En este sentido, debemos tratar la ley no sólo de forma integral sino como una medida estatal, situada en un momento político particular en el cual el kirchnerismo tenía necesidades políticas particulares.
La ley adquiere forma de consigna política constituyéndose en expresión de una supuesta vehemente cruzada contra los monopolios. Como si ésta fuera una romántica anomalía que escapa impacientemente de la estructura económica y de una política que favorece la concentración de capital. (…)