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Cumbre de la Celac. La doble vara de la derecha: depende quién viole los derechos humanos, aplauden o patalean

Por estas horas lo más bizarro de la derecha argentina lo protagoniza Patricia Bullrich. La titular del PRO y precandidata a presidenta por Juntos por el Cambio está pidiendo que la DEA detenga a Nicolás Maduro en Argentina, en el marco de la llegada del presidente venezolano para participar de la VII Cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

23 de enero de 2023

El argumento de Bullrich es que en Estados Unidos hay una denuncia contra Maduro por supuestos vínculos con un cartel narco. Por eso exige la intervención de la Drug Enforcement Administration (Administración de Control de Drogas​), la agencia yanqui que, bajo el discurso de la “guerra a las drogas”, se especializa en garantizar en todo el mundo los negocios de los grandes capitalistas de la producción y tráfico de estupefacientes al tiempo que criminaliza a la población que consume y autoproduce sin fines de lucro.

En línea con la exministra de Seguridad se manifestaron en las últimas horas otros referentes del arco derechista, histéricos por la llegada a Buenos Aires de representantes de los gobiernos venezolano, cubano y nicaragüense para la cumbre de la Celac. Desde el xenófobo auditor general de la Nación Miguel Ángel Pichetto hasta el referente liberfacho Javier Milei, nadie quiso quedarse afuera de los rechazos a la presencia en Argentina de esos funcionarios, escudándose en una muy poco creíble defensa de los derechos humanos de las poblaciones de esos países latinoamericanos. Obviamente, esas voces son amplificadas por la cadena mediática que les hace campaña a cambio de suculentas retribuciones.

En el caso de Milei, siempre acostumbrado a vomitar rabia antizquierdista sin fundamentos, llegó a decir que Argentina “no tiene que hacer tratos con comunistas”, identificando burdamente con el comunismo a regímenes que no sólo no cuestionan al capitalismo sino que son parte de él y no dejan de hacer negocios con las potencias imperialistas.

Pero lo más detestable de la derecha vernácula es que, al mismo tiempo que disfrazan sus intereses con la supuesta defensa de los derechos humanos para casos como Cuba, Venezuela o Nicaragua, son constantes aplaudidores y sostenedores de otros regímenes políticos caracterizados por la ejecución de mil y un crímenes de lesa humanidad.

Caraduras

Desde el histórico impulso de Estados Unidos a los genocidios latinoamericanos de los 70 (con el Plan Cóndor como emblema) hasta la actual situación en Perú (que ya cosecha más de medio centenar de manifestantes asesinados), la derecha argentina nunca dejó de bancar golpes de Estado y dictaduras. A veces a los gritos y otras en silencio.

Para no ir tan lejos en el tiempo, alcanza con recordar qué hizo al respecto el gobierno de Mauricio Macri entre 2015 y 2019. Desde el vamos, Cambiemos se alineó incondicionalmente con las políticas imperialistas de Barack Obama y (mucho más aún) de su sucesor Donald Trump. Eso incluyó la realización en 2018 de la Cumbre del G20 en Argentina, donde la derecha argentina le rindió pleitesía a “líderes” muy “democráticos” y “humanistas” como el propio Trump, el chino Xi Jinping y hasta al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salmán, quien llegó al país acusado de mandar a matar y descuartizar al periodista opositor Jamal Khashoggi en Estambul y de desatar una crisis humanitaria en Yemen tras comandar un feroz bombardeo en ese país vecino.

Recordemos la incalculable “inversión” en tropas y armas que la entonces ministra de Seguridad Patricia Bullrich llevó a cabo para blindar la Cumbre del G20 ante las protestas populares que se organizaron en las calles de Buenos Aires.

De ahí para abajo, la actual coalición opositora hizo de todo cuando fue gobierno. Como el explícito apoyo al sangriento golpe de Estado en Bolivia en 2019 contra Evo Morales. Macri, su canciller Jorge Faurie y el resto de su gabinete no sólo fueron de los primeros en la región en saludar la entrada (a sangre, fuego y Biblia) de Jeanine Añez en el Palacio Quemado sino que sobre ellos pesa una causa penal por la entrega de un arsenal de armamento antidisturbios de parte del Estado argentino al boliviano para que las huestes golpistas pudieran concretar sus objetivos. Allí también cumplió un rol central el gobierno jujeño de Gerardo Morales.

Si esos ejemplos no bastan, veamos qué hacen hoy esos “defensores de derechos humanos” ante flagrantes crímenes contra la humanidad. Desde el 7 de diciembre Perú vive un estado de conmoción producto del golpe de Estado contra el presidente Pedro Castillo. Las movilizaciones, huelga incluída, contra el autoinstituido gobierno de Dina Boluarte no paran de crecer mientras el régimen reprime con saña. Hasta ahora la Policía peruana mató a más de 60 personas. “Curiosamente”, la oposición de derecha eligió no cuestionar al gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que no sólo respaldan a Boluarte (como también lo hacen Lula de Brasil y Boric de Chile) sino que recibirán sin ruborizarse a funcionarios golpistas para la cumbre de la Celac.

La única voz política que se alza en Argentina contra el golpe sangriento en Perú y en favor de la población que enfrenta la represión, exige la renuncia de la presidenta, el cierre del ilegítimo Congreso Nacional y una Asamblea Constituyente; es el Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad. Para manifestar el apoyo a la lucha del pueblo peruano y contra el reconocimiento del gobierno golpista, el FITU convoca a movilizar en Buenos Aires este martes a la tarde, cuando presidentes y ministros americanos se reúnan en el Hotel Sheraton.

Tampoco pasó desapercibida, hace algunas semanas, la defensa que Macri hizo de la monarquía catarí. Al volver a Argentina tras pasar un mes mirando el Mundial de Fútbol, el expresidente elogió el “modelo” político de Qatar, cuestionado hasta por el progresismo europeo (que suele ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio) por su reconocida hiperexplotación de trabajadores inmigrantes y su represión a mujeres y minorías sexuales. Sobre eso, ninguna voz de Juntos (ni radicales, ni “cívicos” ni “republicanos”) se escuchó siquiera para diferenciarse.

Negocios son negocios. Por eso tampoco nadie cuestionó los encuentros de Macri con su amigo Horacio Cartes, el expresidente paraguayo que llegó a ser declarado “persona significamente corrupta” por el propio gobierno yanqui, lo que le valió el congelamiento de sus cuentas bancarias y otros bienes y la prohibición de entrar a territorio estadounidense.

Las tropas derechistas argentinas no tienen cara para posicionarse desde una supuesta defensa de derechos humanos, ni adentro ni afuera del país. En el caso de los ultraliberales como Milei, su “humanitarismo” es un oxímoron si se considera su defensa del genocidio de los 70, expresado en su alianza actual con herederos de represores de la calaña de Antonio Domingo Bussi.

Este “show” derechohumanista de la derecha y la ultraderecha también tiene que ver con la campaña electoral en curso, donde les resulta relativamente sencillo identificar a Maduro con el kirchnerismo, pese a que ni de un lado ni del otro se defiendan consecuentemente los derechos humanos.

Para repudiar y combatir a gobiernos que reprimen como los de Venezuela, Nicaragua o Cuba hay que tener autoridad. Y para tenerla, hay que empezar por defender a todos los pueblos reprimidos y oprimidos, entre ellos los que son víctimas de las políticas criminales y saqueadoras impulsadas por los gobiernos de Estados Unidos, Europa, China, Japón, Israel, las monarquías árabes y sus servidores (tanto de derecha como de centroizquierda) latinoamericanos.

Esa autoridad, como se ve, sólo la tiene la izquierda. Lo demás es puro cuento. (LID) Por Daniel Satur

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