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Segunda ola.Prioridades: en 2021 $ 116.584 millones fueron a deuda y no a fortalecer el sistema sanitario

El Gobierno se vuelve a enfrentar con una disyuntiva: qué hacer frente a la segunda ola de Covid-19. Pero sólo se limita a debatir si cerrar o no actividades económicas. Mientras, continúa el ajuste en Salud.

21 de abril de 2021

Los datos del Ministerio de Economía son claros: en el primer trimestre de 2021 se invirtió en Salud unos $ 87.574 millones. Mientras tanto, se destinaron $ 116.584 millones del Presupuesto Nacional al pago de intereses de deuda pública, en forma neta, es decir, dinero que efectivamente se utilizó de las arcas públicas.

Dicho de otra forma, por cada peso que se gastó en salud, se pagó 1,3 pesos a los acreedores de deuda. Entre ellos, debe consignarse el desembolso de U$S 464 millones otorgado al Fondo Monetario Internacional (FMI) en el mes de febrero, el equivalente a casi la mitad de un pago de Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) como los que se implementaron el año pasado (de $10.000).

El “loop” eterno: ¿Economía vs. Salud?

En los anuncios realizados por el presidente Alberto Fernández, limitados a restringir actividades, sin tomar medidas de fondo para enfrentar la segunda ola de contagios de la pandemia de coronavirus, dejan en claro la continuidad de la política oficial: gastar lo menos posible.

Ante un pico de contagios, un escenario de restricción estricta de actividades (como en abril y mayo del año pasado) sumado a políticas de contención como el IFE, no es una opción para el Gobierno.

En ese caso se vería obligado a realizar programas de transferencia a las familias como el IFE o de subsidios a empresas como el ATP. Solo se anunció un bono de $ 15.000 para los que perciben la Asignación Universal por Hijo (AUH), Asignación Universal por Embarazo (AUE) y las asignaciones familiares para monotributistas categorías (A y B). Pero además de eso, en un año electoral, no le conviene ni al Gobierno que se frene la economía, ni a los negocios de los empresarios.

Su peor pesadilla es que destinar más plata a asistencia social va en contra de los planes de ajuste del gasto que negocia con el FMI. Recordemos que el plan oficial era bajar el déficit primario de casi un 8 % a un 4,5 % e incluso Guzmán fue por más y prometió al FMI que este año lo bajaría a 3,9 % del PBI.

Pero ya el año pasado se avanzó con el ajuste y se terminó con un déficit (primario) más bajo, de 6,5 %, porque a fin de año recaudó más con la flexibilización de actividades y se limitó duramente el gasto, recordemos, entre otras cosas, que directamente se eliminó el IFE.

En el cálculo político entre el impacto electoral de medidas restrictivas o afrontar los costos de situaciones de colapso sanitario, la opción del Gobierno parece centrarse en realizar un “control de daños” (de sus daños). Es decir, que restrinjan y se dañen lo menos posible las actividades productivas, con la economía para adelante y realizando por ahora algunas restricciones mínimas. Las fábricas, industrias, comercios seguirían abiertas.

O sea, el resultado es un finísimo equilibrio entre el “siga, siga” de la economía, con un ejército de trabajadores hacinados en los medios de transporte, y un recorte lo más posible de los gastos a realizar, tanto en salud como en partidas sociales. Sin realizar ninguna medida que pueda afectar los negocios de los grandes grupos económicos ni el esquema con el FMI.

¿Y la salud?

El ministro de Economía, Martín Guzmán, ya definió hace tiempo que "la economía no podría soportar una cuarentena estricta como la que se implementó en marzo de 2020". Desde ya, como se planteó en un comienzo, una cuarentena estricta no es una solución viable para la pandemia. Pero de todas formas, la elección de Guzmán parece ser: cuarentena estricta no, otras medidas profundas tampoco.

Entonces cabe esperar que el esfuerzo principal recaerá sobre el sistema de salud. En una entre vista realizada por Carlos Pagni recientemente, Guzmán afirmó (y algo similar decía Fernández hace semanas en la cadena nacional anterior) que el sistema de salud “ahora si” está mejor preparado para enfrentar otra ola de contagios.

Sin dudas, el personal sanitario de todo el país, que hace un año está en la primera línea, le está respondiendo en las calles que de ninguna manera esto es cierto. Denuncian las condiciones de precariedad de sus trabajos y las consecuencias sobre su propia salud, poniendo en riesgo hasta su vida.

Lo cierto es que el planteo de que el sistema de salud llegó mejor preparado quita gran responsabilidad en la inversión pública. De hecho, entre el presupuesto ejecutado de 2020 y el presupuesto vigente en salud para 2021 se realiza un enorme ajuste en términos reales.

El primero de ellos, el del año pasado, se ejecutó en $ 335.215 millones. El vigente es de $ 415.931 millones (tuvo una reasignación de partidas reciente). Eso significa un aumento de 24 % entre 2020 y 2021. De por sí, un incremento debajo de la propia proyección de inflación de 29 % establecida en el Presupuesto de Guzmán (ya confirmado que es un número irreal) y más lejos aún de las proyecciones de inflación superiores a un 40 %.

Por lo tanto, en términos reales el recorte es de 4 % si se toma la inflación Guzmán (29 %), un recorte de 11,8 % con una inflación esperada de 40 %, y un ajuste de hasta 16 % si se cumplieran las expectativas de inflación del mercado que recolecta el Banco Central (REM) de 48 %, aunque en este último caso suelen estar operadas por los intereses políticos de los sectores empresarios que representan las consultoras entrevistadas. En cualquier caso, es un ajuste evidente y notable, que descarga el esfuerzo de la respuesta sanitaria en los cuerpos del personal de salud y, al contrario de su discurso, amenaza con afectar más vidas.

Falsas disyuntivas: pelear por otra salida

La campaña de vacunación anunciada no tuvo el éxito prometido por el Gobierno, así como la propia confección del presupuesto estuvo apoyada sobre el falso y ya conocido supuesto de que este año se iba a terminar la pandemia.

Como señala Carla Libertad, si el año pasado Alberto Fernández decía que entre salud y economía, elegía la salud -mientras arreglaba con los bonistas y ajustaba a los jubilados-, este año no hay ni salud ni economía (agrego, para los sectores populares).

Sin embargo, ¿es verdad que no hay plata y que hay escasez vacunas? Hay otra salida posible a la crisis sanitaria y social, pero eso implica "ampliar el margen", esto es, afectar a los grandes grupos económicos, a los intereses concentrados, a los bancos que nunca dejan de ganar aún en pandemia, a los laboratorios que especulan con las vacunas y las enfermedades, al agro, a las mineras, a las petroleras, las empresas privatizadas de servicios que lucran con los tarifazos. Mientras, millones de familias se hunden en la pobreza.

Por eso es necesario una salida profunda, que oriente los recursos a combatir verdaderamente la pandemia y a dar respuesta a las necesidades de la clase trabajadora y las mayorías sociales. Empezando por una activa campaña de testeos, rastreos y aislamiento, la declaración de utilidad pública los laboratorios que producen los insumos necesarios para los testeos y las vacunas, la centralización del sistema de salud, hasta medidas de respuesta a la crisis social como un IFE de $ 40.000 para quienes se quedaron sin empleo, entre otras. (LID) Por Lucía Ortega

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