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Pobreza y “marginación”.Como si no fuera funcionario del ajuste, Pérsico dice que le preocupa “la crisis del trabajo”

Parece que Emilio Pérsico hablara como si no estuviera sentado desde hace veinte meses (a cambio de un jugosísimo sueldo) en el sillón de la Secretaría de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, un lugar estratégico para la contención de la pobreza extrema en la que viven millones de personas desde hace décadas.

19 de agosto de 2021

Y también parece que, para él, el gobierno del que forma parte no hubiera encarado desde hace veinte meses un ajuste en áreas más que sensibles cuyos efectos inmediatos son, precisamente, la agudización de eso que él plantea como el gran problema social de la actualidad: la crisis del trabajo y la “marginación”.

Este jueves, en declaraciones a Radio Con Vos, Pérsico dijo que “la crisis del trabajo y la marginación social, económica, territorial y cultural” son los “conflictos sociales más importantes que tiene Argentina” en la actualidad. A su vez afirmó que se trata de problemas que deben resolverse “dentro del Estado para evitar que se desmadren”.

El funcionario busca acomodar su discurso a su cosmovisión peronista, desclazando de hecho a millones de trabajadoras y trabajadores. “En el mundo hay un nuevo conflicto social, que no es la disputa de los trabajadores por la plusvalía, que pasó a segundo plano. El problema es la marginación social, económica, territorial y cultural. En Argentina, esa cuestión tiene una expresión que es la crisis del trabajo en general”, afirma Pérsico como si una cosa (la apropiación por parte del empresariado y del propio Estado capitalista de la renta generada por el trabajo ajeno) no tuviera que ver con la otra (condenar a varias generaciones de generadores de esas riquezas -la clase trabajadora- a niveles de vida inhumanos).

Para atajarse un poco de cualquier crítica, Pérsico dice que esos conflictos “no son exclusivos de nuestro país” y que, en el caso del Frente de Todos, casi que están atados de pies y manos para mejorarle la vida a la gente. “Vinimos para una cosa y tuvimos que hacer otra en función de la realidad que nos generó la pandemia de coronavirus”, se defiende.

Es como si para Pérsico hubieran sido meras “fatalidades del destino” el ajuste a las jubilaciones consumado por Alberto Fernández incluso desde antes de la pandemia, el “descontrol” inflacionario que pulveriza cualquier mínima recomposición de los salarios, la baja a la mitad de las partidas presupuestarias para prestaciones sociales (53 % en julio en comparación al mismo mes de 2020), la eliminación en el Presupuesto 2021 de toda ayuda social (IFE, etc.) relacionada a los efectos del covid-19 pese a ser el año con mayores consecuencias sociosanitarias, y un larguísimo etcétera.

También serían, según su visión, simples regalos providenciales las fenomenales ganancias acumuladas, en plena pandemia y crisis, por un puñado de grandes empresas (sobre todo multinacionales) que lucran con el bolsillo y con la propia vida de millones. Bancos, cerealeras, puertos, laboratorios, mineras, empresas energéticas, alimenticias y las tecnológicas como Mercado Libre, entre otras, no sólo no tienen ninguna crisis sino que colaboran denodadamente a empobrecer más aún a las trabajadoras y los trabajadores.

Por si fuera poco, el secretario de Economía Social de la Nación afirma que “en los barrios populares hay una consciencia de que necesitamos un comandante y el Presidente es el comandante de esta batalla”. Así, busca conjurar la salida a las calles de miles de trabajadoras y trabajadores desocupados y pobres en reclamo de derechos elementales como alimentos, trabajo genuino, salud y educación. Una manifestación masiva y permanente que le reclama lo más básico a un Gobierno que se lo niega.

Cuando Emilio Pérsico empezaba a hacerse conocido como dirigente social, allá por 2001, se lo vio enfrentando el ajuste encarado por Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo a nivel nacional y por Carlos Ruckauf en territorio bonaerense. En la jornada de protesta del 19 de diciembre de aquel año él mismo prendió fuego a la puerta de la Legislatura provincial en el marco de una masiva marcha de estatales, docentes y desocupados. Dentro del recinto estaba Felipe Solá, entonces vicegobernador y presidente del Senado bonaerense.

Hoy muchas trabajadoras y trabajadores viven las mismas penurias que hace veinte años. Mientras tanto, Pérsico está a las órdenes del excavallista Alberto Fernández, igual que el canciller Solá. Peronismo puro y, más aún, duro. Aunque a diferencia del ministro de Relaciones Exteriores, a él le toca escuchar desde su despacho cada vez más fuerte el reclamo callejero de miles de personas por pan, trabajo y demás derechos. Y eso parece asustarlo.

En su charla con Radio Con Vos lo dejó de manifiesto. Dijo que si bien Argentina “tiene una alta institucionalización del conflicto a través de los sindicatos y de la CGT” (una de las políticas clásicas del peronismo para subordinar a los trabajadores a las reglas de los empresarios), eso no alcanza para esta situación. Por eso cree que “la marginación debe ser administrada dentro del Estado y resolverse para que no se desmadre y no termine siendo perjudical”.

¿Que no termine siendo perjudicial para quién, Pérsico? Para el Gobierno. Porque para los millones de “marginadas y marginados” la situación ya viene siendo prejudicial desde hace muchísimos años. Y usted lo sabe, siendo fundador de uno de los llamados “movimientos sociales” que desde principios de siglo administran los planes sociales. Esos planes que, al tiempo que perpetúan la situación precaria de mucha gente, dotan de buenas cuotas de poder a los dirigentes de esas organizaciones.

Ante las manifestaciones cotidianas frente a su ministerio de movimientos de desocupados no cooptados por el Estado (incluso de algunos que apoyan al Frente de Todos), el secretario general del Movimiento Evita dice que “los que se perjudican son los más humildes”, aunque reconoce que esa parte de la sociedad que se manifiesta inevitablemente “va a buscar expresión social y política”. Temerariamente, Pérsico apunta a que si esas miles y miles de personas movilizadas no son cooptadas por el peronismo y su miseria no es “administrada dentro del Estado”, todo se puede desmadrar.

Pérsico pretende hacerle creer a quien lo escucha que el espacio político al que pertenece (y que le dio un cargo más que privilegiado) es más “nuevo” que la marginación y crisis del trabajo que diagnostica. Nada más lejos de la realidad. Más allá de los sellos (PJ, Frepaso, Frente para la Victoria, Frente Renovador, Frente de Todos, etc.) el peronismo viene gobernando el país desde hace décadas.

El peronismo fue parte central de la cruzada neoliberal de Menem, con sus privatizaciones, ajustes y condena a la desocupación de millones de personas. Con el Frepaso en la Alianza, varios peronistas “no menemistas” continuaron la obra sin avergonzarse. Con Duhalde justificaron la masacre del Puente Pueyrredón y el saqueo al bolsillo popular con la megadevaluación del peso. Con Néstor Kirchner y Cristina Fernández, en los años de mayor crecimiento económico impulsado por el modelo extractivista y agroexportador, el peronismo no desandó una sola de las reformas estructurales de los 90.

Hoy, con Alberto y Cristina, el peronismo a pleno toma la “herencia” del macrismo (que agravó todos los índices económicos y sociales) y, amparándose en la “diabólica” pandemia, justifica su propia política de continuidad del ajuste sobre las mayorías sociales sin tocarles un centavo a las minorías poderosas que se apropian de todo.

Tal vez lo más “perjudicial” para Pérsico sea mirar por la ventana de su despacho a miles de personas reclamar derechos elementales y no lograr controlarlas para que no “ensucien” la imagen de un Gobierno que posa de progresista pero sólo se dedica a pujar con la derecha a ver quién gerencia “mejor” la pobreza, el hambre, la desocupación, la precariedad, la mala salud, la mala educación y demás consecuencias de políticas tomadas conscientemente.

Pero a Emilio Pérsico no se le ocurre, ni por asomo, que la marginación y la “crisis del trabajo” podrían empezar a resolverse repartiendo todas las horas de trabajo disponibles en Argentina entre todas las manos proletarias, sumando a ocupados y desocupados, sin ninguna baja salarial y elevando el ingreso mínimo a los niveles de la canasta familiar. Claro, eso significaría poner en discusión quién pone la plata, lo que dejaría en evidencia los límites del peronismo para cuestionar las hiperganancias de los capitalistas.

Mucho menos piensa Pérsico que la penosa situación de millones que no tienen vivienda podría empezar a resolverse con un ofensivo plan de obras públicas, controlado directamente por los trabajadores y las familias necesitadas de ese otro derecho básico. Y tantas otras medidas que resuelvan en serio la “marginación” de la que él habla tan apesadumbrado.

Claramente el problema de fondo no son las declaraciones de Pérsico, sino las políticas que defiende y que generan una consolidación del saqueo histórico que viene sufriendo la clase trabajadora desde hace muchísimos años, gobierne quien gobierne. (LID) Por Daniel Satur

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