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La “novedosa” IDEA del empresariado: devaluar, ajustar y flexibilizar el trabajo

En el 56° Coloquio de IDEA se puede ver cómo piensan los representantes del gran capital extranjero y nacional cuando explican “qué país queremos ser”. Es el caso de su director, Roberto Alexander, quien además es el gerente general de la norteamericana IBM que desembarcó en estas tierras allá por la década de 1920.
Alexander dijo varias cosas como cuenta Octavio Crivaro, una de ellas ilustra de cuerpo más entero el mensaje de sus representados al conjunto de la sociedad, “no quiero una Argentina cancelada”.

16 de octubre de 2020

El recurso de la metáfora en este caso se relaciona con cuestiones que el gran empresariado considera que el gobierno tiene que modificar en el corto plazo. Una de ellas el acceso irrestricto al dólar, aquí entra la fuerte presión, disfrazada de “crisis de confianza”, que vienen ejerciendo en pos de forzar una devaluación del peso. Mientras tanto, apuntan a sacar el mayor número de ventajas como lograron los barones del agronegocio y la minería con la rebaja de retenciones, aumentos del precio de los biocombustibles, o la petroleras con el plan GAS y el “barrill criollo”, entre otras ayudas del Estado, que el empresariado como es habitual tilda de insuficientes.

La cotización del dólar no estaría “atrasada” como sostiene un amplio abanico de analistas y lo explica la economista Lucía Ortega. Esto quiere decir que las mercancías, bienes y servicios, que se producen en el país se pueden ofrecer a menores precios en el mercado exterior. Un indicador de ello, es el tipo de cambio multilateral, que indica que las mercancías argentinas en octubre valuadas en dólares son más baratas que las de Estados Unidos, la Zona Euro, China, a excepción de Brasil.

Por otro lado, el gran empresariado cuenta con las ventajas de la fuerte caída del salario mínimo en dólares (considerando la cotización oficial) dejó al trabajador en Argentina con un mínimo de U$S 219, por debajo de Chile (U$S 416), Ecuador (U$S400), Uruguay (U$S 383), Paraguay (U$S 313), Bolivia (U$S 307), Perú (U$S 260) y Colombia (U$S 228). Esta ventaja seguramente se potencie por el salto en la desocupación con 3,7 millones de empleos destruidos durante el segundo trimestre del año, puesto que la misma es utilizada por los empresarios para tirar a la baja el salario, contando además a su favor con la burocracia sindical de la CGT y la CTA que dejan pasar los despidos y firman acuerdos paritarios a la baja.

A su vez, si consideramos las condiciones más generales de los negocios capitalistas en Argentina, el gobierno de Fernández a través del ministro Guzmán evitó el default convalidando el pago de la deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta que el gobierno de Macri supo multiplicar. Una reestructuración que casi no efectuó quita del capital adeudado, y representó en el acuerdo final concesiones a los buitres financieros por 17.000 millones de dólares respecto de la propuesta inicial de Guzmán. Así y todo, esto despejó de algún modo el horizonte para que las empresas refinancien sus deudas, aunque la burguesía casi no lo “festejó”, confirmando que siempre está dispuesta a ir por más.

Alexander, sostuvo entonces, “sé que hay desconfianza hacia los empresarios”, una forma de ponerse en modo víctima frente a un gobierno que viene retrocediendo ante cada reclamo de aquellos que en otro momento calificó de “miserables”. De esta manera, los empresarios vuelven a desempolvar su manual de condiciones para el desarrollo de sus negocios: respeto a la propiedad privada, competitividad (léase reforma laboral, jubilatoria, reducción de impuestos y si hay una devaluación no viene nada mal), ajuste del gasto público y “reglas del juego claras” (léase, garantía que sus negocios van a estar por encima de todo, incluso de la vida de la clase trabajadora como se puede observar durante la pandemia).

Son estas las palabras, que no importa cuando las escuches, siempre van a estar presentes en los coloquios de IDEA. Es la razón de ser del capital que en la Argentina apuesta a las devaluaciones cada vez más sistemáticas como forma de tirar la pelota para adelante, obtener mejoras de corto plazo en sus negocios, al devaluar los salarios. Pero a su vez, pueden aprovechar la capacidad instalada ociosa en la industria (hoy 41,6%), que les permite con bajas o nulas inversiones reiniciar la producción cuando la economía comienza a salir del ciclo recesivo. En los negocios agrarios, la devaluación les amplia sus márgenes de rentabilidad al ser un sector ligado al mercado exterior y que presiona incluso por vender sus productos a valor dólar en el mercado interno.

Quéjate, quéjate que siempre algo más obtendrás

La burguesía se queja en forma sistemática pero ningún gobierno afectó su propiedad privada, incluso el amague con Vicentín terminó en una rendición a los pies de los pulpos del agronegocio de propiedad norteamericana, china y suiza (Cargill-Cofco-Glencore).

Lo realidad es que ni la gran burguesía nacional, ni el gran capital extranjero que representa el 62,6% de las 500 mayores empresas, nada dicen de su responsabilidad por haber dejado de ampliar la capacidad productiva del país desde el 2011. La inversión bruta fija se encuentra estancada desde ese momento y a partir de 2018 viene cayendo en picada. Esto, en parte, explica el estancamiento en el empleo asalariado registrado, como también el salto en la desocupación y el empleo informal.

Otro aspecto real también pese a las quejas por la “extrema” presión fiscal es que Argentina tiene una participación de los impuestos sobre los ingresos y ganancias respecto al PBI menor que el promedio de los países de la OCDE (el “primer mundo” al cual pretendía ingresar Macri). En valores: Argentina 5,1,%; OCDE 11,5%; Estados Unidos 11%, Alemania 12,5%; Reino Unido 12% y Cuba 11,5%.

En lo que hace a su eterna exigencia de una baja del déficit fiscal consideran poco afilada la guadaña de Guzmán que lo llevaría de un estimado 8,5% este año al 4,5% del PBI como proyecta el presupuesto 2021. Pese a su demagogia por los pobres, están de acuerdo con dejar sin el IFE a 9 millones de trabajadores que no tienen ingresos, con tal que ajusten las cuentas, como también ir por más recortes en términos reales del gasto público sobre las partidas sociales, como son la salud, educación, las universidades o el presupuesto de vivienda. Para los capitalistas el ajuste de las cuentas públicas nunca tiene que ser sobre los subsidios a los empresarios o intereses de la deuda pública.

Por todo esto, si la burguesía con una larga trayectoria en golpes de “mercado” en el país se preparara para ir por más y encima el FMI vendrá por lo suyo, ante un gobierno que les cede en todo, es hora de prepara una respuesta de la clase trabajadora a la altura para que la crisis la paguen los y las grandes empresarios que históricamente han llevado al país a la decadencia. (LID) Por Gastón Remy /
Economista, docente en la Facultad Cs. Económicas UNJu.

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