La tierra de los argentinos va perdiendo inexorablemente sus preciosas regiones ecológicas. La mirada productivista no ha podido saciar su sed de acumulación y renta en las fértiles pampas centrales y, desde hace ya algunos años, avanza aceleradamente sobre los bosques, montes y selvas que son desmontados sistemáticamente para destinar los sagrados territorios de la diversidad, a las imposiciones del modelo agroexportador que nos agobia.
En las provincias del Norte argentino, venimos resistiendo en los últimos años el avance de las topadoras y las cadenas que arrasan el monte y la selva , luchando por llenar de contenidos las diferentes Leyes de protección , de mitigación y de conservación de nuestro patrimonio boscoso, ya deteriorado por la impiadosa explotación forestal y el monocultivo industrial. Tal resistencia alentó la promulgación por el Congreso Nacional de una Ley de Protección de los bosques Nativos, que, creímos, conduciría a una nueva relación del hombre argentino con los ecosistemas regionales.
La frustración es grande, la Ley sólo ha servido para encubrir los mayores desmontes y saqueos de que se tenga memoria, empujando la frontera agroindustrial sobre los delicados equilibrios vitales del monte chaqueño y la selva de Yungas.
Decíamos de la insuficiencia de pintar de color rojo a muy pequeñas zonas ya preservadas por leyes anteriores y a las altas cuencas inaccesibles para la explotación comercial o improductivas desde la óptica del modelo extractivo.
Advertíamos la falacia de pintar de amarillo, zona de reserva para nuevos apoderamientos, inmensas extensiones que aún contenían un patrimonio biológico sustancial, y que aguardan expectantes la llegada de los ecocidios anunciados.
La zonificación verde consagró el despojo sobre extensos territorios a los que se les dio el empuje para terminar con el pedemonte aún en pie y las planicies de monte chaqueño, ya expoliadas por años de extracción irracional.
Hoy asistimos a otro indetenible avance, con la sanción de los Planes de Ordenamiento Territorial, en las provincias de Salta, Jujuy y Tucumán. Los POT fueron apurados por los gobiernos provinciales y las corporaciones empresarias con el único objeto de reglamentar la distribución del saqueo en vistas a recibir la ayuda financiera que la Ley contempla, para lo cual las respectivas Legislaturas provinciales debieron aprobar casi sin cuestionamientos los proyectos enviados por los poderes ejecutivos a fuer de quedar excluídos de los ingentes dineros que se distribuyen a las provincias que ya aceptaron el mecanismo de reparto.
Los dineros comenzaron a llegar y, como se preveía, beneficiaron a los poderosos, a los dueños de la tierra, a los grandes latifundistas y empresas que pudieron cumplir con los complicados mecanismos de maquillar de verde sustentable los proyectos productivos. La lista de beneficiarios es la esperada, los amigos del gobierno, los testaferros del poder empresario y los enclaves industriales exportadores que, con la inestimable ayuda de las ONG ambientalistas ya conocidas, lograron la increíble hazaña de beneficiarse con dineros del Estado Nacional, por destruir lo que aún queda en pie, eso sí, respetuosos del ambiente sustentable y obedientes a la vocación de brindar servicios ambientales.
Los escándalos que se sucedieron en Salta y Tucumán en el reparto de los mecanismos financieros a los allegados del poder, van a repetirse seguramente en Jujuy, donde ya conocemos algunos nombres de los que presentan sus impecables Planes de Manejo y Conservación.
Como de costumbre, los pequeños productores, las comunidades originarias, los criollos empobrecidos y sin titularidades a la vista, quedan fuera inevitablemente de esta concertación planificada y no les llegará el derrame de la limosna monetaria.
La Reglamentación nos hace recordar cuando ante los reclamos de los pueblos originarios por el derecho a sus territorios ancestrales, se les pedían amén de las titulaciones y los impuestos e inscripciones nacionales y provinciales, el relevamiento fotométrico, la proyección satelital y tantas otros mecanismos, casi imposibles de cumplimentar por los humildes, como la forma más acabada del despojo.
Los que están trabajando febrilmente son los Consultores de Estudios de Impacto Ambiental y los Contadores encargados de la certificación de impuestos y tasas. Muchos han dejado a un lado sus discursos ambientales para facturar holgadamente los intrincados laberintos de las inscripciones y pagos de la AFIP, las Libres Deudas , los Proyectos de Formulación y los Planes Operativos Anuales, los Ordenamientos Prediales y las fotometrías o aproximaciones satelitales que adornan el enjendro burocrático.
Lejos de los escritorios el ruido de las topadoras no cesa, los inmensos árboles van cayendo, los pequeños animales huyen hacia la espesura y la tierra se aplasta en un color grisáceo bajo un horizonte de nubes de polvo que tapan el sol.
Los últimos pobladores buscan refugio en los cordones suburbanos de hacinamiento y sobrevida, alentando la amargura de aceptar algún plan social de contención o las miserias del empleo temporario.
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