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A la derecha de la derecha: el factor Bullrich y el fracaso del mal menor

“Mirá cuando te toque hablar desde el balcón de la Rosada”. Cuando lo escuchó, a ella se le escapó una risita de solo pensarlo. Era ya de madrugada y la charla transcurría en Imperio , la tradicional pizzería de Chacarita. Un rato después la emoción aún perduraba cuando leyeron las primeras crónicas del acto en los diarios. Había sido un éxito.

9 de marzo de 2023

39 años después la historia se repite, aunque esta vez esa perspectiva de llegada aparece más cercana. Muchas cosas, sin embargo, son distintas. Ha corrido agua bajo el puente y ya no es el “Loco” Galimberti quien se lo dice, como en aquella noche de 1984, ni ella viene de hablar en el Luna Park explicando que “la crisis del peronismo es por haber renunciado al camino de la lucha revolucionaria que nadie como Evita supo representar”, tal como narra Ricardo Ragendorfer en su libro Patricia. De la lucha armada a la Seguridad.

La metamorfosis llevó su tiempo. Entre esa fecha y la actualidad la ex JP Patricia Bullrich navegó por distintas aguas del peronismo que la llevaron sucesivamente a las orillas de Antonio Cafiero, Carlos Menem o Eduardo Duhalde, pero también pegó el salto hacia otras latitudes del espectro político para ser Ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa, desde donde dejó huellas indelebles como rebajar por decreto el 13 % de sus ingresos a jubilados y trabajadores estatales en plena crisis de 2001. Sus aventuras por la derecha continuaron después del estallido creando su propio sello, Unión por la Libertad.

Unas décadas después, hoy es otra persona quien le susurra al oído sus posibilidades de llegar al balcón de la Casa Rosada. O, al menos, eso se presupone. Es lo que pudo haber pasado hace pocas semanas en un ambiente distinto al que Patricia Bullrich Luro Pueyrredón frecuentaba con sus amigos de la famosa Columna Norte de Montoneros, pero acorde a sus orígenes de familia ilustre, de triple apellido. Con Mauricio Macri no se reunió este enero para charlar de su proyecto presidencial en una concurrida esquina de Buenos Aires, sino en el country Cumelén, el exclusivo lugar de la Patagonia con araucarias, arrayanes y una vista privilegiada al lago Nahuel Huapi donde el ex presidente del PRO hizo base este verano para recibir dirigentes y comandar sus proyectos de armado electoral para el 2023. Allí se inspiran mejor.

A Patricia Bullrich hoy se la empieza a tomar más en serio. Entre quienes se concentraban en la emergencia de Javier Milei como nuevo fenómeno de la política argentina y quienes creían que Horacio Rodríguez Larreta era el “candidato natural” de Juntos por el Cambio, menos atención han prestado al trabajo persistente de “la piba”, que desde hace tiempo recorre el país en búsqueda de su sueño.

Al menos tres factores hacen pensar hoy que ella está en carrera seria hacia el sillón de Rivadavia y que su proyecto no debe subestimarse. Por un lado, distintas encuestas (incluída una a la que tuvo acceso en exclusiva La Izquierda Diario) la dan como posible ganadora de la interna de Juntos por el Cambio, si Mauricio Macri finalmente decide no presentarse -aunque por supuesto también hay de las otras, ya que en tiempos de operaciones hay divulgación de sondeos para todos los gustos. Por otro lado, son sintomáticos los movimientos de algunos sectores del radicalismo que en los últimos días, olfateando poder, han comenzado a mostrarse con alto perfil junto a la presidenta del PRO y en oposición de hecho al ala de la UCR que comanda Gerardo Morales, este último más cercano al actual Jefe de Gobierno de la CABA. Si algo se comentó sobre la reciente fiesta de la vendimia en Mendoza en los diarios nacionales no fue tanto la denuncia a las condiciones de vida de los trabajadores del sector, sino la foto que mostró a Patricia Bullrich en el centro de una imagen, rodeada por Rodolfo Suárez, Gustavo Valdés, Alfredo Cornejo, Luis Naidenoff, Carolina Losada y Facundo Manes. Por último, y como comentamos en esta columna la semana pasada, la errática campaña de Horacio Rodríguez Larreta, yendo como una bola sin manija del centro a la derecha y de vuelta al centro, es la expresión clara de la crisis de una candidatura que no logra consolidar un perfil claro.

Sin embargo, estamos en Argentina. En los 108 días que faltan para que los distintos espacios políticos oficialicen sus precandidaturas van a pasar muchas cosas y el escenario puede cambiar, incluyendo la dilucidación de factores de peso como la incógnita que mantienen respecto de su futuro los dos pesos pesados de la política nacional a ambos lados de la grieta. El porvenir inmediato de la economía massista, y especialmente su factor inflacionario, también incidirán a la hora de llegar a las urnas.

De todos modos, algo es seguro. El “factor Bullrich” ya incide en la política nacional y se suma al “factor Milei” para aportar a un intento de derechización de la agenda del debate público que, como veremos, no es lo mismo que la relación de fuerzas para aplicar su programa, lo cual es más complejo. Quien confirmó lo primero hace pocos días fue uno de los precandidatos a la presidencia del Frente de Todos, Daniel Scioli, a quien no le tembló el pulso para decir que “yo estoy a la derecha de la derecha” en el tema de defender la movilización de las Fuerzas Armadas, otras fuerzas federales y agentes de inteligencia para combatir al narcotráfico. Hay que aclararlo: el embajador en Brasil, que supo compartir festejos con Jair Bolsonaro, corría desde atrás. Pocos días antes Patricia Bullrich había salido primera a marcar la agenda de la militarización. Y pensar que todavía hay gente que considera que votar a Scioli era una opción en 2015 para combatir a la derecha macrista. En fin.

Pocos días después fue el propio Alberto Fernández quien utilizó la cadena nacional para tomar cartas en el asunto y anunciar la reedición de la fallida receta de enviar a las Fuerzas Armadas a Rosario. Como denunciaron Myriam Bregman y Nicolás del Caño, la medida no solo no es respuesta al problema, sino que implica mayor control social, no atacar al entramado de los dueños del negocio y sus cómplices -empresarios, jueces, fiscales, funcionarios, policías- y cae casi como una provocación a pocos días del 24 de marzo, un nuevo aniversario del golpe genocida.

En otro plano, la supuesta nueva figura emergente del progresismo kirchnerista, “Wado” de Pedro, se dejó ver en las últimas horas fotografiándose en la cena de apertura de la exposición Expoagro con directivos de Clarín y La Nación como Jorge Rendo (uno de los polémicos viajeros a Lago Escondido), José Aranda y Fernán Saguier. Allí el todavía Ministro del Interior señaló que "es necesario volver a unir al peronismo con el campo". Si estos son los progres, cómo serán los otros.

Por supuesto que el “factor Bullrich” no trabaja solo, sino que lo hace mancomunadamente con un ejército comunicacional al servicio de los poderosos, que invade las pantallas y las radios con un discurso de derecha que contribuye a la creación de un terreno fértil para la recepción de las ideas de quien fuera la cara visible de la represión en casos como el de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel o la defensora del gatillo fácil en casos como el de Luis Chocobar, en sus tiempos de ministra de Mauricio Macri.

Sin embargo, no es posible deslindar este escenario del trasfondo social sobre el que se construye, ni tampoco se debe interpretar como un consenso para aplicar los planes de la derecha. Una cosa es ganar elecciones y otra gobernar, y en ese gris se mueve la demagogia derechista que se basa en al menos dos elementos, vinculados entre sí: la gran crisis económica y social que se vive, producto de aplicar los planes del FMI y no cuestionar la estructura capitalista del país atrasado, y la inestimable colaboración del Frente de Todos, que vocifera contra la derecha pero causó gran desilusión en su propia base al tomar gran parte de su agenda, tanto en temas securitarios como de política económica o de represión a la protesta social, como en Guernica o la estigmatización de las protestas de los movimientos sociales. La demagogia de personajes como Javier Milei o Patricia Bullrich no puede ser analizada por fuera de las condiciones socioeconómicas y políticas sobre las cuales actúan, ni pueden subestimarse las chances de que, en caso de llegar al poder alguna de las variantes de la derecha, vuelvan a estrellarse como se estrelló el proyecto cambiemita cuando la realidad les recordó que no era real que hubiera consenso social para sus políticas de ajuste y reformismo permanente.

El fuerte descontento social y las demandas insatisfechas acumuladas en los dos últimos gobiernos; las cientos de luchas que -aunque no generalizadas- hubo en los últimos años; y la presencia de la izquierda en el escenario político -apostando a crecer este año sobre la desilusión generada por los partidos del régimen- son factores a ser tenidos en cuenta también a la hora de pensar la relación de fuerzas.

La propia demagogia que hará el Frente de Todos durante la campaña electoral contra los planes económicos de la derecha, también da cuenta, de forma distorsionada, de estas contradicciones más profundas, a la vez que debe ser combatida. A la hora de publicar esta columna, la agenda semanal comenzará a cambiar. Cristina Kirchner concentrará toda la atención en una seguidilla de días en los que se conocerán los fundamentos del fallo en su contra por la causa Vialidad, luego ella misma hablará desde Viedma el día viernes, y el sábado habrá un acto bajo la consigna “Luche y vuelve”. Pero más allá de los avatares de cada coyuntura, de los discursos y eventuales anuncios que allí se hagan, las conclusiones de los últimos años no dejan lugar a dudas: la política kirchnerista de promover a candidatos como Daniel Scioli y Alberto Fernández, o ahora de apoyar la gestión de Sergio Massa, todo bajo el argumento de “enfrentar a la derecha”, ha conducido a la situación actual en la que no solo se han degradado las condiciones de vida de millones, sino que la derecha a la cual se decía combatir se ha preservado e incluso puede volver al poder a pesar de sus fracasos.

Distinta es la perspectiva de la izquierda. Mirando la actualidad de la lucha de clases en Francia, país donde la clase trabajadora está involucrada en una enorme batalla contra la reforma previsional de Emmanuel Macron, se puede concluir que a veces cuando se radicalizan los de arriba, emergen los de abajo. Dicho de otro modo: tanto Juntos por el Cambio, el peronismo o Javier Milei se preparan para continuar y profundizar los planes del FMI después del 10 de diciembre de este año si les toca gobernar. Quizás lo piensen con distintos ritmos, tácticas y diferentes grados de intención de lograr acuerdos para avanzar, lo cual, por supuesto, no será indiferente. Pero esos intentos de mayores ataques no harán más que abrir paso a un próximo Gobierno con debilidades para aplicar sus planes. La enorme actividad de agitación, propaganda y organización que impulsa la izquierda para este 2023 se inscribe en ese pensamiento estratégico: llegar preparados con la mayor fuerza posible por arriba y por abajo, y la instalación masiva de un programa que dé respuesta a las demandas de las mayorías y cuestione el dominio capitalista del país, para cuando se decida la relación de fuerzas, que será en la lucha de clases. Cualquier apuesta al mal menor, no será más que la reedición de otro fracaso funcional a la derecha y los poderosos. (LID) Por Fernando Scolnik

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