obreros Miguel Greco y Diego Núñez presentaron una denuncia en el Juzgado Federal 3 de la Ciudad de Buenos Aires contra exgerentes de Mercedes Benz Argentina por su complicidad en el secuestro y desaparición, en 1977, de sus seres queridos y otros quince compañeros.

17 de octubre de 2022

En 2003 la causa pasó a investigarse en el Juzgado Federal 2 de San Martín. Luego se irían sumando como querellantes el sobreviviente Héctor Ratto, las familias de los desaparecidos Héctor Belmonte y Alfredo Martín, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Subsecretaría de Derechos Humanos bonaerense.

Pese a la lucha por verdad y justicia por los obreros de la planta de Mercedes Benz de Virrey del Pino (La Matanza), la jueza federal de San Martín Alicia Vence tardó más de siete años en citar a declarar a Juan Ronaldo Tasselkraut, exgerente de Producción de la fábrica y colaborador directo en la concreción de esos crímenes de lesa humanidad.

El empresario finalmente declaró en marzo de este año, dos décadas después de iniciada la causa. Menos de un mes después, en un escandaloso fallo, Vence lo sobreseyó con el argumento de que no hay pruebas contra el exgerente en casi ninguno de los hechos por los que fue denunciado. En el caso de Héctor Ratto, la jueza justificó el sobreseimiento de Tasselkraut en supuestas “variaciones” (no contradicciones) en los diversos testimonios dados por el sobreviviente en distintas causas.

Esas “variaciones” entre declaraciones de las que habla la jueza se explican en un hecho muy claro: unas fueron hechas apenas terminada la dictadura y otras veinte años después. Juicios distintos, distintas preguntas hechas al testigo, pero sobre todo distinto contexto histórico y social. De todos modos, ninguna de esas “variaciones” fueron en detrimento del relato coherente y sustanciado de Ratto sobre hechos y protagonistas.

Parcialmente revocado

Las querellas y la Fiscalía General recurrieron a la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín para que ésta revocara el sobreseimiento dictado por Vence. El último martes, los jueces Marcelo Fernández, Juan Pablo Salas y Marcos Morán respondieron a esa apelación con un fallo en el que les dan la razón a los denunciantes, aunque sólo parcialmente.

En su escrito, los camaristas afirman que no comparten “la solución alcanzada por la señora juez federal” al desvincular a Tasselkraut “de la totalidad de la imputación formulada”. Es decir, le dan sólo parte de la razón. En efecto, acuerdan en el sobreseimiento del exgerente en los casos de las desapariciones de Fernando del Contte, Alberto Gigena, Jorge Leichner Quilodrán, Juan José Mosquera y Alfredo Arenas. Para la Cámara, “no existe ningún nexo o interacción” entre Tasselkraut y las víctimas.

Sin embargo, en el caso del sobreviviente Héctor Ratto y su compañero Diego Núñez (desaparecido), los camaristas afirman que, por las características de los hechos y el contexto en el que todo era clandestino y hasta hubo directivas para destruir pruebas, “la palabra de las víctimas adquiere suma importancia para revelar lo ocurrido”. De allí que no es posible en estos casos “desvincular a Tasselkraut de las imputaciones” ya que “se consideran reunidos los elementos de juicio para que su situación sea ventilada en la etapa procesal”.

Por tal motivo, los jueces resolvieron “revocar parcialmente la resolución” de Vence y “decretar el procesamiento de Juan Ronaldo Tasselkraut, como partícipe necesario de los delitos de privación ilegal de la libertad doblemente agravada por haberse cometido por abuso funcional, valiéndose de violencia o amenazas y por haber durado más de un mes, en los casos de Héctor Aníbal Ratto y Diego Eustaquio Núñez”.

Pese a ello, hay un elemento que no puede satisfacer a las querellas. La Cámara dice que las pruebas existentes impiden que a Tasselkraut se le pueda atribuir responsabilidades mayores. Afirman que no habría “evidencia que autorice a sostener que el imputado pudiese haber conocido o incluso aceptado, que la concreción de las detenciones condujera a la imposición de torturas o la desaparición de las víctimas”. Como era un “civil”, dicen, pudo ayudar en los secuestros pero no integrar “estructuras organizativas destinadas a la comisión de delitos de lesa humanidad”. Una definición funcional a esconder el rol empresario en la dictadura.

“Milagros no hay”

Héctor Ratto fue secuestrado el 12 de agosto de 1977 mientras cumplía su jornada laboral en la planta de Mercedes Benz de Virrey del Pino. Fue el propio Juan Tasselkraut quien lo fue a buscar a su puesto y le pidió que lo acompañara a su oficina. Allí lo esperaban dos policías de civil. Decían que tenían orden de llevarlo detenido pero, por sugerencia del propio gerente, llamaron al Ejército “para que lo llevara personal con uniforme”.

Ratto se había mudado hacía poco tiempo. El domicilio que figuraba en la fábrica no estaba actualizado. Por eso fracasaron al intentar secuestrarlo en su casa. La fábrica era el lugar seguro para ir a buscarlo. Una vez en la oficina del gerente, éste firmó un permiso para que el obrero pudiera “irse”. Antes de que se lo llevaran, Ratto escuchó a Tasselkraut darles a los represores la dirección de Núñez, a quien secuestraron esa misma noche.

En un hecho que sería bizarro de no ser aborrecible, la defensa de Tasselkraut dice que “está siendo imputado por haber adoptado una medida de protección” de Ratto, ya que “obligó” a que no se lo llevaran “dos policías desconocidos” sino militares uniformados. Con esa exigencia, afirman, el gerente le habría “salvado la vida” a diferencia de lo que pasó con otros obreros, especialmente los miembros de la comisión interna.

Vale agregar que esa comisión era opositora a la conducción del Smata , cuyo líder era el emblemático burócrata José Rodríguez. Para el caudillo del sindicato mecánico y convencido colaboracionista del genocidio, la comisión era “ajena al gremio y prohijada por la subversión”.

Ratto estuvo desaparecido hasta el 8 de marzo de 1979. De la planta de La Matanza lo llevaron a la comisaría de Ramos Mejía y de ahí a Campo de Mayo, donde pasó la mayor parte de su cautiverio. Antes de ser liberado lo volvieron a trasladar a la comisaría de Ramos Mejía, al tiempo que la empresa le enviaba un telegrama a su familia dándole “días de descanso” para que no volviera a la planta.

El sobreviviente fue querellante en la megacausa contra militares que actuaron en Campo de Mayo, uno de los mayores centros clandestinos de detención del país. Logró, junto a otros querellantes, la condena de genocidas de la talla de Reynaldo Bignone, Santiago Riveros y Luis Patti. Sin embargo sigue esperando que el empresario que lo entregó a los verdugos, al igual que a muchos de sus compañeros, se siente en el banquillo y sea condenado como se merece.

En noviembre de 2001 Tasselkraut fue citado a prestar declaración testimonial en el marco de los Juicios por la Verdad de La Plata, instancias donde el Poder Judicial federal investigaba hechos de la dictadura pero sin condenar a los culpables debido a que estaban vigentes las leyes de impunidad promulgadas por Alfonsín y los indultos firmados por Menem.

Sentado frente a los jueces, el exgerente de Producción intentó despegar a la empresa alemana de cualquier vinculación a los crímenes de lesa humanidad sufridos por sus empleados. Pero a la vez demostró su odio patronal a aquella comisión interna elegida por las bases obreras. Acusó a sus miembros de atentar contra la “productividad” de la empresa al organizarse y tomar medidas para exigir mejores condiciones de trabajo.

Fue ahí cuando Tasselkraut lanzó una frase de inequívoca interpretación. Preguntado por si él ligaba a la comisión interna con supuestos “sabotajes” contra la empresa, el exgerente respondió: “No lo ligo directamente a la actividad de la comisión, pero yo no creo que una mayoría pasiva esté totalmente de acuerdo con eso. Y luego, después de un tiempo prudencial, no volvieron a suceder esas cosas. O sea, milagros no hay”.

Milagros no hay. Los desaparecidos de Mercedes-Benz se titula el documental producido y dirigido por la periodista e investigadora alemana Gaby Weber. El testimonio de ella ante la Cámara Federal de La Plata fue relevante para que Tasselkraut terminara declarándose encima en los Juicios por la Verdad de 2001. Un año después de esos dichos, familiares de víctimas lo denunciaron.

A cuarenta y cinco años de los hechos, a veinte de iniciada la causa y con 82 años de edad, Tasselkraut ahora figura como procesado por ser partícipe en las desapariciones de sólo dos de los obreros de Mercedes Benz Argentina que ayudó personalmente a secuestrar. Irá a juicio, probablemente, en unos años más.

Una metáfora de lo tortuoso que ha significado para sobrevivientes y familias de las víctimas lograr que los culpables sean juzgados y condenados. Mucho más si son empresarios, los máximos instigadores del golpe genocida. No hay que olvidar que la misma automotriz llegó a tener entre sus gerentes a miembros del nazismo como Adolf Eichman, militar de las SS responsable directo del genocidio en Polonia y de transportar deportados a los campos de concentración alemanes, que vivió en Argentina entre 1950 y 1960 (hasta que lo descubrieron).

“Está clara la impunidad de los empresarios”
En una entrevista con La Izquierda Diario de 2019 Ramón Segovia, exobrero de la planta de La Matanza y testigo en el juicio por crímenes en Campo de Mayo, recordó “los aportes económicos que hacía Mercedes-Benz a la dictadura con dinero y las Unimog”. Contó que la patronal “hasta donó un equipo de neonatología al Hospital Militar de Campo de Mayo para los nacimientos en cautiverio en 1975” y que “los ejecutivos les dieron los datos a los represores” para sus secuestros.

Segovia recordó también el rol jugado en aquel momento por Ricardo Pignanelli, actuel secretario general del Smata y miembro del Frente de Todos. “Fue mi subdelegado después del 77, era un militante, sin que nosotros lo supiéramos, de la Verde de José Rodríguez (...) Era de la burocracia, una especie de infiltrado. Nunca hizo nada por nuestros compañeros desaparecidos”, decía al tiempo que recordaba que la misma actitud cómplice con los genocidas la tuvo el Smata en la Ford de General Pacheco.

Sobre el ya fallecido José Rodríguez, Segovia agregó: “No sólo fue cómplice de la dictadura y de la empresa, si no que se robó la plata que era para las familias. Esa es la burocracia sindical que tenemos hoy y Pignanelli es el reflejo de José Rodríguez”. (LID) Por Daniel Satur

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