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Debate por las 6 hs. “¿Para qué quieren trabajar menos?” Techint contra el derecho al ocio de sus esclavos

A pocas semanas de las elecciones, mientras ajusta, el Gobierno abrió un debate que tenía cajoneado: la reducción de la jornada laboral legal. Hoy es de 8 horas diarias, 48 semanales. Es un debate crucial, donde la izquierda tiene sus propias propuestas pero también advierte las trampas que vienen con las propuestas oficiales. Así lo hizo Nicolás del Caño ayer.

27 de septiembre de 2023

Pero hay un momento del debate en la Comisión de Legislación del Trabajo que vale detenerse porque es muy revelador.

Uno de los expositores fue Julio Gabriel Cordero. Se presentó como vicepresidente del departamento de Política Social de la Unión Industrial Argentina (UIA). Pero también es el jefe jurídico laboral del Grupo Techint.

¿Qué van a hacer afuera?

Cordero arrancó contando que “el trabajo es algo verdaderamente maravilloso”. Y enseguida mostró su preocupación por cualquier cambio que afecte ese “maravilloso” mundo.

“Si reducimos la jornada sin ningún tipo de reducción salarial, ¿qué habrá que hacer? ¿Mejorar la productividad? ¿Apuramos a la gente a que trabaje más rápido?”. Hasta ahí todavía navegaba dentro del debate que el mismo PJ acepta, para negociar el proyecto con Juntos por el Cambio y los empresarios: la reducción no afectaría el negocio sino que lo beneficiaría a través del aumento de la productividad laboral.

Pero de pronto deschavó toda su conciencia de clase. “Yo limito la jornada para que trabaje menos, pero ¿para qué? ¿Para ir afuera a hacer qué?”.

Parece que el señor Cordero no solo quiere que “adentro” sus esclavos trabajen más rápido. Además quiere saber qué van a hacer “afuera”. O sea en su tiempo libre.

Aunque es profesor de derecho en la Universidad Católica, no se enteró que desde que el capitalismo sucedió al esclavismo, los empresarios pueden explotar la fuerza de trabajo contratada por el tiempo que dura la jornada laboral pero luego son hombres y mujeres libres. Al menos formalmente.

La indignación de Cordero recuerda una frase de Marx que nunca pierde actualidad: “el capitalista es tan fervoroso partidario de dar a sus obreros, sin distinción de edad o sexo, la libertad de trabajar para él todas horas del día, que ha rechazado siempre con la mayor indignación toda ley fabril que pueda coartar la libertad. La sola idea de que un sencillo trabajador pueda ser tan infame como para proponerse un fin más alto que el de enriquecer a su patrono y Señor, a su superior natural, le produce escalofríos

”. (Las matanzas belgas, 1857).

¿Para hacer qué?
Hace algunos meses nos metíamos en la pelea por la reducción de la jornada y el reparto de las horas, no solo desde la posibilidad de generar nuevos puestos de trabajo sino sobre cómo beneficiaría la salud y el tiempo libre de la inmensa mayoría de la humanidad.

“¿Para qué quiero más tiempo? Para vivir. Vi…vir. Para descansar, ir al gimnasio, estar con tu chica, con mi vieja, para estudiar, para lo que sea” contaba Hernán, obrero de Fate neumáticos. “Si hubiese laburado menos horas hubiese terminado Medicina. Me gusta mucho el teatro pero las obreras no llegamos al teatro” decía Stella, trabajadora de Mondelez. Ana, que cosecha uvas desde los 8 años, nos dijo: “hubiese estudiado abogacía. O darle tiempo a mis hijos, conocer las Cataratas”. En cada mensaje se mezclaban los sueños postergados con la rabia por ese tiempo robado que no volverá.

Pero además mostramos cómo el capitalismo cada vez se trabaja más para vivir cada vez peor. La Organización Internacional del Trabajo reconoce que “más de una tercera parte trabaja más de 48 horas por semana”. Y no es una cuestión de horas nomas. Es de vida o muerte. La misma OIT reconoce que “casi tres millones de personas cada año mueren por culpa del trabajo que hacen o que han hecho en su vida”.

Ese genocidio lento pero constante es producto de un sistema totalmente irracional: mientras exprime hasta enfermar los cuerpos de miles de millones, a otros tantos les impide vender su fuerza de trabajo para sobrevivir.

Por eso la propuesta de los socialistas revolucionarios no es para negociar la productividad con Techint y Milei. Queremos reducir la jornada para trabajar menos, para trabajar todos y vivir mejor.

En ese momento, junto a las palabras que nos llegaron desde las fábricas o campos, ensayábamos una respuesta al esclavista Cordero. ¿Para qué? “Decimos con orgullo que peleamos por una vida mejor. Peleamos por más tiempo para dormir hasta tarde o una siesta. Para que el deseo explote con los cuerpos descansados y liberados. Para no tener que elegir entre comer o ir al cine. Para pasarse la tarde con tus hijas en el potrero o el planetario. Para aprender a pintar (o por lo menos sacarse las ganas de llenar un lienzo de colores). Para rendirse en el pasto de los parques y mirar el cielo hasta descubrir la Cruz del Sur. Para tener tiempo de participar en la vida política y reorganizar la nueva sociedad desde abajo”.

Lobo disfrazado de Cordero
Fiel a su espíritu como expresión de la Universidad Católica, Cordero terminó su intervención diciendo que “en la religión se dice que el hombre fue expulsado del paraíso y tuvo que trabajar. Entonces, nos preguntamos si el trabajo es un castigo o es aquello por lo cual hemos llegado a donde estamos”.

Los socialistas creemos que el trabajo puede ser una actividad creativa y colectiva de los seres humanos. Donde pone en juego su capacidad para transformar la naturaleza y la materia para satisfacer necesidades comunes. Pero en manos del capitalismo eso se convierte en algo que nos aliena, nos embrutece, nos enferma el cuerpo y la mente.

Por eso queremos retomar las banderas históricas del movimiento obrero y la izquierda, que entregaron sus mártires e hicieron revoluciones con la bandera de las 8 horas hace más de un siglo. Ante la crisis del capitalismo, es la única salida deseable.

Porque como dice el himno internacional de la clase trabajadora, “el día que el triunfo alcancemos. Ni esclavos ni hambrientos habrán. La tierra será el paraíso de toda la Humanidad”.

Ese paraíso queremos, señor Cordero. (LID) Por Lucho Aguilar

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