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Crisis climática: cambiemos el sistema de raíz

El pasado viernes, en todo el mundo se realizaron masivas movilizaciones contra la crisis climática en el marco de la convocada Huelga por el Clima. Millones alzaron sus voces como la expresión de un grito de bronca hacia la degradación ambiental que realmente atenta contra la humanidad. Esto, significa un enorme cambio progresivo en la conciencia de millones, una nueva generación de jóvenes que toma como propia la demanda contra la contaminación en sus amplias expresiones.

30 de septiembre de 2019

Muchas son las consignas y detrás de ellas se rebelan distintas estrategias para afrontar las consecuencias del cambio climático. Durante décadas, en gran medida, el terreno de la lucha ambiental fue copado por ONGs que promulgaban mensajes de salida individual y de consumo personal, acorde a los tiempos del posmodernismo y su relato sobre el fin de la historia, producto de la derrota de los años setenta, la ofensiva neoliberal y la caída del Muro de Berlín. Hechos que, de conjunto, configuraron una relación de fuerzas negativa para el avance de la clase obrera, los jóvenes y los pueblos oprimidos en su organización para enfrentar al capital por una vida de calidad. La realidad es que el mundo no cambiará por pedir tu café en vaso biodegradable, plantar un árbol en el patio de tu casa, comprar o cultivar verduras orgánicas. No está mal hacerlo, sólo que no enfrenta ni combate a degradación ambiental.

El problema central está y siempre estuvo en quienes ejercen el control de los grandes medios de producción sobre la base del sistema capitalista. Los agrotóxicos, por ejemplo, están en manos de grandes terratenientes que monopolizan la producción y acaparan el consumo de las amplias masas. La generación de energía en base a las grandes petroleras, la megaminería. Hasta el agua contiene sulfato de aluminio que está denunciado en varios países por afectar la salud. Entonces, que puede hacer la acción individual, orientada centralmente en campañas de concientización y boicot al consumo de los productos y servicios manufacturados por estos grandes medios de producción, manejados por empresas privadas pertenencientes a de un puñado de capitalistas que representan el 1% de la población. Poco y nada.

Quién escribe estas líneas vive desde adentro las consecuencias de la barbarie industrial de los poderosos y su contaminación, es operario en una petrolera multinacional levantada entre las aguas negras del Río de la Plata y el barrio Villa Inflamable, en Dock Sud, donde los pibes se crían descalzos y con plomo en la sangre. Estas líneas tienen sentido como planteo de una reflexión para frenar el problema del colapso de los ecosistemas. Y en este sentido, la relevancia de dos puntos, por un lado, la necesidad de que la multitudinaria juventud que copó las calles del mundo contra la crisis climática apunte los cañones de su poderoso grito hacia quienes controlan los medios de producción y a sus cómplices políticos, los partidos tradicionales que defienden los intereses de las patronales. Y a su vez la clase obrera, encorsetada aún bajo la vigilia policial de la burocracia sindical, no se limite a encolumnarse solamente tras reivindicaciones sindicales, sino que debería sentir como propia la demanda de los sectores oprimidos de la sociedad, que también le son propios. Si las fábricas son las contaminantes, los trabajadores son los primeros afectados, ahí está el ejemplo de los trabajadores de la química Ran-Bat del Parque industrial de Burzaco, que en su pelea por los puestos de trabajo y en contra del vaciamiento de la planta, denunciaban que tenían plomo en sangre por las pésimas condiciones laborales. Y así, una rueda que encadena a otra.

Qué distinta sería la lucha si se planteara una unidad de acción del movimiento obrero con esos miles de jóvenes que salen a las calles contra el desastre ambiental. Como señaló Myriam Bregman durante la movilización que se replicó en Buenos Aires: “hay un avance en señalar claramente quiénes son los responsables, el capitalismo es señalado como el sistema que produce esto (N.R.: la destrucción climática y ecológica), así que creo que abren un gran debate las pibas y pibes”.

Golpear de manera colectiva y organizada a los responsables, desde posiciones estratégicas y con reclamos a las petroleras, a las mineras, a las plantaciones. El conjunto de la clase obrera, como actor principal que mueve los resortes de la producción puede golpear con una fuerza social implacable donde más le duele al capital. Y con esto, la tarea de controlar la organización de la producción y la gestión de los recursos está en sus manos. Porque de lo que se trata es de atacar las ganancias de esa pequeña camarilla de capitalistas, los responsables de destruir el medio ambiente, quienes se llevan las ganancias a costa de nuestras vidas y de nuestro futuro, como decía uno de los lemas de la movilización: Cambiemos el sistema de raíz, no el clima. De esto se trata. (LID)

Por Luis Larrea

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